jueves, 30 de marzo de 2023

No hubo otra que tan perfecta fuera en todas sus obras

El compromiso del nieto de Berenguela, el infante Alfonso, con Violante de Aragón, alcanzado en 1243, es el último episodio de la historia del reino de León que nos cuentan los emblemas del arrocabe de la techumbre.

Poco sabemos de cómo vivió Berenguela sus últimos diez años de vida. Parece que pasó largas temporadas en Toledo, dirigiendo los asuntos del reino mientras su hijo Fernando lideraba la Cruzada en la península Ibérica. La reina vivía durante la conquista de Córdoba en 1236 e incluso durante la de Jaén en 1246, pero no pudo llegar a conocer una Sevilla cristiana ya que esta ciudad fue tomada en el año 1248.


Enfrentamiento entre cristianos y musulmanes representado en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio.


El infante Alfonso de Molina, hermano de Fernando III, en una batalla contra los musulmanes. Detalle de las pinturas que se conservan en el Monasterio de Valbuena (Valladolid).

La reina madre nunca se separó del rey de Castilla y de León, cuya salud había sido frágil desde que era un niño, y mantuvo siempre la corte lo más cerca posible de los lugares donde se libraban las batallas contra los musulmanes. Entre abril y mayo de 1245 reclamó la presencia del rey para poder pasar seis semanas con él. En los documentos expedidos desde entonces Fernando se refirió a su madre con las palabras “la reina reinante”, como si no quisiera dejar lugar a dudas de su posición como gobernadora del reino hasta el final. Se sabe que Berenguela viajó de Toledo a Burgos, donde falleció el 8 de noviembre de 1246 en el Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas, que había sido fundado por su madre, Leonor Plantagenet, como panteón real.


Almohada que se encontró en el sepulcro de la reina Berenguela. Confeccionada en el reino nazarí de Granada, tiene bordada las palabras "No hay más divinidad que Dios" alrededor del medallón central. En ambas bandas, también en árabe, aparecen las palabras "La bendicion perfecta". Los colores son rojo y oro, como los de los emblemas que aparecen en el lienzo en el que creemos que se representa la muerte de la reina Beatriz de Suabia, primera nuera de Berenguela. 

Alfonso X relató que, cuando Fernando se enteró de la muerte de la reina, estando él en Sevilla, sintió “gran dolor, porque perdió tal madre, cual nunca rey en su tiempo otra perdió, que tan perfecta fuese en todas sus obras”.

Nosotros no podemos deciros cuándo, cómo ni por qué la reina Berenguela mandó pintar todo este programa iconográfico en el Real Convento de Santa Clara de Salamanca, otros vendrán con más conocimientos y experiencia que nosotros. Sin embargo, el exquisito detalle con que cuenta ciertos aspectos de su vida, ese afán de presentarse de incógnito para reivindicar donde ella debería haber estado y no pudo estar y el arrocabe trasero de la armadura, donde vemos emblemas ingleses y aquitanos, hacen casi imposible pensar que no fue ella la que planeó esta decoración.

El documento más antiguo que se conserva en el archivo del convento de Santa Clara de Salamanca es del 4 de enero 1238. Por medio de una bula el papa Gregorio IX le pide al rey Fernando III amparo para las religiosas de Santa María de Salamanca, de la Orden de las Damianitas, antecesoras de las Clarisas. No deja de resultar curioso que Fernando III sea oficialmente el primer monarca protector del convento y que precisamente uno de los episodios más relevantes narrados por los emblemas del arrocabe de la techumbre sea cómo éste llegó a ser rey de León bajo los auspicios de su madre, Berenguela la Grande, que en ese año de 1238 correinaba junto a él.


Además sabemos que:

- el 12 de enero de 1238 el papa Gregorio IX concedió por medio de una bula veinte días de indulgencia y perdón a todos los fieles que contribuyeran con su ayuda y limosnas a la construcción del nuevo convento, con sus dependencias e iglesia. 

- el 31 de enero de 1238 el mismo papa pidió al obispo de Salamanca, don Martín, que consagrara la iglesia del convento en cuanto ésta estuviera terminada. 

