martes, 30 de julio de 2024

Legítimo es el fruto de tu vientre

Hoy queremos hablar del sexo de las flores y, por qué no, del de las reinas y concubinas reales de la Baja Edad Media, pero no os confundáis, porque la pregunta que nos planteamos es: ¿pistilo o vulva? Volvemos de nuevo a tratar, esta vez desde un punto de vista totalmente diferente, el asunto de la representación iconográfica de la legitimidad para ocupar el trono, en nuestra opinión tan presente en la decoración heráldica de la techumbre de la iglesia del Real Convento de Santa Clara de Salamanca. 


Pin del siglo XIV representando a una vulva peregrina. Es posible que ciertas cosas que causan pudor hoy en día, no lo causaran en la Edad Media, y de ahí ciertas representaciones que consideramos eróticas en los capiteles de algunas iglesias del Románico. 



Mujer que muestra sus órganos sexuales en el capitel del presbiterio de la colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Lo mismo no representa nada pecaminoso, sino más bien la importancia de las mujeres como receptáculos del linaje y como alumbradoras de nueva vida.


Imagen contenida en el libro de oraciones de Bona de Luxemburgo (1315-1349), primera esposa de Juan II de Francia. Se representa la llaga del costado de Cristo y los atributos de la pasión.

Si algo tenemos claro después de tantas y tantas visitas a ese sobrao de la historia de los reinos de León y de Castilla es que las flores de lis sirvieron en la Edad Media para representar a reyes y reinas, siendo éstas últimas sus principales portadoras durante los siglos XIII y XIV.


Sello de Urraca de Portugal, madre de Alfonso IX de León. Su matrimonio con Fernando II de León fue anulado por razones de consanguinidad, pero en su sello personal muestra la flor de lis que la identifica como reina legítima y, en consecuencia, como receptáculo del heredero también legítimo. 


Lirio entre dos leones esculpìdo sobre el supuesto sepulcro de Urraca de Portugal en la iglesia de Santa María Magdalena en Zamora. Ahí está enterrada una reina, eso es seguro.

En defensa de esta teoría os hemos mostrado en varias entradas de nuestro Blog multitud de ejemplos de esta iconografía.


El caso es que, tras analizar las imágenes de flores medievales que hemos ido recopilando y escuchar y leer a investigadores como Isabel Mellén y Gorka López, nos surge la duda de hasta qué punto este emblema estaba relacionado, como se ha dicho tradicionalmente, exclusivamente con el “lirio de los valles” bíblico, ya que quizá la representación esquemática de la sección vertical de una flor aludía también al paralelismo que ésta guarda con la vulva.


Pintura en la iglesia alavesa de Alaiza que ha sido tradicionalmente identificanda con el diablo defecando el mal sobre el mundo. Los profesores Isabel Mellén y Gorka López piensan que en realidad se trata de una dama de la nobleza dando a luz, la cabeza femenina del linaje que era propietario de la iglesia, destacando de esa forma su papel fundamental como continuadora de la saga familiar. 

Es decir, queremos saber si es posible que el juego que planteó la galería de arte Tate Modern ya se podía haber realizado con las flores de lis que acompañaban a la iconografía de las reinas hace siete u ocho siglos. ¿Pistilo o vulva?, esa es la cuestión.



Fijémonos primero en la flor de lis que acompaña al emblema cuartelado en sotuer que, según nuestra interpretación, representa en la techumbre salmantina a Berenguela la Grande, la madre de Fernando III, para ella el indiscutible heredero legítimo de los reinos de León y de Castilla.



Su remate parece tener una clara forma de vulva y, por si fuera poco, se enmarca en un rombo o losange, símbolo de realeza, como ya hemos explicado en varias ocasiones. Se representa de este modo que el poder de las reinas y las damas de la nobleza recaía en su capacidad de engendrar y dar a luz herederos.  


