lunes, 27 de mayo de 2024

Una techumbre flordelisada - parte II

Ya hemos advertido en entradas anteriores de lo obsesionada que estaba la reina Berenguela de León y de Castilla con el asunto de la legitimidad de su descendencia, habiendo sufrido mucho tiempo antes su exesposo, Alfonso IX, esa misma obsesión cuando, en 1188, con apenas diecisiete años, se convirtió en el monarca de León, ya que muchos le consideraban muy joven y, además, ilegítimo. Tal consideración se debía al hecho de que el matrimonio de sus padres, Fernando II de León y Urraca de Portugal, había sido anulado por el papa en 1175, lo que conllevaba indefectiblemente que la descendencia de la pareja real pasara a considerarse ilegítima. Por si esto fuera poco, otra Urraca, ésta apellidada López de Haro, tuvo con Fernando II un hijo llamado Sancho Fernández, nacido en 1186, que había sido legitimado por medio de un matrimonio celebrado pocos meses antes de fallecer el monarca leonés. Así las cosas, y trayendo a colación de nuevo el árbol de Jesé, que hemos utilizado en la entrada anterior para hablar de la descendencia de Alfonso VIII de Castilla, estaba en juego cuál de las dos Urracas era la vara de la que había nacido el heredero legítimo del reino de León: Urraca de Portugal, madre de Alfonso Fernández de León, o Urraca López de Haro, madre de Sancho Fernández de León.

En nuestra opinión, en todas las representaciones que han llegado hasta nosotros de la madre de Alfonso IX de León, Urraca de Portugal, se muestra el empeño del rey por mostrarse como un monarca legítimo. Conservamos cuatro imágenes que creemos correspondientes a la reina madre y en todas ellas sostiene una flor  de lis o un cetro rematado con una flor, dejando claro de este modo que la madre del legítimo heredero, la rama elegida, era la suya:

- La primera es el signo que se conserva en la catedral de Zamora y que nos evoca representaciones marianas tales como la de Nuestra Señora de la Flor de Lis.


- Similar es la representación de Urraca de Portugal junto a Fernando II en el Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos. Si bien ambos sostienen un cetro vegetal, mientras el del monarca parece una flor madura, ya sin pétalos, la de la reina es una flor de lis, es decir, un lirio, en plena floración.


- Iconografía similar, esta vez en forma de árbol de Jesé, la encontramos en la sepultura que se le atribuye a la reina madre en la iglesia zamorana de Santa María de la Magdalena. También allí, custodiada por dos leones, encontramos un lirio que brota de una estilizada rama.


- La cuarta y última representación atribuida a Urraca de Portugal se encuentra en la catedral de Ciudad Rodrigo. En las esquinas de las que arranca la bóveda de la segunda de la nave central hay cuatro esculturas de las cuales dos merecen nuestra atención. Se trata de imágenes que ya fueron consideradas en el informe emitido por la Real Academia de la Historia por el que se declaró Monumento Nacional la seo civitatense en 1889. Junto a la supuesta imagen de san Francisco de Asís, fundamental para la datación de las efigies, y la del primer obispo de Ciudad Rodrigo, aparecen enfrentadas las imágenes de dos monarcas que se considera que representan a Fernando II, promotor de la catedral, y a su reina consorte, Urraca de Portugal. Por la datación de las mismas, debieron de ser colocadas en época de Alfonso IX. En línea con el Cartulario antes citado, también aquí ambos monarcas portan cetros vegetales, sin embargo, mientras el de Fernando II contiene dos adornos florales intermedios, carece de remate floral, y termina en una bola, tal vez un orbe. En cambio, Urraca sostiene un cetro rematado con una enorme flor, tan grande que se aprecia desde el suelo a pesar de la gran altura a la que están colocadas las estatuas. Como en la imagen de su sello, la reina sostiene la flor que ha engendrado en sus entrañas, es decir, al rey, Alfonso IX.