- el último acontecimiento que se representa en el artesonado es el compromiso con Violante de Aragón, alcanzado hacia 1243;

- el 30 de mayo de 1244 el papa Inocencio IV envió una bula a la abadesa y a las monjas para que "en tiempo de entredicho general puedan celebrar los divinos oficios en su iglesia, sin solemnidad externa y a puerta cerrada".

- el 5 de agosto de 1245 el papa Inocencio IV publicó una bula exhortando a todos los fieles a colaborar con toda clase de limosnas y ayudas a la edificación de la nueva iglesia del convento;

- la reina Berenguela viajó por última vez de Toledo a Burgos en 1245;

¿Sería la techumbre de la iglesia parte de la respuesta de Berenguela a las solicitudes del papa? ¿Aprovecharía su último viaje para pasar por Salamanca junto a su nieta política Violante y dejar en esta nueva iglesia reflejada su historia? ¿Decidió que, antes de retirarse de la vida pública, tenía que venir a la ciudad de la que fue señora, en el reino de León, el de su esposo, a decir su última palabra? La ciudad de Salamanca, en territorio leonés, fue un nexo de unión entre ambos y, a la vista de los emblemas que exhibe el arrocabe de la techumbre, fue mucho más importante para Berenguela de lo que jamás hemos imaginado.

¿Por qué las Clarisas, si la reina y su familia siempre promocionaron el Císter? No lo podemos saber, lo cierto es que, tras ella, fueron muchas las mujeres de la realeza que siguieron la regla de santa Clara y dieron apoyo a la congregación en los reinos de León y de Castilla, destacando en ello, precisamente, Violante de Aragón. Tal vez Berenguela tuvo más que ver en la fundación del Convento de Santa Clara de Salamanca de lo que nunca hemos pensado o, quién sabe, quizá tan solo eligió ese convento por estar cerca de un templo dedicado al santo inglés protector de su linaje, aquel cuya devoción le transmitió su madre: santo Tomás Cantuariense, el santo de la chova piquirroja.


Icono en el que se representa a santo Tomás de Canterbury, conocido en los reinos de León y Castilla como santo Tomás Cantuariense.

miércoles, 29 de marzo de 2023

Violante de Aragón

Como ya contamos en la entrada anterior, la preocupación por la conducta moral de su hijo, el rey Fernando, había urgido a Berenguela a encontrarle esposa lo antes posible, habiéndose solucionado el asunto con celeridad en dos ocasiones. Sin embargo, no iba a resultarle tan fácil encarrilar a su nieto, el futuro Alfonso X el Sabio ya que, con varias relaciones anteriores y una hija ilegítima en su haber, el díscolo infante mantendría sus intenciones de seguir procreando fuera del matrimonio aun con un compromiso matrimonial contraído.

En cualquier caso, tras dos intentos fallidos de concertar un matrimonio para el infante, Berenguela entró en negociaciones con el exmarido de su hermana Leonor, el rey Jaime I de Aragón, y allá por la primavera de 1243 se alcanzó un acuerdo para casar al infante Alfonso con la infanta Violante (1236-1301), hija del monarca aragonés. El acuerdo estuvo a punto de romperse durante las posteriores negociaciones del Tratado de Almizra, sin embargo, otra mujer, Violante de Hungría, la madre de la prometida, medió entre el rey Jaime I y el infante Alfonso, que actuaba en nombre de su padre y de su abuela, y logró que se alcanzara finalmente el acuerdo entre los dos reinos, que se firmó el 26 de marzo de 1244.


Plafón cerámico del Tratado de Almizra en la Torre del Conjurador del municipio alicantino Campo de Mirra.

La novia contaba con siete años cuando se acordó el compromiso y el novio con veintidós, por lo que hubo que esperar un  largo tiempo hasta que se formalizaran el contrato matrimonial el 26 de noviembre de 1246, dieciocho días después de la muerte de Berenguela, y la boda, que se celebraría el 29 de enero de 1249.