Vamos ahora a analizar esta imagen del cartulario de Toxos Outos. Podemos ver a Teresa de León, hija de Alfonso VI y de su concubina Jimena Muñoz, situada entre su hija Urraca Enríquez y el prometido de ésta. El cetro de Teresa es una flor marchita, ya ha dado fruto que debía, pero la flor de Urraca contiene una piña, símbolo de la fecundidad real y de la sucesión legítima, como hemos venido  explicando. El nuevo fruto nacerá de ella.




Del mismo cartulario es esta imagen de Violante de Aragón, esposa de Alfonso X. La reina sostiene un cetro que se remata con una flor que tiene la misma forma ovalada y el tono rosado fuerte que la de la flor que acompaña al emblema cuartelado de Berenguela en la techumbre salmantina. El rey porta el cetro del poder político, la reina el del poder de engendrar infantes e infantas. 



Y el caso es que hace unos días volvimos a toparnos con algo similar en el Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas, a donde se dice que se trasladaron los restos de Leonor de Guzmán y Ponce de León años después de su muerte. En la sala de entrada a los baños árabes vimos el escudo que mostramos a continuación y que bien podríamos atribuir a esta noble dama, ya que era descendiente de Alfonso IX de León y miembro de la familia Guzmán, casa que lucía en su blasón unos calderos con sierpes. Pero lo más interesante es que su emblema se presenta de forma alterna con otro que muestra una sección floral que remata en pequeñas flores de lis. Las formas, de nuevo, nos recuerdan al sexo femenino. 



Leonor fue ejecutada en Talavera de la Reina un año después de que su amante, el rey Alfonso XI de Castilla y de León, con el que había tenido diez hijos, muriera en Gibraltar en 1350. Los responsables de su muerte fueron la esposa legítima del monarca, María de Portugal, y su hijo legítimo, el rey Pedro I el Cruel, a los que el rey había ignorado completamente en favor de su amante y de sus hijos bastardos. En 1369 uno de los hijos de Leonor, Enrique, vengó su muerte acabando con la vida de su medio hermano, el rey Pedro I, iniciándose así una nueva dinastía con Enrique II el Fratricida como primer rey de la misma. Fue entonces cuando los restos de Leonor se trasladaron a Tordesillas, al convento que antes había sido el palacio mudéjar que su amante había construído para ella. Parece posible que la estancia que albergara sus restos fuera decorada con un escudo que mostrara sus linajes materno y paterno y con esa sección floral, un símbolo de la legitimidad para reinar de su descendencia, los Trastámara.


Detalle del techo de la sala fría de los baños árabes del palacio que Alfonso XI construyó en Tordesillas para Leonor de Guzmán.


Escudo de la casa de Guzmán. 

De vuelta al Real Convento de Santa Clara de Salamanca, que creemos que se fundó con el apoyo de la reina Berenguela y de su hijo Fernando III, cuya legitimidad para reinar en León fue puesta en duda, en el claustro se pueden ver unos capiteles románicos con unas flores en las que la sección del pétalo central muestra una línea vertical que de nuevo delata una abertura.


Quizá sea tan sólo una curiosidad, pero lo que sí resulta realmente curioso es que cuando son hombres los que quienes sostienen cetros rematados en lises, ese pétalo central suele estar completamente cerrado. Por ejemplo, fijémonos en esta pintura que se conserva en el monasterio vallisoletano de Santa María de Valbuena de Duero y que se cree que representa a Alfonso VII y a su concubina Urraca Fernández de Castro.


Ella porta una flor de lis que mantiene una abertura en el pétalo central. En cambio, él porta un cetro con flor de lis de pétalo central cerrado que tiene forma fálica.



La flor de lis cerrada para el rey la encontramos también en el cetro de Alfonso III el Magno y en la flor de lis que decora la tabica que, para nosotros, representa el fallecimiento de Alfonso IX en la techumbre salmantina.



