sábado, 25 de noviembre de 2023

Heráldica original versus Heráldica nobiliaria

El que visite la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca con ánimo de encontrar un magnífico ejemplo de “ciencia del blasón”, “ciencia heróica”, “piezas honorables” o de la significación de colores, piezas o disposiciones saldrá profundamente defraudado sin entender absolutamente nada de lo que ha tenido delante de sus ojos. De hecho, durante cincuenta años lo único que se ha dicho de su decoración heráldica es que hay cinco emblemas que se asemejan a los de los linajes salmantinos de los Varillas, los Maldonado, los Zúñiga, los Enríquez y los Tejeda. ¿Y qué pasa con toda esa gran cantidad de emblemas que queda sin identificar? Pues lo que ha pasado nos lo aclara el más prestigioso de los heraldistas españoles, Faustino Menéndez Pidal de Navascués, que tanto nos ha enseñado en estos meses. Afirma el maestro -en la página 40 de su libro Los emblemas heráldicos: novecientos años de historia- que “Quizá el rasgo más importante del sistema heráldico sea el de constituir un conjunto dinámico, en continuo cambio, que, como lengua viva, se re-crea cada vez que se usa, porque hasta la época de decadencia se usaba como expresión espontánea, no como reconstrucción arqueológica”. Solamente teniendo en cuenta estas palabras de Menéndez Pidal de Navascués puede explicarse la presencia de una chova piquirroja junto al castillo de Alfonso VIII en la decoración de nuestra techumbre salmantina. Lo que vemos es producto de la motivación personal de la mecenas de esta obra, que decide colocar esos dos emblemas precisamente en el interior de una iglesia, con el deseo de recordar al individuo identificado con el ave más por sus valores que por su linaje, primando así el aspecto emocional, espiritual y cultural frente al de la estirpe.


Un libro fundamental para comprender lo que fue la Heráldica en sus orígenes, que poco tenía que ver con la ciencia del blasón que conocemos hoy en día. 


La hija, Berenguela, se nos presenta por medio de dos emblemas, uno que representa el poder político de su padre, Alfonso VIII, como rey de Castilla y otro que nos habla de su madre, promotora del culto a santo Tomás Cantuariense y depositaria de valores cristianos. Este es su linaje y así lo quiere representar en esa parte del arrocabe. 


En otro punto del arrocabe la reina Berenguela representa a sus padres de modo diferente, ella no está sujeta a la estricta normativa de la Heráldica nobiliaria que se inventará siglos después. El padre sigue representado por su castillo de oro, pero ahora el campo del emblema ya no es rojo, sino negro, ya que está de luto por su hija pequeña Mafalda. La madre, por supuesto, también está de luto, no tiene el campo rojo de los Plantagenet, pero ahora ya no se la representa con la chova piquirroja de santo Tomás, sino con el león de los Plantagenet-Aquitania ya que las circunstancias representadas son otras. 

Porque lo de describir la parte puramente formal de las armerías, descomponiéndolas en piezas, figuras y colores es algo que se comenzó a hacer en los siglos XVII y XVIII, estableciéndose así una ciencia del blasón que no es más que, también en palabras de Faustino Menéndez Pidal de Navascués, “una disciplina abstracta y especulativa, separada del hombre y de su historia.”


León púrpura sobre campo de plata con una bordura de gules cargada con ocho castillos de oro. Así se describiría este emblema según la ciencia del blasón, pero poco importa eso en nuestra techumbre, donde lo que cuenta es que el emblema representa a una persona perteneciente a un linaje y sus circunstancias, en este caso al infante Fernando, hijo de Berenguela de Castilla y Alfonso IX de León, reconocido como heredero legítimo de su padre en el año 1218.

También afirma el sabio profesor que el desarrollo del sistema heráldico fue más intenso y con caracteres particulares más acusados en dos áreas concretas:

- La del Canal de la Mancha, con la Inglaterra de los primeros Plantagenet y los dominios del rey y los nobles de Francia. Aquí los escudos de armas se insertan en la corriente de pensamiento caballeresco y del Amor Cortés que emana de la corte de Leonor de Aquitania y constituyen su expresión gráfica, por medio de la cual no se pretende representar un linaje, sino evocar a la persona titular de las armas, es decir, un emblema corresponde a un solo individuo, justamente lo que vemos nosotros en la techumbre de las Claras.


Emblema cuartelado en sotuer que representa a la reina Berenguela y sus circunstancias. Obligada a separase de su esposo, el rey de León, no puede presentarse a su lado, aunque todavía lo ama, por eso actúa como una víctima del Amor Cortés y se esconde tras un original emblema que no encontraremos en otro lugar ya que está diseñado específicamente para esta techumbre y no representa a linaje alguno. 

- La Castilla regida por Alfonso VIII, Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, inmersa en la Cruzada contra los musulmanes de Al-Ándalus. En esta área predominan los valores decorativos, estéticos y las pautas repetitivas de los emblemas en línea, que es precisamente la que nos encontramos en la techumbre, y en redes de cuadrados u octógonos.


Fernando III de Castilla proclamado rey de León en 1230. Emblemas repetidos y colocados en línea con intención decorativa de acuerdo con el carácter particular heráldico castellano.