Lienzo de Violante de Aragón en el arrocabe derecho de la iglesia. En el lineal superior podemos aún ver el emblema que representa a Fernando III de Castilla y de León, que de esta manera da su visto bueno al Tratado de Almizra, firmado por su hijo Alfonso y por Jaime I de Aragón.


El reflejo del lienzo anterior en el arrocabe izquierdo de la iglesia.

La representación del acuerdo de paz y matrimonio de los reinos de Castilla y de León con el reino de Aragón se plasmó en el lineal inferior del séptimo lienzo en ambos lados de la armadura. En dichos lineales podemos ver 
cuatro emblemas repetidos dos a dos que representan:

- Las armas de Jaime I de Aragón: dos palos de gules (rojo) en campo de oro. Puede sorprender que sean solamente dos palos pero hay que tener en cuenta que por aquel entonces no se había fijado todavía el número de palos de este emblema.



Sello de Jaime I de Aragón, padre de Violante. En aquel tiempo el escudo de Aragón se representaba indistintamente con dos, tres, cuatro o seis barras. 

- Unos emblemas que, dentro de una cruz muy elaborada, representan un pequeño león púrpura en campo de plata, representando así al heredero del reino de León, el futuro Alfonso X, que se uniría en matrimonio con la hija del rey de Aragón, Violante, una alianza clave para el avance de los cristianos frente a sus enemigos musulmanes. 


Desde Fernando III era costumbre que el heredero de las coronas de León y de Castilla regentara los territorios del reino de León a modo de aprendizaje antes de llegar realmente a gobernar los dos reinos. De ahí que a su hijo, el príncipe Alfonso, futuro Alfonso X, se le represente en el arrocabe de la techumbre con las armas plenas del rey de León, pero en un formato reducido ya que todavía no es el rey, aunque administra ese reino en nombre de su padre.

Por último, en el arrocabe izquierdo, el lienzo superior sigue representando, entre las regias flores de lis, los emblemas cuartelados de Berenguela en los que el sitio de los leones lo ocupa la cruz latina hueca y negra. El alma de Berenguela sigue de luto a pesar de la alegría del compromiso alcanzado para su nieto.



Unos años más tarde, ya convertida Violante en reina de León y de Castilla, el papa solicitaría su intercesión y la de su hija Berenguela en favor de las hermanas clarisas de Salamanca. A cambio del apoyo real, el papa le otorgaría a Violante el derecho de visitar el convento acompañada de otras damas. Serían esas visitas y apoyos los que convertirían al convento de Santa Clara de Salamanca en uno de los más importantes y boyantes de todo el reino.

Y quizá fuera la reina Violante o una de sus acompañantes, o alguna descendiente suya, la que trajo al convento una preciosa caja de madera que se puede ver expuesta frente al mostrador de la entrada al museo, donde tan eficiente y amablemente desempeñan su labor Carmen, Mercedes y Natalia. De esa caja hablaremos más adelante...

Juana de Ponthieu, la segunda esposa de Fernando III

Fallecida la reina Beatriz de Suabia, urgía encontrar una nueva esposa para Fernando. De nuevo la integridad moral del rey corría el riesgo de quedar en entredicho, si éste, en su viudedad, se abandonaba a los placeres de la carne. Así que, una vez más, Berenguela se encargó de buscarle una esposa, en esta ocasión con la ayuda de su hermana Blanca, la reina de Francia.

La noble francesa Juana de Ponthieu había estado prometida e incluso casada por poderes con Enrique III de Inglaterra, siendo éste un matrimonio que perjudicaba los intereses de Francia ya que ponía en riesgo su hegemonía sobre los territorios dependientes del ducado de Normandía. Debido a esto, la reina Blanca se implicó de lleno en lograr la anulación de ese matrimonio antes de que se consumara. La moneda de cambio fue la promesa de un matrimonio con el recientemente viudo rey de Castilla y de León, Fernando III, su sobrino. 

Los esponsales de Fernando y Juana se celebraron en Burgos en octubre de 1237. Cinco hijos nacieron de este segundo matrimonio, de los que fallecieron los dos más pequeños. De nuevo la reina de Castilla y de León se pasó la mayor parte de sus días viajando junto a su esposo, acompañándolo en sus campañas militares contra los musulmanes. 

