domingo, 30 de abril de 2023

El reino de Navarra, la tierra de la abuela paterna de Berenguela

Antes de pasar a hablar de la triada de emblemas que tiene una posición central en el arrocabe trasero, nos resta dar cuenta de una última triada que también cumple la norma general. En este caso, al lado del cuartelado de Fernando III podemos ver un emblema enmarcado de nuevo en losange, en el que, dado su mal estado, únicamente se aprecian los restos de lo que parece un contracotizado de oro y gules. Al lado aparece un emblema verado con una peculiaridad, ya que debajo de cada línea verada hay una línea paralela y, uniendo ambas, una sucesión de líneas verticales que van cortando el espacio.




Reconstrucción del emblema por José Moreiro Píriz,

No es posible asegurar qué territorio es el representado en esta última triada, dado el deterioro que sufren los emblemas, sin embargo, si tenemos en cuenta el resto de territorios a los que hemos ido haciendo referencia, las circunstancias históricas del reinado de Alfonso VIII de Castilla y su obsesión por conseguir unir sus territorios por tierra al tiempo que abría una vía de peregrinación a Santiago alternativa que pasara exclusivamente por sus dominios, nos parece que no es descabellado pensar que este último emblema esté reservado para el que fuera el reino de su madre, Blanca Garcés, en cuyo nombre conservaría la idea de reclamar sus derechos sucesorios.

Pero, volviendo a los primeros años del reinado de Alfonso VIII de Castilla, desde Pamplona, su tío, Sancho VI, aprovechará la situación creada durante la minoría de edad de su sobrino para deshacerse del incómodo vasallaje al que estaba sometido y se intitulará rey de Navarra, tratando de afianzar su posición. A pesar de ello, siendo ya adulto el monarca castellano, las incursiones en el reino materno serán constantes y la ofensiva se recrudecerá en los primeros años del reinado de su primo Sancho VII, resultando muy interesante el artículo de Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza sobre la ocupación definitiva de Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado en el año 1200 [1]. Lo relevante de esta incursión es que Alfonso VIII no solamente conquistó los territorios que un día habían pertenecido a su tatarabuelo Alfonso VI, sino que se extendió en su conquista más allá del río Urumea, llegando hasta el Bidasoa, anexionándose territorios que siempre habían estado bajo soberanía navarra [2]. Conseguía así algo de territorio adicional, pero estratégicamente fundamental, ya que permitía conectar Castilla con Gascuña, condado incluido en la dote de su esposa, y unir así los territorios familiares por tierra y abrir una ruta de peregrinación alternativa a la Vía Aquitana por tierras de su propiedad, camino a Santiago que será potenciado después por Alfonso X [4]. Al mismo tiempo, esto suponía la pérdida del acceso al mar para Navarra. Aunque Sancho VII nunca reconocería la pérdida de estos territorios, lo cierto es que con el tiempo las conquistas se consolidaron y la llamada papal a la cruzada en el sur de la península ibérica pareció calmar los ánimos entre los primos que, codo con codo, lucharon en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Ahora bien, reinando ya Fernando III y su madre Berenguela, las ansias castellanas por hacerse con Navarra volvieron a despertar cuando Sancho VII falleció en 1234 sin descendencia. En contra de los deseos de su predecesor, que dejó el reino en manos de Jaime I de Aragón, se hizo con el trono el hijo de su hermana Blanca, Teobaldo de Champaña. La inestabilidad con la que comenzó a gobernar y el miedo a que desde Castilla se reclamara el trono navarro en nombre de los derechos que le correspondían a Fernando III como descendiente de Blanca Garcés, hizo que Teobaldo se apresurara para concertar un matrimonio de su entonces hija unigénita con el infante Alfonso de Castilla y de León [4]. Ya que en este trabajo estamos dando especial importancia a la figura de Berenguela la Grande, nos parece importante resaltar, al ser muy representativo de la percepción que se tenía de la reina como gestora de la política exterior castellana, que la misiva de Teobaldo, antes de referirse al rey Fernando se dirige "a su excelentísima y queridísima doña Berenguela, por la gracia de Dios reina de Castilla y León.

A favor de la posibilidad de que esta última triada de emblemas haga referencia al reino de Navarra debemos sumar que, como ya hemos dicho, tenemos conocimiento de la invasión efectiva del reino por parte de Alfonso VIII y que su ubicación en el arrocabe trasero de la techumbre permite culminar un Camino de Santiago con origen en la ciudad inglesa de Canterbury, representada por el emblema de la chova piquirroja en un campo de plata. Porque, en efecto, de derecha a izquierda, en el arrocabe trasero podemos identificar: Inglaterra, seguidamente los territorios perdidos por Juan sin Tierra —Normandía, Anjou, Bretaña y el Poitou­— para continuar con Aquitania, Gascuña y, por último, Navarra. El final de este camino familiar se encuentra justo en el centro del arrocabe trasero, donde se representarán los reinos de Castilla y de León, como veremos a continuación.

Puede ayudarnos a relacionar este emblema contracotizado con Navarra el hecho de que las armas de este reino, el carbunclo, no se asentarían hasta el reinado de Teobaldo II (1253-1270), ya que, si bien los sellos de Teobaldo I tenían ya la bloca dibujada, ésta carecía de intencionalidad heráldica, tal y como afirma Menéndez Pidal de Navascués. En efecto, fue el eminente heraldista quien hace años se encargó de desmentir el supuesto origen del escudo navarro en las cadenas de la batalla de las Navas de Tolosa, una de tantas leyendas, esta vez responsabilidad del padre Moret, en el siglo XVII. Por el contrario, cuando Teobaldo I aterrizó en su nuevo reino, continuó identificándose con su escudo paterno, el de Champaña, y éste guarda, curiosamente, cierta similitud con el que se adivina en la techumbre.


Armas del condado de Champagne. 

Como afirma Menéndez Pidal de Navascués, del mismo año de su coronación y anterior a ella queda un sello en el que el monarca aparece en el anverso en una escena ecuestre y en el anverso un escudo decorado con la banda cotizada del Champaña. 


El caso es que no podemos ver la figura completa de ese emblema del arrocabe trasero, además la inclinación de la misma es inversa y los colores no parecen los originales de Champaña, sin embargo, recordemos que cuando describimos el tramo del arrocabe en el que se da cuenta de la muerte de Alfonso IX de León, para representar su vasallaje con respecto a Castilla, también el color púrpura de la figura del León había sido convertido a los colores castellanos oro y gules. Lo que queremos decir es que la inclinación cambiada, la transformación de la banda de Champaña en barra cotizada y los tonos Castilla-Plantagenet, podrían ser una forma de representar iconográficamente el vasallaje al que el rey García Ramírez, abuelo materno de Alfonso VIII, había entregado Navarra en el momento de concertar el matrimonio de su hija Blanca Garcés con Sancho III de Castilla.

Si esto fuera así, el emblema verado con la sucesión de líneas debería representar a Alfonso VIII, reclamándose así los derechos sobre el reino de Navarra y la protección que, por su ascendencia materna, se le debe. La peculiaridad de los veros puede ser una simple forma de representar la capa de un monarca diferente o que la protección de Alfonso VIII viene de más lejos, ya que, en este caso, deriva de su abuelo.



Reconstrucción del emblema por José Moreiro Píriz.

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[2] Ayerbe Iribar, Mª R. (2000). Pág. 21.

[3] Varios (2021). La calzada vía Aquitania.