El año 1204 resultó especialmente aciago para las mujeres castellanas descendientes de Leonor de Aquitania. Al fallecimiento de la muy querida y admirada matriarca se
sumó la anulación papal del matrimonio entre los reyes de León, Berenguela y
Alfonso IX. Por si esto fuera poco, Mafalda, infanta de Castilla y hermana de
Berenguela, falleció en la ciudad de Salamanca a los trece años de edad y en
circunstancias que no han quedado aclaradas para la Historia. Parece ser que hasta la anulación matrimonial de
Berenguela ambas hermanas habían convivido durante un tiempo en la corte de León, en espera de
que se hiciera efectivo el compromiso matrimonial de la joven con el heredero del trono, el infante
Fernando, conocido como “el Portugués”, hijo de Alfonso IX y de su primera esposa,
Teresa de Portugal, cuyo matrimonio también había sido anulado.
A continuación, y a modo de doble paréntesis, comienza otro lineal diferente, el de los padres de Mafalda, los reyes de Castilla, que muestran el terrible dolor que se sufre al perder una hija. El duelo se representa por medio del castillo de Alfonso VIII, igual al que aparece esculpido en su sepultura en el Real Monasterio de Las Huelgas de Burgos, y un león de oro, que representa a Leonor Plantagenet, hija de Leonor de Aquitania. Ambos aparecen en tonos oro, sin embargo, en comparación con el lienzo de Berenguela, los campos se han trastocado en sable (negro), en señal de luto, y las formas, polilobuladas allí, son aquí más austeras: apenas un círculo y un cuadrado.
El león de Aquitania mira hacia la trasera de la iglesia, hacia la muerte de Mafalda, pero también invita al espectador a dirigirse hacia atrás antes de continuar el recorrido visual por la techumbre. Para resolver la posible incongruencia de tener la representación de una reina tan devota de espaldas al altar, se colocó un emblema de santo Tomás de Canterbury, una chova piquirroja en campo de plata, justo enfrente del león, en el arrocabe trasero de la armadura.
El lugar en el que ocurre la luctuosa escena parece que se desvela en el lienzo paralelo, justo enfrente, en el lado derecho. Allí aparecen un emblema con cuatro palos de gules y tres emblemas con tres palos del mismo color en campo de oro y con bordura azur de cruces en oro. En principio, podríamos pensar que representan a la famosa familia salmantina Rodríguez de las Varillas, por la semejanza con sus armas, pero a mediados del siglo XIII las familias salmantinas no tenían blasones, simplemente no había comenzado esa moda. Además, las cruces de este emblema no tienen la forma de la cruz de Jerusalén, la que lleva la bordura de las armas de los Rodríguez de las Varillas para dar cuenta de que su antepasado imaginario, el conde Vela, participó en la primera Cruzada.
No sabemos a quién o qué representa este emblema, quizá sea un temprano escudo de Salamanca en la primera mitad del siglo XIII, pero de lo que estamos convencidos es de que los Rodríguez de las Varillas, al igual que los Maldonado, utilizaron la decoración de esta techumbre como inventario para elegir el que iba a ser su blasón familiar llegado el siglo XV y que, por supuesto, lo explicaron con una leyenda familiar relacionada, ni más ni menos, que con Tierra Santa y con una supuesta descendencia ilegítima del rey de Aragón.