El biógrafo de Berenguela, Salvador Martínez, aventura que la relación con la segunda esposa de su hijo no fue tan buena como la que mantuvo con la primera, dado que la nueva consorte "parece que tenía ciertas aspiraciones" que llevaron a Fernando, tal vez a petición de Berenguela, a firmar los diplomas de esa época remarcando que los aprobaba junto con su madre, "la reina reinante", es decir, dejando claro que Juana carecía de poder alguno. De hecho, la representación de Juana en el arrocabe puede ser precisamente un buen reflejo de dicha tirantez.

Los lienzos que ocupan a ambos lados el sexto lugar, empezando a contar desde el arrocabe trasero, representan a la segunda esposa de Fernando III. En el arrocabe derecho se representa a Juana con un emblema cuartelado que tiene:

- en los cuarteles primero y cuarto un palo de gules en campo de plata; 

- en los cuarteles segundo y tercero cinco roeles de sable en campo de plata. 

Interpretamos que la representación de la reina Juana se realiza con un cuartelado que refleja que ella por sí sola no representaba nada para Berenguela, es decir, la nueva reina consorte solamente tenía algún valor por estar casada con el rey Fernando III y por la descendencia que ambos tenían en común. El palo de gules representaría a Fernando y los cinco roeles a los hijos habidos en el matrimonio.


Lienzo de la reina Juana de Ponthieu en el lado derecho de la iglesia. 

La utilización de roeles para representar a la descendencia la encontraremos en otro emblema de la techumbre y, si contamos el número de roeles que aparecen en los distintos emblemas, nos viene a la mente lo ocurrido con los hijos de Juana y Fernando.


Palos de gules que creemos que representan a Fernando III y cinco roeles, es decir, los cinco hijos habidos en su segundo matrimonio.

Tres roeles, es decir, tres hijos, han muerto dos, y el palo se inclina en barra y en banda para representar la muerte de estos últimos.

En el lateral izquierdo el palo del primer cuartel se convierte en barra (diagonal inversa a la banda) y en el cuarto cuartel en banda. Del mismo modo, el número de roeles no es constante ya que, de los cuatro emblemas, si seguimos la línea del tiempo que impone la decoración de la techumbre, el primero tiene tres, el segundo cinco y los dos últimos de nuevo tres. Sería ésta una forma de representar la muerte de los dos hijos menores: tenía tres, nacieron dos más, fallecieron estos últimos y quedaron tres de nuevo. Asimismo, la inclinación del palo representaría el duelo por esos fallecimientos. Observemos que no aparece una banda completa ya que no fallece Fernando (al que representa el palo), sin embargo, equipara el dolor por la muerte de los hijos al fallecimiento propio, a quedar "medio muerto".

Los armoniales franceses representan el emblema del condado de Aumale, ostentado por Juana de Ponthieu desde el año 1239, con una banda de gules que contiene tres roeles de oro (bezantes) en campo de plata, apareciendo estas mismas armas en el cuartelado con castillos que utilizó su hijo Fernando. Las similitudes entre el escudo de dicho condado y el emblema cuartelado con roeles, banda y barra que vemos en el arrocabe de la techumbre son tan evidentes que no nos cabe duda de que se representa aquí a la segunda esposa de Fernando III de Castilla y de León; además, el emblema aparece donde cronológicamente corresponde: entre el fallecimiento de Beatriz de Suabia (1235), primera esposa de Fernando III, y el compromiso con Violante de Aragón para casarse con el heredero de los reinos de León y de Castilla, el futuro Alfonso X (1240/1243). Lo que no podemos asegurar es si Berenguela se sirve de un emblema preexistente para representar a Juana como desea, como el resultado de su hijo más sus nietos, o si el emblema de Juana y su hijo Fernando de Aumale nacieron de un compendio basado en el que empleó Berenguela para representar a su nuera en la armadura.


Lienzo de la reina Juan de Ponthieu en el arrocabe izquierdo de la iglesia.


