sábado, 11 de noviembre de 2023

Ilegitimidad III - Borduras tachadas

Es más que probable que la infanta Berenguela fuera educada en la corte castellana con un sentimiento de superioridad frente a las ramas leonesa y portuguesa de la familia paterna. No en vano la Grande era, por parte de padre, nieta del hijo primogénito de Alfonso VII el Emperador, Sancho III, y, por parte de madre, nieta de Leonor de Aquitania, reina primero de Francia y luego de Inglaterra, además de sobrina del famosísimo caballero cristiano Ricardo Corazón de León. Por otro lado estaba el asunto de que en la rama castellana los matrimonios reales se habían mantenido estrictamente dentro de lo establecido por el papado respecto al grado de consaguineidad entre los contrayentes, lo que les convertía a ellos y a su descendencia en legítimos ante Dios y, seguramente, según su propio punto de vista, en merecedores de convertirse en la familia imperial heredera de Alfonso VII con los reinos de León y de Portugal como vasallos del castellano. En cambio, en las ramas leonesa y portuguesa los hijos del incesto causaban problemas con fatales consecuencias. Por ejemplo, Teresa de León (1080-1130), condesa portucalense, fue una hija ilegítima que Alfonso VI tuvo con su amante Jimena Muñoz. De los titulares del condado portucalanse, la mencionada Teresa y su esposo Enrique de Borgoña, nacería el que se convertiría en el primer rey de Portugal, conocido como Alfonso I, perdiendo así el reino de León una parte importante de su territorio. Por el lado leonés, Fernando II (1137-1188) se había casado con Urraca de Portugal, nieta de una hermanastra de su abuela; de ese matrimonio nació Alfonso IX de León, que a su vez se casó con su prima hermana Teresa de Portugal, siendo anulados ambos matrimonios por el papa y convirtiéndose así los hijos en ilegítimos, con todos los problemas que ello acarreaba a la hora de la sucesión.  


Ricardo Corazón de León, tío de Berenguela, enfrentándose a Saladino, sultán de Egipto y Siria, durante la Tercera Cruzada.


Teresa de León, hija ilegítima de Alfonso VI. Se casó con Enrique de Borgoña, que hubiera preferido casarse con la hija legítima, Urraca I de León, pero fue postergado en favor de su primo Raimundo de Borgoña. Teresa, en guerra con su hermanastra Urraca, hizo todo lo posible porque su hijo Alfonso llegara a ser el primer monarca del reino de Portugal, con lo que el reino leonés perdía un territorio que jamás recuperaría.

Alfonso IX casó en segundas nupcias con la hija de su primo carnal Alfonso VIII, Berenguela, rompiéndose así la racha de legitimidad matrimonial castellana, terminando ese enlace anulado por el papa, aunque la reina bien que se ocupó de que su hijo, el futuro Fernando III de Castilla y de León, fuera reconocido como legítimo por la Santa Sede en 1218. Le costaría mucho dinero y el compromiso de por vida de ella y de algunas de las mujeres que la sucedieron con la orden religiosa de las Damianitas, transformada luego en la de las Clarisas, pero lo consiguió además con tesón e inteligencia.


Panteón de los Reyes de San Isidoro. Cuando Berenguela entro aquí por primera vez una vez convertida en reina de León, con apenas dieciséis años, probablemente puso en duda parte de la educación recibida en Castilla. Se había convertido en la monarca del antiguo y glorioso reino, el que inició la Reconquista, y su marido era el hombre que más le podía recordar al admirado tío de las historias que le contaba su madre porque Alfonso IX fue, al fin y al cabo, nuestro monarca Corazón de León. 

