sábado, 20 de enero de 2024

El castillo y la chova: una cum uxore mea

En el arrocabe de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca lucen en todo su esplendor las pinturas del castillo de oro en campo de gules, emblema del rey Alfonso VIII de Castilla, y de la chova piquirroja, ave asociada de manera legendaria con el arzobispo Thomas Becket, canonizado como Tomás de Canterbury y santo familiar de la dinastía de la reina Leonor Plantagenet. Ambos emblemas aparecen entrelazados con un cordón de oro, recordándonos esa fórmula empleada por Alfonso VIII en algunos sus documentos, una cum uxore mea (junto con mi esposa), y un matrimonio de cuarenta y cuatro años sin amantes ni hijos ilegítimos de por medio.


Estas dos figuras, y más presentadas de forma entrelazada, se emplearon en un período de tiempo muy concreto, el que va de 1175 -año en el que aproximadamente se comenzó a emplear el emblema del castillo y cinco años después de la unión de Alfonso y Leonor- y 1246, fecha de la muerte de su hija Berenguela que, probablemente, fue la que mantuvo en el tiempo el recuerdo del emblema espiritual de su familia materna tras la muerte de su madre en 1214. Además, cuando los reinos de Castilla y de León tuvieron un único monarca a partir del año 1230, Fernando III, el hijo de Berenguela y el nieto de la pareja del castillo y el ave, lo que comenzó a emplearse como armas plenas del monarca de dichos reinos fue el escudo cuartelado de castillos y leones, abandonándose progresivamente el empleo del castillo en solitario.

Antes de que Alfonso VIII comenzara a usar el emblema del castillo de oro en campo de gules, el signum regis era una rueda con una cruz inscrita, con o sin astil, que tuvo distintos diseños según la época de su reinado. Una novedad que se produjo en Castilla fue la extensión del empleo de la rueda a otros miembros de la familia real, y así tenemos la de la reina Leonor Plantagenet, con una mano abierta y la leyenda “Signum Alienoris Regine Toleti Castelle et Extremature”, o la de su hija primogénita, Berenguela, que va a utilizar un signo rodado semejante al de su padre, pero con la leyenda “Domine doceme facere voluntatem tuam” (Señor, enséñame a hacer tu voluntad).

Signos rodados del rey Alfonso de Castilla durante el período central de su reinado, que se extendió de 1157 a 1214.


Signos rodados de la reina Leonor Plantagenet y de su hija la reina Berenguela.

Como ya hemos dicho, hacia 1175, tal vez un poco antes, comienza a aparecer el castillo como emblema parlante del reino en diferentes soportes. En primer lugar aparece en los sellos pendientes de plomo y, poco después, a partir del año 1180, se comienzan a acuñar unas monedas de vellón que muestran por primera vez la nueva señal del reino e incluso se hace una serie con la cabeza del rey sobre el castillo.

Anverso y reverso de las primeras monedas de Alfonso VIII con castillo.

La tipología del castillo que se pinta en la techumbre de las Claras de Salamanca es la más antigua, la que, según José María de Francisco Olmos (1), aparece en algunos sellos de los años 70, presentando el castillo de tres torres con sólo dos almenas o merlones en cada una de ellas, y en la que los lienzos de muralla entre las torres no son horizontales, sino que ascienden hacia la torre central.


No obstante, las primeras representaciones del castillo conservadas en color son las que aparecen bordadas por la mano de Leonor Plantagenet en las dos estolas que la reina castellana donó a la colegiata de San Isidoro de León en los años 1197 y 1198, coincidiendo, precisamente, con el enlace entre su hija Berenguela y Alfonso IX de León y la consecuente paz entre los reinos. En ella aparecen los castillos de oro, sin campo, y clareados, alternativamente, de azur y gules.


La nueva señal del castillo no fue privativa del rey ya que se hizo muy popular entre sus súbditos, deseosos de tener un emblema territorial que identificara a su reino del mismo modo que el león púrpura en campo de plata identificaba al de los leoneses. De este modo la señal castellana la encontraremos en lugares diversos, entre ellos la techumbre de las Claras, pero también en algunos otros que enumeramos a continuación.