Escudo de Juana como condesa de Aumale.


Armas del conde Fernando de Aumale, hijo de Ferando III de Castilla y de León y de Juana de Ponthieu.

En la parte superior del lienzo tenemos:

- A la derecha emblemas de Castilla y León cuartelados en sotuer e intercalados con flores de lis. Este lineal es una copia idéntica del lineal superior del lienzo "Berenguela la Grande", lo que nos indica que por encima de la reina consorte, Juana, estaba la reina madre, la verdadera reina reinante.



- A la izquierda, en el lado donde Berenguela representa su estado interior de luto ante tanta pérdida de seres queridos, aparecen de nuevo los emblemas cuartelados en cruz de Castilla y de León en los que el espacio de león se ocupa por las ya conocidas cruces latinas huecas y de color negro.

lunes, 27 de marzo de 2023

La buenísima, bella, sabia y modesta Beatriz de Suabia

Coronado Fernando III como rey de Castilla en 1217, a su madre, Berenguela, le urgía encontrar una esposa para el nuevo monarca, principalmente por dos motivos: el primero y fundamental su preocupación al respecto de la conducta moral del rey y, en segundo lugar, se trataba, una vez más, de implementar las relaciones con otros reinos cristianos cara a la futura candidatura del rey castellano al trono leonés. Por último, era muy importante concertar un matrimonio que no corriera la misma suerte que el de Berenguela y Alfonso IX, la nulidad, y eso no era sencillo ya que Fernando estaba emparentado con todas las familias titulares del resto de reinos cristianos peninsulares.

La candidata elegida, que cumplía con todos los requisitos, fue Beatriz de Suabia, prima del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II Hohenstaufen, bajo cuya tutela se encontraba. Tenía doble ascendencia imperial puesto que era nieta de Federico I Barbarroja por parte de padre y del emperador de Bizancio por parte de madre. Tras la las negociociones llevadas a cabo en 1218 en la corte del Sacro Imperio por una delegación diplomática castellana, encabezada por el obispo de Burgos, don Mauricio, encargado de negociar el concierto matrimonial, la novia viajó a Castilla en 1219, previo paso por París para visitar a la reina de Francia, Blanca de Castilla, la tía carnal de su prometido.

Cuentan las crónicas que Berenguela salió a recibir a la novia en el camino y la acompañó hasta Burgos, donde se celebraron los esponsales el 30 de noviembre de 1219, día de San Andrés. El cronista Rodrigo Jiménez de Rada describió a la princesa germana como “buenísima, bella, sabia y modesta” y parece que esa misma impresión causó la joven doncella a los nobles de reino y a la propia Berenguela.

La pareja real congenió, sin embargo, diez partos en catorce años y los constantes viajes acompañando al rey, del que nunca se separó, debieron hacer mella en la salud de Beatriz y, parece que, a consecuencia del último parto, falleció en Toro a los treinta y siete años el 5 de noviembre de 1235.


Los reyes Fernando III y Beatriz de Suabia representados en el claustro de la catedral de Burgos. 

Sin duda, la representación de la reina Beatriz de Suabia en el arrocabe de la armadura de la iglesia debió de ser un asunto problemático. Dada la buena relación que mantenía con Berenguela y su cualidad de reina y madre del heredero, el futuro Alfonso X, había que representarla por fuerza en esta techumbre en la que varias mujeres de la realeza leonesa y castellana tienen un papel tan destacado. Sin embargo, puesto que Fernando III contrajo segundas nupcias, la representación de dos esposas en igualdad no habría sido correcta. A Beatriz había que representarla como fallecida, y eso es precisamente lo que se muestra en los lineales superior e inferior del quinto lienzo a ambos lados de la iglesia: una escena funeraria representada con emblemas.