En conclusión, nos planteamos si es posible que, jugando con el paralelismo entre pistilo y vulva, estas lises o adornos florales pudieran ser alegorías de la reina como receptáculo del heredero legítimo y del alumbramiento de la sucesión legítima. Idea que, tal y como como afirma la profesora Isabel Mellén, pudo resultar mucho más natural en la Edad Media de lo que nos hicieron creer en los siglos posteriores.



De hecho, no debemos olvidar que el poder que ostentaron al final de sus vidas Leonor de Aquitania y sus nietas Berenguela de Castilla y Blanca de Francia, lo obtuvieron, precisamente, por la fuerza que les dio ser receptáculos del heredero del trono. Esa fue la razón de su ser y de su poder.


Representación de la reina Berenguela la Grande en el cartulario de Toxos Outos.

Permitidnos terminar esta entrada con un enlace a este estupendo artículo de Roberto Suazo dedicado a las vulvas peregrinas y al tópico literario de "os vulvae", ya que resulta curioso comprobar cómo aquellas hermosas representaciones femeninas creadoras de vida fueron deturpadas por la misoginia a partir de finales del siglo XIV.


martes, 23 de julio de 2024

La peña más fiel de Castilla

Hace ocho siglos, Leonor Plantagenet, hija del rey de Inglaterra y de la duquesa de Aquitania, se casó en Tarazona con el rey de Castilla. Corría el año 1170, ella tenía diez años, él quince.


Leonor Plantagenet y Alfonso VIII de Castilla en una página del Tumbo Menor de Castilla, un códice diplomático del siglo XIII de la Orden de Santiago. El rey y la reina sostienen un cordón rematado por el sello regio, símbolo de soberanía.

Nosotros estamos convencidos de que dicha pareja, que reinó en Castilla entre 1170 y 1214, está representada a través de la conjunción de chova piquirroja y castillo que podemos ver como parte de la decoración heráldica que luce el arrocabe de la iglesia del Real Convento de Santa Clara de Salamanca. Su hija primogénita fue Berenguela, que fue reina de León por casarse con el primo de su padre, Alfonso IX, y también de Castilla tras fallecer con pocos años de diferencia sus padres y su hermano Enrique. 


La chova piquirroja emigró a Castilla en busca de Leonor Plantagenet por mandato de Enrique II de Inglaterra, su padre. Debía convertirse en su emblema más personal, ya que era el emblema del santo al que su padre había nombrado protector de su dinastía.


Escudo de la ciudad inglesa de Canterbury con las chovas piquirrojas de santo Tomás y el león de los Plantagenet. 

Ese santo era Tomás de Canterbury, cuya sangre vertida durante su asesinato decían que había transformado milagrosamente a unos cuervos en chovas piquirrojas.


Obra del artista británico Brian Whelan demuestra que la iconografía moderna sigue asociando a santo Tomás de Canterbury con la chova piquirroja.

Es posible que esta otra pareja de emblemas que se puede ver en la ermita de Santa Eulalia en Barrio de Santa María (Palencia), también representen, de un modo más tosco, al matrimonio real, ya que se pintaron en un territorio de su reino y durante la época de su reinado.


Tan extendida debió de estar la representación de esta pareja de emblemas que, cuando ya nadie recordaba su significado, en el siglo XIV, se apropió de ella uno de caballeros de la cofradía de Santiago de Burgos. Johan Pérez de Frías, para lucirla en su escudo cuartelado.


Cuando Leonor de Aquitania negoció el matrimonio de su hija con Alfonso VIII, se aseguró de que las arras fueran bien generosas. Éstas incluyeron, entre otras, las rentas de la ciudad de Peñafiel.


En el castillo de dicha localidad, antiguo señorío de Leonor Plantagenet, hemos vuelto a ver hace unos días aquella conjunción de emblemas, castillo y chovas piquirrojas, pero esta vez en carne, hueso y piedra.


Con la emoción del momento hemos creído escuchar entre graznidos el nombre Leonor, el de la reina castellana descendiente de Aquitania y de Inglaterra.