- El Beato de Manchester, realizado a finales del siglo XII copiando el Beato de San Pedro de Cardeña, en el que hay una ilustración el que aparece un soldado portando un escudo redondo decorado con la nueva enseña de Castilla. 



- Las pinturas murales del monasterio de San Pedro de Arlanza, que los expertos fechan hacia 1210.



- Unas vidrieras de la catedral de Chartres que muestran un caballero coronado que luce el castillo en su escudo y en el gonfalón que sostiene con su mano derecha. No es nada extraño que la efigie de Alfonso VIII se representara por esas tierras ya que este templo se construyó entre 1194 y 1220, siendo Blanca de Castilla, una hija suya, reina consorte de Francia. 


- Un vitral y labrado en piedra en la Sainte-Chapelle de París, construída durante el reina de Luis de Francia, nieto de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet.



- El Tumbo Menor de Castilla, concretamente la miniatura que acompaña al documento por el que Alfonso VIII y Leonor Plantagenet entregan la villa de Uclés a la Orden de Santiago. Si bien esta entrega se produce en 1174, hay que advertir que el Tumbo Menor es un recopilatorio de documentos elaborado ya en la segunda mitad del siglo XIII.


- Las pinturas de la ermita de Santa Eulalia en Barrio de Santa María (Palencia), construída a caballo entre los siglos XII y XII, donde se pueden ver representados de forma alterna unos castillos de tres torres y unas aves de plumaje negro que, desde luego, parecen otro una cum uxore mea.


Para concluir, volviendo a los emblemas del castillo y de la chova piquirroja que aparecen pintados en la techumbre de la iglesia de las Claras de Salamanca, hemos de hacer notar lo siguiente: 

- La forma de representación, en un marco sin forma de escudo, no es baladí ya que con ello se trata de dar una dimensión familiar a los emblemas, tal y como afirmaba el heraldista Menéndez Pidal de Navascués. Estaríamos por tanto ante una representación de la familia castellana-Plantagenet formada por los reyes Alfonso VIII y Leonor.

- En cuanto a la forma concreta del marco de los emblemas, polilobulado, éste fue de gran gusto castellano y estuvo tan asentado en sus sellos que los expertos consideran que es la mayor innovación heráldica que la nieta de Berenguela de Castilla, Leonor, hija de Fernando III y Juana de Ponthieu, exportaría a Inglaterra tras su enlace con Eduardo I. Su influencia se extendería hasta finales del siglo XIV, principalmente a través del uso de sellos polilobulados por sus descendientes femeninas


- Cuestión adicional supone el hecho de que la representación por medio de una sucesión en línea, dos a dos, de emblemas no deja de ser la representación de un cuartelado extendido, fórmula que tan de moda se puso a partir de 1230. Esa idea es especialmente relevante en este caso, pues la composición en forma de cuartelado de estos emblemas nos daría como resultado un escudo que, anacronismos aparte, podría haber servido para representar a cualquiera de los descendientes de la casa Castilla-Plantagenet. En este sentido es imposible no traer a la mente el bonito catálogo de cuartelados que, con diversas combinaciones emblemáticas familiares, sirvió para dotar de escudo a los descendientes de Fernando III.


Cuartelado imaginario representando a los linajes de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet. Ilustración del heraldista José Moreiro Píriz.


Armas de Alfonso X, rey de Castilla y de León, hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia y bisnieto de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, al igual que sus hermanos y medio hermanos, cuyas armas se muestran a continuación. 


Armas del infante Fadrique de Castilla, hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia. 


Armas del infante Felipe de Castilla, hijo de Fernando III y de Beatriz de Suabia.


Armas del infante Manuel de Castilla, hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia.


Armas del infante Enrique de Castilla, hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia.


Armas del infante Luis de Castilla, hijo de Fernando III y de Juana de Ponthieu.


Armas del infante Fernando de Castilla, hijo de Fernando III y de Juana de Ponthieu. 