En el lineal inferior se muestran cuatro emblemas con una banda de sable (negro) en un campo de plata (blanco). Al salmantino conocedor de la Heráldica de su ciudad este emblema ha de recordarle por fuerza al escudo de los Zúñiga, pero sin la bordura de cadenas que le acompaña. Sin embargo, este linaje adoptó su blasón muchos años después de lo que parece narrar este conjunto iconográfico. Así las cosas, lo que realmente tenemos delante es la representación, por medio de un emblema, de Beatriz de Suabia fallecida y para ello se utiliza un recurso que aparece en otro importante emblema de la techumbre y que conoceremos más adelante: se toma el emblema de una persona y, para representarla como fallecida, se respetan los colores de campo y figura, pero se transforma ésta última en una banda.

El escudo personal de Beatriz tenía un águila de sable en campo de plata. De esta manera su emblema como reina fallecida es una banda negra, que sustituye al águila de su linaje, sobre campo blanco. Es curioso que los Zúñiga adoptaron este escudo en señal de duelo por la muerte de San Luis de Francia y Teobaldo II de Navarra, sin embargo, en el arrocabe de esta armadura no expresa duelo por alguien, sino, directamente, el fallecimiento del personaje representado por el emblema.



En el lineal superior observamos un recurso ya utilizado en el lienzo que representaba la muerte de Alfonso IX de León: unos palos de oro y gules a modo de tapices y que podrían representar las telas con las que se solían cubrir los sarcófagos, llamadas alcatifas o reposteros, o incluso a los plañideros que, con largas ropas rayadas, se encargaban de que no cesaran los lamentos por el difunto. Los colores rojo y oro seguramente representen los de la alcatifa con la que se cubrió el sarcófago de la reina Beatriz en Las Huelgas de Burgos. De hecho, en el interior de su segunda y definitiva tumba, que se encuentra en la catedral de Sevilla, se encontraron su camisa funeraria blanca, adornada de oro y rojo, y unos brocados rojos y telas doradas que envolvían el cuerpo.


Emblema que podría representar la alcatifa con la que se cubrió el sarcófago de la reina Beatriz de Suabia durante su funeral en Las Huelgas de Burgos. 


Sepulcro de la reina Beatriz de Suabia en la catedral de Sevilla. Alfonso X ordenó trasladar su cuerpo desde Burgos en 1279 para que sus padres reposaran juntos en la ciudad que el rey Fernando III le había arrebatado a los musulmanes en  el año 1248.

Por ello, si pensamos que en la parte superior hay plañideros y/o alcatifas y en la parte inferior una fallecida, entonces nos encontramos en este lienzo frente a una de esas escenas funerarias con las que se suelen adornar tantas y tantas sepulturas medievales.


Tablas de hacia 1295 procedentes de la ermita de San Andrés de Mahamud, en la provincia de Burgos, que corresponden al cortejo funerario del ataúd pintado del caballero Sancho Sáiz de Carrillo. Se conservan en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

En el arrocabe del lado izquierdo el lienzo que representa a Beatriz de Suabia fallecida está flanqueado por dos dibujos que parecen representar las alas de un ángel. 



No nos cabe duda de que una mujer tan virtuosa, nuera de la reina Berenguela, mereció ser representada a la hora de su muerte con una elevatio animae directa al Cielo, sin pasar por el Purgatorio, algo que vemos representado en sepulcros medievales labrados en piedra o tallados en madera y que aquí se representa de esta manera tan original. 


Elevación del alma de Urraca de Portugal, suegra de Berenguela, labrada en su sepulcro, conservado en la iglesia de Santa María Magdalena de Zamora.


Arriba a la derecha elevación del alma de Leonor Plantagenet, madre de Berenguela de León y de Castilla, tallada en su sepulcro, que se conserva en el monasterio de Las Huelgas (Burgos).  

Negociación política y alianzas matrimoniales

Los estudiosos de Berenguela y de su correinado con Fernando III destacan la habilidad que demostraron tanto la madre como el hijo para solventar los problemas internos y externos, evitando en todo momento el derramamiento de sangre debido a las luchas entre cristianos. Fueron capaces de otorgar beneficios a quienes podrían haberles ocasionado dificultades sin que, por ello, se sintieran menospreciados los que siempre les fueron fieles. No es que les temblara la mano o renunciaran a tomar las armas cuando era necesario: persiguiendo a los delincuentes, en la lucha contra los musulmanes o cuando se tuvieron que defender los derechos de Castilla frente a la Casa de Lara, pero prefirieron agotar todas las posibilidades antes de recurrir a la violencia. “Paz y bien” reza el lema franciscano bajo cuya regla vivieron las religiosas de Santa Clara; Berenguela conoció los estragos y el hambre que la guerra había provocado a ambos lados de la frontera entre los reinos de León y de Castilla, por eso siempre fue una mujer de talante negociador en busca de “paz y buena olla” dentro de sus dominios.