Por último, volviendo al Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos, existe otra miniatura que merece nuestra atención, la que representa a Fernando II y Alfonso IX, padre e hijo respectivamente, sedentes. Como afirma Ramón Yzquierdo Perrín, se desconoce quién es quién, sin embargo, tradicionalmente se ha entendido que “el situado a la izquierda sea, probablemente, Fernando II” (1). Ahora bien, teniendo en cuenta lo expresado en los párrafos anteriores, nos planteamos si no es más razonable pensar que éste personaje sea Alfonso IX y su padre el que vemos a su izquierda. Decimos esto porque el que para nosotros es Fernando II sostiene un cetro que, al igual que el de la catedral de Ciudad Rodrigo, remata en una bola u orbe, mientras que el que para nosotros es Alfonso IX, su heredero, sostiene no tanto un cetro como una rama que remata en una enorme flor de lis, tan ostentosa que “llega hasta el borde superior de la miniatura y pasa por delante de la arquitectura que lo enmarca” (2). Pensamos que al mostrar juntos a padre e hijo hay más preocupación por destacar el reconocimiento de Fernando II a Alfonso IX como legítimo sucesor que por mostrar la superioridad de Fernando II sobre su vástago por ser ascendiente suyo.


En definitiva, creemos que en la iconografía analizada predomina la defensa de la legitimidad propia que Alfonso IX se vio obligado defender durante su reinado. Ahora bien, de poco servirían sus esfuerzos cuando los cronistas promocionados por su exesposa Berenguela de Castilla se empeñaron en dejar bien claro que el monarca leonés había nacido de una relación incestuosa, algo que, en nuestra opinión, también se refleja en la representación que se hace de él en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, donde se cubre con aspas la bordura de su emblema, el espacio reservado para representar el linaje materno, el de Urraca de Portugal. No obstante, tanto en las crónicas castellanas como en las Claras se termina reconociendo la evidencia: que Alfonso finalmente se convirtió en monarca y, por eso, al lado de su emblema, en el grupo de tabicas en el que se representa su fallecimiento, se dispone una enorme flor de lis enlutada.




No queremos cerrar esta publicación sin dar cuenta de un descubirmiento que ha tenido lugar hace unos días durante las obras de la capilla del Salvador de la catedral de Santiago de Compostela. Se trata de dos escudos con tres flores de lis en un campo de sable. 



Emblemas recién descubiertos en la capilla del Salvador de la catedral de Santiago.

En el perfil de Facebook de la Catedral de Santiago se afirma que "Este motivo decorativo vendría motivado por el hecho de que esta capilla estaba vinculada al rey de Francia por una fundación de misas mandadas celebrar en 1372 por Carlos V de Valois, gran devoto del Apóstol". Desconocemos si existe documentación al respecto del encargo de estas misas, pero mucho nos tememos que podríamos encontrarnos ante un caso más de esos en los que, al desconocer allá por los siglos XVI y XVII a quién pertenecía un emblema antiguo, se le atribuía una representación legendaria. Si tenemos en cuenta todos los emblemas flordelisados que aparecen en la techumbre de las Claras de Salamanca, en especial un emblema con cinco flores de lis en campo de sable, y considerando además que la flor de lis representaba en la Edad Media a Cristo y por ende a los monarcas, ungidos por Dios, quizá merezca plantearse la posibilidad de que esas tres flores de lis recién descubiertas en la catedral de Santiago no tengan nada que ver con Francia y quizá sí con el posible primer emplazamiento del cuerpo de Alfonso IX, el tres veces rey, de Galicia, León y Extremadura, que recibió sepultura en la catedral de Santiago en 1230. 


Emblema con cinco flores de lis enla techumbre de las Claras de Salamanca. Pensamos que el campo de sable representa luto, del mismo modo que podría representarlo el campo de los emblemas recién descubiertos en la catedral de Santiago.

(1) Yzquierdo Perrín, R. (2012). La miniatura en Galicia en la baja Edad Media, pág. 120.
(2) Yzquierdo Perrín, R. (2012). Pág. 120.

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