No os podéis imaginar la enorme satisfacción que pudimos sentir al leer esta argumentación, la de un verdadero experto, en fechas posteriores a haber hecho pública nuestra interpretación del conjunto heráldico de las Claras de Salamanca. Porque no en vano nosotros afirmamos que en esta techumbre lo que hay es una crónica histórica visual de cómo los reinos de León y de Castilla llegaron a tener un único rey, Fernando III, gracias a la calidad humana y política de su madre, la reina Berenguela, precisamente hija de Alfonso VIII y nieta de Enrique II Plantagenet y Leonor de Aquitania. Don Faustino, desgraciadamente, no llegó nunca a ver la techumbre al completo, nos consta que vio fotografías de algunos emblemas por separado, de otra forma hubiera atado cabos y se hubiera dado cuenta de que esta maravillosa obra de arte conservada en un convento salmantino era la respuesta a todas sus preguntas y la prueba definitiva de que sus teorías, desarrolladas tras tantos años de estudio, eran ciertas.


Don Faustino Menéndez Pidal de Navascués, académico y director honorario de la Real Academia de la Historia, así como Director de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

Lamentablemente la Heráldica nobiliaria triunfó no solamente porque fuera la más cercana a nuestro tiempo, sino también porque trató de borrar la tradición heráldica anterior para así poder afirmar cosas tales como que éstas son las armas de mi familia no desde el siglo XVI, sino desde el siglo X, y además descendemos del mismo Hércules venido a la península ibérica a robarle los bueyes al gigante Gerión. Por entonces para nada importaba que en la época en la que se sitúan las leyendas familiares ni siquiera existiera todavía la Heráldica, que desde luego no se había inventado todavía en los tiempos de los supuestos antepasados heróicos de familias como los Maldonado o los Varillas. El caso era inventarse un pasado, crearse un linaje como elemento diferenciador y como la justificación de unos privilegios, un auténtico ejercicio de soberbia y una práctica descarada de la ley del embudo. En definitiva, una farsa que, incomprensiblemente, se sigue manteniendo con las ideas de realeza, hidalguía y nobleza o con la ingenua creencia de que por tener el mismo apellido que un linaje nobiliario perteneces a él y, por lo tanto, tienes el derecho de colocar las armas de esa familia a la puerta de tu casa.

Estamos convencidos de que en esta techumbre se reflejan los dos principales caracteres de la Heráldica original, los de Aquitania y los de Castilla, y se da la casualidad de que la reina Berenguela era hija de esos dos territorios en los que se utilizaron tempranamente los emblemas. Además, los documentos fundacionales del convento de Santa Clara son bulas papales dirigidas a Fernando III de León y de Castilla, hijo de Berenguela, cuyas vicisitudes vividas para convertirse en monarca leonés son las que afirmamos que se cuentan en la techumbre por medio de emblemas heráldicos. A estas dos circunstancias hay que sumar, además, que en el arrocabe trasero de la armadura se representan territorios y mujeres del imperio Plantagenet-Aquitania, precisamente el imperio donde nació la Heráldica en el siglo XII.


Emblema situado en el arrocabe trasero de la techumbre. No es el emblema de los Tejeda salmantinos, representa a Isabel de Angulema, esposa de Juan sin Tierra, tío de Berenguela y rey de Inglaterra, y sus circunstancias, las de mostrarse de luto por medio del esmalte azul y el metal oro por el fallecimiento de su suegra, Leonor de Aquitania.

Como dijimos al comenzar a escribir este Blog: “les exponemos los hechos que indican en una dirección, ustedes serán el jurado”. Pero no tarden mucho, porque, si tuviéramos razón, quién sabe, y aunque doctores tiene la Iglesia, la decoración de esta techumbre sería algo único por su datación en fechas en torno a mediados del siglo XIII y por tratarse de una crónica histórica visual realizada en la Edad Media.


Emblema situado en la parte central del arrocabe trasero y, por lo tanto, frente al altar. Representa a una persona concreta perteneciente a un linaje y sus circunstancias, tal como nos dice Menéndez Pidal de Navascués que se hace en la Heráldica primitiva que nace en Aquitania. Precisamente aquí se trata de la abuela de la reina Berenguela, Leonor de Aquitania, representada con una banda de oro por su fallecimiento en 1204 y con dos flores de lis por haber sido reina de Francia primero y luego de Inglaterra. El esmalte gules y el metal oro son los propios de la dinastía Plantagenet-Aquitania. 

Y los que han visto muchas techumbres, tengan en cuenta, por favor, que ésta del convento de Santa Clara de Salamanca tiene apenas siete centímetros de espesor en sus pares, a ver si eso les dice algo, que nosotros nada sabemos de la carpintería de lo blanco. Lo que sí tenemos claro, en palabras tambíén de Menéndez Pidal de Navascués, es que: "No se estudia lo que no se comprende y no se comprende lo que no se estudia".


Esto jamás se hubiera dado en la Heráldica nobiliaria, puesto que no tiene sentido colocar en el mismo lugar las armas de un mismo linaje con colores diferentes en el campo. Pero esto sí se da en esta techumbre y se puede dar porque aquí no se representa a la familia Maldonado, sino a una persona perteneciente a un linaje en circunstancias diferentes. En concreto se trata de la reina madre de León en 1204, Urraca de Portugal, con el campo rojo cuando esperaba el enlace de su nieto Fernando con la infanta castellana Mafalda y con el campo negro mostrando luto en el sepelio de la misma infanta, "que murió por casar", celebrado en la Catedral Vieja de Salamanca.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...