Trasladándonos de nuevo al sobrao de la Historia de León, la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, allí podemos ver que hay pintados sobre sus maderas dos emblemas que lucen borduras cargadas de aspas. Tradicionalmente se ha considerado que el origen de esas aspas está una condecoración que concedió Fernando III a los caballeros que participaron en la toma de la ciudad de Baeza el día de san Andrés de 1227. Lo cierto es que no se sabe con certeza en qué día se tomó Baeza, de hecho las fuentes musulmanes nos proporcionan otra fecha, y, además, san Andrés no se comenzó a representar con una cruz aspada hasta mucho tiempo después. Así las cosas, nos tememos que Gonzalo Argote de Molina (1548-1569) se sacó de la manga lo de la bordura con cruces de san Andrés en un episodio más de invención de la memoria de la nobleza renacentista, dispuesta a cargar sus armas con todo tipo de figuras a las que acomodaban historias que engrandecieran su pasado.

Lo que nosotros pensamos que representan las borduras cargadas de aspas en la techumbre es la ilegitimidad de un matrimonio real, tachándose así una figura, un castillo o unos verados, fórmula que luego fue adoptada por la nobleza cuando ya no se sabía lo que esto significaba en origen, convirtiéndose así nuestra techumbre salmantina en un inventario que dotaría de armas a los Varillas, los Maldonado, los Zúñiga, los Tejeda, los Enríquez y los Haro, familia esta última que incorporó la bordura aspada a sus armas con lobos de sable en campo de plata. 


Armas de la familia Haro. aliada de la reina Berenguela en su guerra contra la de los Lara. Siendo los lobos de sable sobre campo de plata unas de las armas nobiliarias más antiguas en la península ibérica, esa bordura de gules cargada de ocho aspas no lució ahí desde siempre, se añadió después, un día os contaremos la posible razón para esto, que desde luego no es la historieta de las cruces de san Andrés y la batalla de Baeza elucubrada por un fantasioso heraldista del siglo XVI. 

Los estatutos del limpieza de sangre de mediados del siglo XVI condujeron a una obsesión por el linaje, factor determinante de muchas fábulas familiares normalmente relacionadas con las gestas de la Reconquista. Gonzalo Argote de Molina, importante erudito español de ese tiempo, fue también un gran fabulador de pasados legendarios y orígenes míticos.

El primero de estos emblemas con bordura de aspas se encuentra en el cuadral derecho, en el momento en el que la crónica heráldica y visual nos cuenta que Berenguela se encuentra librando una guerra con la familia de los Lara en 1217 (Véase la entrada del 22/3/23 titulada "Si Berenguela hubiera sido derrotada...). Se trata de un emblema con un verado de sable sobre campo de plata y una bordura de gules cargada de ocho aspas de oro. Frente a él está el emblema que representa a su hijo Fernando como hijo del rey de León (con sus armas plenas) y de una infanta castellana (bordura de gules cargada de ocho castillos de oro). Pues bien, si Berenguela hubiera perdido esa guerra, la situación de su hijo Fernando hubiera sido la de ilegítimo ya que por entonces todavía no había sido reconocido por el papa, viéndose obligado a abandonar Castilla para acogerse bajo amparo de su padre el rey de León. Las aspas tachan la figura de su madre, dada la ilegitimidad del matrimonio de sus padres, y los verados muestran la protección ofrecida por el monarca.


Emblema del infante Fernando el Castellano como fruto de un matrimonio ilegítimo y bajo la protección de su padre el rey de León. 


Emblema del infante Fernando el castellano como hijo legítimo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla ya que aparece la bordura materna cargada de castillos. 

El segundo emblema que muestra bordura con aspas está situado en el lienzo III del arrocabe izquierdo, donde se representa la muerte de Alfonso IX de León y el luto de su esposa Berenguela. Como justo enfrente, en el arrocabe derecho, está representada la proclamación de su hijo Fernando como rey de León en 1230, cosa que se hace mostrando las armas plenas del monarca leonés, el león púrpura sobre campo de plata, al difunto rey no se le puede representar con el mismo emblema de uso personal. Sabemos que la interpretación de este emblema puede resultar polémica, si la ponemos bajo el foco nuestra mentalidad moderna, así que hagamos un esfuerzo e intentemos entrar en la mente de una reina del siglo XIII sabia, cristiana hasta la médula, extremadamente orgullosa de su estirpe y educada en la cultura trovadoresca. La bordura de sable cargada con dieciocho aspas nos recuerda a la bordura del emblema que representaba a la descendencia de Alfonso IX y Teresa de Portugal en el cuadral derecho. Las aspas tapan en esta ocasión los verados, a su vez representación del reino de Portugal, un reino que según la corte castellana debería ser vasallo suyo. Las "tachaduras" de los verados son el estigma de la consanguineidad del matrimonio de sus padres. Al mismo tiempo el león púrpura del reino de León se tiñe de los colores gules y oro del reino castellano, representándose así que, en la corte de Burgos se consideraba que ése debería ser también otro reino vasallo suyo o, quizá, algo más asumible para los que amamos y respetamos la historia del viejo reino leonés, el deseo oculto de Berenguela de haber reinado junto a su esposo en León y en Castilla. 