Ocho siglos después es otra Leonor, esta vez de Borbón, la que aspira a convertirse en reina de los territorios hispanos. Una princesa que tiene en la techumbre de la iglesia del Real Convento de Santa Clara de Salamanca un buen espejo en que mirarse: el de mujeres independientes y defensoras de la paz.


En todo caso, de lo que hoy queremos dejar constancia es de la maravillosa casualidad de que un bando de unas cincuenta chovas piquirrojas moren en el castillo de Peñafiel, manteniendo así todavía unidos aquel par de emblemas en un territorio que perteneció al reino de Alfonso y Leonor. El conde Sancho García tenía razón, aquella iba a convertirse en la peña más fiel de Castilla.


Reconstrucción de un emblema cuartelado con castillos y chovas piquirrojas por el heraldista salmantino José Moreiro Píriz.

jueves, 13 de junio de 2024

La valerosa madre Ángeles

El 13 de febrero de 1973 el diario La Gaceta Regional de Salamanca publicaba el artículo adjunto, que narra la expedición que llevaron a cabo el cronista Antonio Lucas Verdú, el periodista Pedro Casado y el fotógrafo Salvador a las alturas del convento de Santa Clara. La guía del grupo fue la madre Ángeles, la descubridora de la techumbre, siendo la supervisora de la operación, como no podía ser de otra manera, la madre priora del convento. Hoy nos recuerda esta aventura un veterano periodista salmantino por el que siempre hemos sentido especial aprecio. 

Se evitó que la techumbre se vendiera, se restauró, salvándola así de un inminente peligro de derrumbe, y se dijo que los escudos allí pintados debían de pertenecer a familias nobles salmantinas que habían apoyado al convento de una u otra manera. De la chova piquirroja se dijo que era una paloma negra, así que durante cincuenta años nadie la identificó como el córvido que es y mucho menos se dio cuenta de su relación con Tomás de Canterbury, el santo protector de la dinastía Plantagenet. Así las cosas, era imposible que alguien pudiera ver los emblemas entrelazados del castillo y de la chova como la representación de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor Plantagenet, los padres de Berenguela la Grande (1180-1246), para nosotros la creadora de esta decoración heráldica, que creemos que conmemoraba el hecho de que su hijo, Fernando III, se convirtiera en rey de dos reinos, el de Castilla y el de León, a la par que se dejaba constancia de que también podía tener derechos sobre los territorios que sus bisabuelos maternos habían señoreado en Inglaterra y Francia.

Ahora pensamos que esta decoración se concibió como una crónica visual cuyo fin fue educar al infante Alfonso, futuro rey X de su nombre, que hacia 1240, con unos veinte años, ejercía el poder en nombre de su padre en el reino de León, siendo además el señor de Salamanca, tenencia que también ostentó su abuela Berenguela entre 1198 y 1204. 

Tres siglos pasaron las chovas piquirrojas de la techumbre enjauladas entre la falsa bóveda de la iglesia, construida en el siglo XVIII, y el tejado del convento. Ahora, por fin, vuelan libres, invitándonos con sus graznidos a averiguar qué significan todos y cada uno de los emblemas que creemos que las han acompañado durante casi ocho siglos. En este Blog lo estamos intentando, al igual que haremos en una próxima publicación en papel. Hay cosas de las que estamos bastante seguros, de otras casi seguros, y algunas son mera especulación y posiblemente imaginaciones nuestras. Hacemos lo que humildemente podemos con afán de servicio a esta hermosa ciudad, a la que seguro que no queremos menos de lo que la quería la reina Berenguela.