(1) José María Francisco de Olmos: "La emblemática castellana de Alfonso VIII: signos reales, monedas y sellos".

domingo, 14 de enero de 2024

Randulfo y Ricardo

Es creencia bien asentada en Salamanca que la construcción de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de esta ciudad se inició en el año 1175, apenas dos años después de la canonización del referido mártir, y por iniciativa de dos hermanos ingleses, Randulfo y Ricardo. Sería pues, éste de Salamanca, el primer templo de toda la cristiandad levantado en memoria de Thomas Becket, el arzobispo asesinado al anochecer del 29 de diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury. Lo cierto es que siempre nos ha parecido muy extraño e improbable que, precisamente, se construyera aquí la primera iglesia bajo la advocación del santo cantuariense y que, además, se hiciera en una fecha tan temprana, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia que tiene toda población a considerarse a sí misma como la primera en cualquier cosa. De este modo, y totalmente convencidos de que alguna relación tenía que existir entre las chovas piquirrojas del convento de Santa Clara y dicha iglesia, estando tanto aves como templo relacionados con Becket, nos pusimos manos a la obra para arrojar un poco de luz sobre estos dos hermanos, supuestamente de origen inglés, ya que el primero que afirma tal cosa es nuestro historiador local Manuel Villar y Macías (1828-1891), pero sin contarnos cómo llegó él a obtener tal información.


Esto es lo que se conserva en la iglesa de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca de un conjunto iconográfico a través del cual, probablemente, se narraba la vida de Thomas Becket. Sobre la casulla del arzobispo se ven lo que parecen unas aves de color negro en vuelo.


Ábside de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense. ¿No parece demasiada casualidad que este templo esté situado a tiro de piedra de la iglesia de las Claras, donde aparecen pintadas las chovas piquirrojas de Canterbury? ¿Estuvo la misma persona detrás de la construcción de ambos templos en dos momentos de su vida distantes en el tiempo?

En documentos del archivo catedralicio se nombra a Randulfo en dieciséis ocasiones, mientras que a su hermano Ricardo se le nombra solamente en cuatro, todo ello entre los años 1161 y 1191, deduciéndose a través de una de estas menciones que Ricardo murió en 1180, o incluso antes, ya que su hermano, en un documento datado en ese año, pide que se celebren unas misas por su alma. Creemos que ya desde Villar y Macías se confunde a Ricardo, el hermano de Randulfo, con un tal Willelmus Ricard, archidiácono de la catedral, ya que en documentos posteriores a ése en el que se deduce que el primero había muerto, se sigue nombrando al segundo como vivo. La razón por la que los hermanos aparecen en dichos archivos es porque ambos eran maestres en las escuelas catedralicias, siendo además Randulfo capellán perpetuo de la catedral. Los documentos no nos cuentan nada especialmente interesante al respecto de ellos, simplemente se habla de que compran, venden y donan propiedades y de que actúan como testigos en otros asuntos de esa misma índole. El único vínculo que aparece entre los hermanos de nacionalidad desconocida -que bien podrían ser anglonormandos, aquitanos, bretones, borgoñones o gascones- y Thomas Becket aparece en el mencionado documento de 1180, por medio del cual Randulfo dona una casa con huerto a la catedral a cambio de que se celebren unas misas por las almas de sus padres y la de su hermano Ricardo; además, se solicita que se celebren las festividades de “beati Eutropi martyris, et beate Marthe, hospite Christi, et beati Thome Canturiensis”. Resulta curioso que en fecha tan tardía se refieran a Tomás Becket como beato, cuando se le canonizó en el año 1173. Por otro lado, tanto Becket como Eutropia fueron mártires, siéndolo también Marta, si acaso se refería Randulfo a santa Marta mártir, entre las varias Martas canonizadas.


Capitel de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca en el que aparece un jinete normando portando el típico casco Spangenhelm con nasal, la loriga de malla, el escudo de lágrima y, si observamos con detalle, podemos ver también que se representa incluso la silla de montar normanda propia del siglo XII.


Capitel de la Catedral Vieja de Salamanca muy parecido al de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, con dos caballeros en combate singular, aunque en éste parece estar interviniendo un soldado de infantería en favor del caballero que porta el escudo redondo. Fotografía de Jesús Guillén


Caballero normando con el mismo aspecto que el representado en el capitel de la iglesia de Santo Tomás.