Emblema que representa al difunto Alfonso IX de León. 


Emblema de la descendencia de Alfonso IX de León y Teresa de Portugal representada como legítima ya que los verados de su madre, los que representan al reino de Portugal, no están sustituidos por las aspas. Se la presenta como legítima porque, en un momento dado, fue considerada como una de las opciones para heredar el reino de León en perjuicio del hijo de Berenguela.

Ilegitimidad II - El tan obediente castellano y el tan rebelde leonés

Si por el papa Inocencio III, el azote de los matrimonios reales incestuosos, hubiera sido, Alfonso IX jamás habría llegado a ser rey de León ya que era hijo del matrimonio entre Fernando II de León y Urraca de Portugal, nieto él de Urraca I de León y nieta ella de Teresa de León, ambas hijas de Alfonso VI. Dado el grado de consanguineidad entre los contrayentes, este enlace fue anulado por el papa Alejandro III en 1175, pero el caso es que, en 1188, año de la muerte de Fernando II, su hijo Alfonso contaba con el inquebrantable apoyo de la nobleza y el clero leonés, así que fue proclamado como monarca a pesar de su condición de ilegítimo a ojos de la Santa Sede.


Fernando II de León, padre de Alfonso IX de León y tío de Alfonso VIII de Castilla, según una miniatura del Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela.

Lo cierto es que a Alfonso IX nunca le importó una higa lo que dijeran desde Roma, había sido excomulgado por el papa Celestino III en 1191 a causa del pacto que había firmado con los musulmanes almohades y aun así nadie en su reino se levantó contra él. Es por ello que no tuvo ningún reparo en desposarse con su prima hermana, Teresa de Portugal, sobrina de su madre, en 1191, un matrimonio que en 1196 ya había quedado deshecho ante la presión ejercida por el mismo papa que lo había excomulgado. No obstante, de este matrimonio nacieron tres vástagos: Sancha, Fernando y Dulce.


Emblema situado en el cuadral derecho de la techumbre que, según nuestra interpretación, representa a la descendencia habida entre Alfonso IX de León y Teresa de Portugal, teniendo en cuenta que su único hijo varón, Fernando el Portugués, había muerto en 1214. Según el prestigioso heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués, la bordura es precisamente una creación heráldica castellana de mediados del siglo XIII para combinar los linajes paterno y materno. En este caso en el centro se muestran las armas del padre y alrededor de ellas una bordura de gules cargada de verados que aporta la madre. 


Emblema que representa a Teresa de Portugal con un verado ondulado oro y gules, representativo de Portugal, su reino naal, dentro de un losange propio de la realeza en razón del título de reina leonesa, que podía usar tras la anulación de su matrimonio. Este verado, forro de capa real, tiene los mismos colores que el escudo castellano, representando así la situación de vasallaje en la que, según los descendientes de Alfonso VII, estaba el reino de Portugal, escindido bajo estas condiciones tras el Tratado de Zamora de 1143. Dado que Alfonso VIII era hijo de Sancho III, primogénito a su vez de Alfonso VII, es muy posible que en su mente albergara la idea de que merecía ser emperador de los mismos territorios que había señoreado su abuelo. Portugal era uno de ellos, por eso, cuando se tiene que representar dicho reino en la armadura, se hace con el forro de una capa con colores castellanos, como un protectorado suyo nacido como Condado Portucalense dependiente del reino de León, que luego se convertiría en reino vasallo.