Charo García de Arriba

Miguel Ángel Martín Mas



lunes, 27 de mayo de 2024

Una techumbre flordelisada - parte II

Ya hemos advertido en entradas anteriores de lo obsesionada que estaba la reina Berenguela de León y de Castilla con el asunto de la legitimidad de su descendencia, habiendo sufrido mucho tiempo antes su exesposo, Alfonso IX, esa misma obsesión cuando, en 1188, con apenas diecisiete años, se convirtió en el monarca de León, ya que muchos le consideraban muy joven y, además, ilegítimo. Tal consideración se debía al hecho de que el matrimonio de sus padres, Fernando II de León y Urraca de Portugal, había sido anulado por el papa en 1175, lo que conllevaba indefectiblemente que la descendencia de la pareja real pasara a considerarse ilegítima. Por si esto fuera poco, otra Urraca, ésta apellidada López de Haro, tuvo con Fernando II un hijo llamado Sancho Fernández, nacido en 1186, que había sido legitimado por medio de un matrimonio celebrado pocos meses antes de fallecer el monarca leonés. Así las cosas, y trayendo a colación de nuevo el árbol de Jesé, que hemos utilizado en la entrada anterior para hablar de la descendencia de Alfonso VIII de Castilla, estaba en juego cuál de las dos Urracas era la vara de la que había nacido el heredero legítimo del reino de León: Urraca de Portugal, madre de Alfonso Fernández de León, o Urraca López de Haro, madre de Sancho Fernández de León.

En nuestra opinión, en todas las representaciones que han llegado hasta nosotros de la madre de Alfonso IX de León, Urraca de Portugal, se muestra el empeño del rey por mostrarse como un monarca legítimo. Conservamos cuatro imágenes que creemos correspondientes a la reina madre y en todas ellas sostiene una flor  de lis o un cetro rematado con una flor, dejando claro de este modo que la madre del legítimo heredero, la rama elegida, era la suya:

- La primera es el signo que se conserva en la catedral de Zamora y que nos evoca representaciones marianas tales como la de Nuestra Señora de la Flor de Lis.


- Similar es la representación de Urraca de Portugal junto a Fernando II en el Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos. Si bien ambos sostienen un cetro vegetal, mientras el del monarca parece una flor madura, ya sin pétalos, la de la reina es una flor de lis, es decir, un lirio, en plena floración.


- Iconografía similar, esta vez en forma de árbol de Jesé, la encontramos en la sepultura que se le atribuye a la reina madre en la iglesia zamorana de Santa María de la Magdalena. También allí, custodiada por dos leones, encontramos un lirio que brota de una estilizada rama.


- La cuarta y última representación atribuida a Urraca de Portugal se encuentra en la catedral de Ciudad Rodrigo. En las esquinas de las que arranca la bóveda de la segunda de la nave central hay cuatro esculturas de las cuales dos merecen nuestra atención. Se trata de imágenes que ya fueron consideradas en el informe emitido por la Real Academia de la Historia por el que se declaró Monumento Nacional la seo civitatense en 1889. Junto a la supuesta imagen de san Francisco de Asís, fundamental para la datación de las efigies, y la del primer obispo de Ciudad Rodrigo, aparecen enfrentadas las imágenes de dos monarcas que se considera que representan a Fernando II, promotor de la catedral, y a su reina consorte, Urraca de Portugal. Por la datación de las mismas, debieron de ser colocadas en época de Alfonso IX. En línea con el Cartulario antes citado, también aquí ambos monarcas portan cetros vegetales, sin embargo, mientras el de Fernando II contiene dos adornos florales intermedios, carece de remate floral, y termina en una bola, tal vez un orbe. En cambio, Urraca sostiene un cetro rematado con una enorme flor, tan grande que se aprecia desde el suelo a pesar de la gran altura a la que están colocadas las estatuas. Como en la imagen de su sello, la reina sostiene la flor que ha engendrado en sus entrañas, es decir, al rey, Alfonso IX.