En consecuencia con esta política negociadora, las alianzas matrimoniales propuestas desde el reino de Castilla fueron fundamentales incluso durante la partida de ajedrez jugada por la sucesión leonesa. Una forma de hacer política en la que la abuela de Berenguela, Leonor de Aquitania, fue una verdadera maestra hasta el final de sus días en 1204.

Cuando se plantea el problema de la sucesión leonesa el reino de Castilla mantiene relaciones de parentesco con:

- La dinastía Plantagenet, iniciada con Enrique II de Inglaterra, abuelo materno de Berenguela de Castilla.

- El rey de Francia, Luis VIII, casado con Blanca de Castilla, hermana de Berenguela, un matrimonio acordado por Leonor de Aquitania, abuela de ambas.


Coronación de Luis VIII de Francia y Blanca de Castilla.


Castillos y flores de lis en la Santa Capilla de París, construída para albergar las reliquias adquiridas por el rey San Luis IX de Francia, sobrino de Berenguela de Castilla.

- El rey de Portugal, Alfonso II, casado con Urraca de Castilla, otra hermana de Berenguela.

- El rey de Aragón, Jaime I, con quien la propia Berenguela negoció, tras fallecer sus padres, el matrimonio con su hermana pequeña, Leonor.

Por si esto fuera poco, Alfonso IX, en un intento de casar a una de sus hijas, probablemente para poder facilitar un eventual reinado de una de ellas, decidió convocar en 1224 a Juan de Brienne, rey de Jerusalén, que terminaría siendo emperador de Constantinopla. Pues bien, el caso es que parece ser que, a su paso por Francia de camino a León, Blanca de Castilla impelió al monarca jerosolimitano a entrevistarse previamente con su hermana Berenguela. Dicen los cronistas que, "movida por la prudencia y para evitar males mayores", la reina Berenguela le ofreció al rey de Jerusalén el matrimonio con su hija pequeña, homónima suya. De esta forma, cuando Juan de Brienne entró en tierras leonesas, lo hizo con un compromiso matrimonial con Castilla, que se haría efectivo unas semanas más tarde. Berenguela consiguió así evitar el matrimonio de una las hijas de Alfonso IX y, al mismo tiempo, emparentar con un monarca oriental, una jugada maestra.

Así las cosas, se entiende que el historiador Georges Martin afirme que “difícilmente se podía apretar más la malla (del reino de León) ni extender más allá la red de matrimonios de la dinastía castellana”.

En este juego de alianzas forjadas por Berenguela nos falta hablar de los dos matrimonios de Fernando III y del compromiso matrimonial de su nieto, Alfonso, que fue probablemente la última decisión política de la reina. Pues bien, los tres últimos pares de lienzos del arrocabe de la techumbre, enfrentados a derecha e izquierda, reflejan estas circunstancias, y a ellos dedicaremos las tres entradas siguientes.


Alfonso X el Sabio, cuya abuela Berenguela concertó su matrimonio con la princesa Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador.