Silla de montar normanda del siglo XII.


Gran Sello Real de 1189 en el que se representa a Ricardo I de Inglaterra, hermano de Leonor Plantagenet y tío de Berenguela de León y de Castilla, con la panoplia propia de un caballero normando.


Catedral de Cuenca, cuya construcción comenzó en el año 1196, en pleno reinado de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, los padres de la reina Berenguela. La influencia normanda en la corte del rey Alfonso VIII determinó la construcción de este templo, que fue la primera catedral gótica de Castilla junto con la de Ávila.

No conocemos ningún otro documento o referencia documental que relacione a los dos hermanos con el santo canturiense y, desde luego, nada que los relacione con la construcción de la iglesia salmantina, así que nos atrevemos a conjeturar que Villar y Macías, en su noble intento de reconstruir la historia de nuestra ciudad, al ver ese documento de 1180 en el que uno de los hermanos pedía que se celebrara la festividad de santo Tomás Cantuariense, dedujo que la iniciativa de erigir una iglesia bajo su advocación fue de ellos.





Ménsulas decoradas con cabezas humanas en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense en Salamanca. 

Por otro lado, sabemos que Berenguela es reina consorte de León entre los años 1198 y 1204 y que en un documento del archivo catedralicio, fechado en 1199, ya se le da el título de tenente de Salamanca. Además, la monarca era hija de Leonor Plantagenet, la reina de Castilla entre 1170 y 1214 e introductora del culto a santo Tomás de Canterbury en los reinos cristianos ibéricos, a lo que podemos añadir que, según nuestra interpretación de la decoración de la techumbre de la iglesia de las Claras de Salamanca, fue la misma Berenguela la que ordenó pintar unas chovas piquirrojas alusivas al santo y a su linaje materno, siendo reina madre de Castilla y de León a partir del año 1230. Así las cosas, nos parece mucho más probable que la verdadera promotora de la iglesia de santo Tomás Cantuariense en Salamanca fuera la reina Berenguela la Grande, sobre todo teniendo en cuenta, además, que especialistas en Historia del Arte afirman que la arquitectura del edificio y uno de los capiteles parecen retrasar su edificación a finales del siglo XII o comienzos del XIII, lo que coincide con los años de tenencia de la monarca leonesa de esta ciudad. Debemos decir también que, en un momento dado, llegamos a pensar que Ricardo y Randulfo quizá fueran miembros del séquito de Leonor Plantagenet, venidos al reino de León para exportar el culto al Cantuariense, pero su presencia en Salamanca desde 1161 descarta esa opción ya que Leonor no llegó a Castilla hasta 1170. 


La cubrición del crucero de la iglesia corresponde a lo que se conoce como bóveda aquitana, es decir una bóveda cupuliforme con nervios (en este caso ocho) cuya plementería se dispone en hiladas circulares concéntricas. Recuerda mucho al abovedamiento de las naves laterales de la Colegiata de Toro.

Randulfo murió unos años antes de que la reina Berenguela llegara a Salamanca, concretamente el 10 de marzo de 1194, tal y como reza su epitafio, colocado en la puerta que comunica la Catedral Vieja de Salamanca con su claustro.


Traducción del epitafio de Randufo realizada por el profesor José María Cuadrado en el año 1852: "Sol radiante en un cúmulo de virtudes, flor sin mancha; sólo los pobres padecieron su eclipse en su muerte. Formó bien su mente, fue buen docente, no se quedó en palabras, actuó; fue bueno, mejor aún, fue óptimo y murió también para los pobres viviendo ahora para sí en el cielo."

Quizá Ricardo y Randulfo no fueran los promotores de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, pero, desde luego, el epitafio del capellán tiene igualmente el poder de evocarnos esa Salamanca medieval, repoblada con gentes procedentes de diversos lugares, y nos recuerda que, paseando por esta ciudad, no podemos permitir que sus maravillas góticas, renacentistas, barrocas y neoclásicas nos impidan ver tesoros más antiguos que también se ubican en ella.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...