Por último, volviendo al Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos, existe otra miniatura que merece nuestra atención, la que representa a Fernando II y Alfonso IX, padre e hijo respectivamente, sedentes. Como afirma Ramón Yzquierdo Perrín, se desconoce quién es quién, sin embargo, tradicionalmente se ha entendido que “el situado a la izquierda sea, probablemente, Fernando II” (1). Ahora bien, teniendo en cuenta lo expresado en los párrafos anteriores, nos planteamos si no es más razonable pensar que éste personaje sea Alfonso IX y su padre el que vemos a su izquierda. Decimos esto porque el que para nosotros es Fernando II sostiene un cetro que, al igual que el de la catedral de Ciudad Rodrigo, remata en una bola u orbe, mientras que el que para nosotros es Alfonso IX, su heredero, sostiene no tanto un cetro como una rama que remata en una enorme flor de lis, tan ostentosa que “llega hasta el borde superior de la miniatura y pasa por delante de la arquitectura que lo enmarca” (2). Pensamos que al mostrar juntos a padre e hijo hay más preocupación por destacar el reconocimiento de Fernando II a Alfonso IX como legítimo sucesor que por mostrar la superioridad de Fernando II sobre su vástago por ser ascendiente suyo.


En definitiva, creemos que en la iconografía analizada predomina la defensa de la legitimidad propia que Alfonso IX se vio obligado defender durante su reinado. Ahora bien, de poco servirían sus esfuerzos cuando los cronistas promocionados por su exesposa Berenguela de Castilla se empeñaron en dejar bien claro que el monarca leonés había nacido de una relación incestuosa, algo que, en nuestra opinión, también se refleja en la representación que se hace de él en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, donde se cubre con aspas la bordura de su emblema, el espacio reservado para representar el linaje materno, el de Urraca de Portugal. No obstante, tanto en las crónicas castellanas como en las Claras se termina reconociendo la evidencia: que Alfonso finalmente se convirtió en monarca y, por eso, al lado de su emblema, en el grupo de tabicas en el que se representa su fallecimiento, se dispone una enorme flor de lis enlutada.




No queremos cerrar esta publicación sin dar cuenta de un descubirmiento que ha tenido lugar hace unos días durante las obras de la capilla del Salvador de la catedral de Santiago de Compostela. Se trata de dos escudos con tres flores de lis en un campo de sable. 



Emblemas recién descubiertos en la capilla del Salvador de la catedral de Santiago.

En el perfil de Facebook de la Catedral de Santiago se afirma que "Este motivo decorativo vendría motivado por el hecho de que esta capilla estaba vinculada al rey de Francia por una fundación de misas mandadas celebrar en 1372 por Carlos V de Valois, gran devoto del Apóstol". Desconocemos si existe documentación al respecto del encargo de estas misas, pero mucho nos tememos que podríamos encontrarnos ante un caso más de esos en los que, al desconocer allá por los siglos XVI y XVII a quién pertenecía un emblema antiguo, se le atribuía una representación legendaria. Si tenemos en cuenta todos los emblemas flordelisados que aparecen en la techumbre de las Claras de Salamanca, en especial un emblema con cinco flores de lis en campo de sable, y considerando además que la flor de lis representaba en la Edad Media a Cristo y por ende a los monarcas, ungidos por Dios, quizá merezca plantearse la posibilidad de que esas tres flores de lis recién descubiertas en la catedral de Santiago no tengan nada que ver con Francia y quizá sí con el posible primer emplazamiento del cuerpo de Alfonso IX, el tres veces rey, de Galicia, León y Extremadura, que recibió sepultura en la catedral de Santiago en 1230. 


Emblema con cinco flores de lis enla techumbre de las Claras de Salamanca. Pensamos que el campo de sable representa luto, del mismo modo que podría representarlo el campo de los emblemas recién descubiertos en la catedral de Santiago.

(1) Yzquierdo Perrín, R. (2012). La miniatura en Galicia en la baja Edad Media, pág. 120.
(2) Yzquierdo Perrín, R. (2012). Pág. 120.

Legítimo es el fruto de tu vientre

Hoy queremos hablar del sexo de las flores y, por qué no, del de las reinas y concubinas reales de la Baja Edad Media, pero no os confundáis...