domingo, 26 de marzo de 2023

Dos coronas para un único rey

La aceptación papal en 1218 del Tratado de Cabreros supuso un fuerte espaldarazo a favor de Fernando III de Castilla que, tras heredar en 1217 el trono que había pertenecido a su abuelo Alfonso VIII y luego a su tío Enrique I, aspiraba a heredar el de su padre también. Sin embargo, Alfonso IX no parecía estar muy por la labor de que León y Castilla se unieran bajo un mismo rey, así que empezó a mostrar ciertas intenciones de dejar el reino leonés en manos de las hijas de su primer matrimonio, Sancha y Dulce. Así las cosas, algunos nobles comenzaron a mostrar abiertamente su apoyo a las infantas, convirtiéndose la ciudad de Zamora en el bastión principal de los partidarios de las mismas. En todo caso, a pesar de estos apoyos, con la venia papal al Tratado de Cabreros y la legitimidad de Fernando III de Castilla como hijo del rey de León, Sancha y Dulce lo tenían todo en su contra: su padre nunca las llegó a nombrar herederas expresamente, eran consideradas hijas ilegítimas por la anulación del matrimonio de sus padres, no tenían reinos aliados como sí los tenía Castilla y, por último, eran mujeres solteras, por lo que León no hubiera tenido rey, sino reina, algo que la nobleza no iba a aceptar de buen grado. De hecho, en Castilla la reina Berenguela, que no tenía rey desde la nulidad de su matrimonio, se había visto forzada a ceder primero la regencia de su hermano y después su propia corona en 1217.

No obstante, fallecido Alfonso IX, Berenguela era perfectamente consciente de que el tema de la sucesión había que dejarlo resuelto cuanto antes. De esta forma, enterada del óbito del que fuera su esposo, salió al encuentro de su hijo Fernando, que regresaba de hacer la guerra a los musulmanes en Jaén, para que entrara en el reino de León con presteza y reclamara sus derechos frente a los partidarios de las infantas que, aunque eran pocos, pretendían coronarlas. Fernando fue reconocido como monarca en todas las poblaciones por las que pasó de camino a la ciudad de León y, una vez allí, fue coronado rey sin oposición alguna.

Con estos precedentes, pocas jugadas posibles les quedaban a sus adversarias en la partida de ajedrez por la sucesión. No obstante, aunque mínimos, se comenzaron a producir enfrentamientos y fue esto lo que propició la reunión de las madres de las dos líneas de sucesión en Valencia de Don Juan. Todo apunta a que ambas eran perfectamente conscientes de que no era el reinado de Fernando lo que estaba en juego, que eso ya era un hecho consumado, pero las dos tenían importantes cuestiones pendientes: Teresa de Portugal pretendía un retiro acomodado para sus hijas y Berenguela una sucesión sin derramamiento de sangre para que no se crearan rencores y deseos de venganza que, en un futuro, pudieran terminar socavando el reinado de su hijo. El pacto alcanzado por las dos madres se plasmará en la Concordia de Benavente que, unos días más tarde, el 11 de diciembre de 1230, suscribirá Fernando III, acordando una pensión vitalicia de 30.000 maravedís anuales a favor de sus hermanastras a cambio del compromiso de éstas de renunciar a cualquier reclamación al trono.

Pues bien, la coronación de Fernando III como rey de León es lo que se representa en los lineales de emblemas inferior y superior del tercer lienzo del lado derecho de la iglesia. 


En el lineal inferior, enmarcado, como es habitual, por dos leones, encontramos cuatro emblemas del rey de León sin alteración (brisura) alguna, lo que se conoce como “armas plenas”: en campo de plata un león púrpura. Se representaría así al recién proclamado rey de León, precisamente frente al lienzo que representa la muerte de su antecesor, su padre, Alfonso IX.


Armas plenas del rey de León, emblema que se repite cuatro veces en el lienzo que representa la proclamación de Fernando III como monarca leonés. 

El lineal superior contiene emblemas con armas plenas, pero de los reinos de Castilla y de León ya que, siendo Fernando III rey de Castilla desde 1217, con su proclamación como rey de León automáticamente se convertía en monarca de ambos reinos, surgiendo así al escudo cuartelado en cruz que vemos en este lineal superior y que fue una novedad heráldica introducida durante su reinado como emblema de uso exclusivo del rey.


Se intercalan entre estos emblemas del lienzo superior flores de lis como las que vimos en los lienzos de Berenguela la Grande, símbolo de la realeza leonesa. De hecho, la flor, de estilo mudéjar, está decorada con dos cetros cruzados, que tal vez representaran el correinado de madre e hijo o que se trataba de dos reinos o ambas cosas a la vez.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...