Detalle de los veros del forro de la capa del rey Alfonso IX de León. En la Heráldica primigenia veros y verados (veros que no son de color azul) representan la protección otorgada a una persona o un territorio de menor entidad por un rey o reino.

Por otro lado, estaba su primo Alfonso VIII de Castilla, siempre cumplidor con Roma, que era hijo de un matrimonio sin tacha, el de Sancho III y Blanca Garcés de Pamplona. Además, para evitar cualquier problema de consanguineidad, al rey castellano le buscaron una esposa en tierras extranjeras, Leonor Plantagenet, hija del rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, con la que se desposó en 1170. La primogénita de este matrimonio fue Berenguela, nacida en 1180, a la que en 1197 casaron con Alfonso IX, primo hermano de su padre, en una maniobra política que iba a acabar con la cruenta guerra que en ese momento libraban los reinos de León y de Castilla y que además podría engendrar un heredero medio castellano para el reino de León. Con este enlace la familia real castellana acababa con la racha de matrimonios libres de incesto, pero las circunstancias bélicas y políticas mandaban y había que arriesgarse, aunque eso supusiera la infelicidad de por vida de una hija. Lo cierto es que el amor surgió tras la conveniencia, pero el matrimonio fue forzado a llegar a su fin por el papa Inocencio III en 1204. Si por Alfonso IX hubiera sido, Berenguela se habría quedado junto a él en León, pero para los padres de ella primaron las buenas relaciones con el papa y el temor de Dios, así que la reina leonesa se vio de vuelta en Castilla con sus dos hijas y sus dos hijos y con un título al que nunca renunció. 


Emblema que representa a la descendencia habida entre Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla. Armas plenas del padre en el centro y bordura de gules cargada de castillos de oro por la madre. Se ecuentra situado en el cuadral izquierdo de la armadura, mostrando Berenguela a sus hijos como legítimos ya que la bordura está cargada con los castillos.


Emblema de Fernando III de Castilla reconocido por el papa Honorio III como heredero legítimo del trono de León en el año 1218. Damos por hecho que Berenguela tuvo que llegar a algún compromiso con el papa Honorio III para que el rey castellano ganara la carrera de galgos por el reino de León frente a sus hermanastras leonesas-portuguesas Sancha y Dulce. Sin duda, los galgos castellanos corrieron "dopados" por la Santa Sede

Uno de los cinco frutos de este matrimonio fue el infante Fernando, futuro Fernando III de Castilla desde 1217 y de León desde 1230, tronos que el hijo consiguió gracias a que la madre dedicó todos sus esfuerzos a eliminar la mancha de ilegitimidad que había caído sobre él desde el mismo momento de su nacimiento. El reconocimiento definitivo como heredero legítimo del reino de León llegó en 1218, cuando el papa Honorio III ratificó lo que ya en 1206 Alfonso VIII y Alfonso IX habían firmado en el Tratado de Cabreros. Resulta muy curioso que a partir de ese mismo año de 1218 Berenguela se convirtiera en la principal valedora de las comunidades religiosas de damianitas, algo que le había pedido el mismo papa que había legitimado a su hijo, siendo precisamente una de esas comunidades el germen de lo que se convertiría en el convento de Santa Clara de Salamanca, para cuya iglesia se construyó una techumbre que, según nuestra interpretación, se decoró con una crónica visual-heráldica que narra precisamente hechos de la vida de Berenguela y de su hijo Fernando III.


Santa Clara de Asís. Según María del Mar Graña Cid en su artículo "Reinas, infantas y damas de corte en el origen de las monjas mendicantes castellanas (c. 1222-1316).  Matronazgo espiritual y movimiento religioso femenino" la reina Berenguela y Clara de Asís mantuvieron correspondencia y la monarca se convirtió en la principal valedora de los beateríos de mujeres viudas y huérfanas a causa de la guerra contra los musulmanes. Estos beateríos se transformaron primero en comunidades de Damianitas y luego en conventos de Clarisas como el que tenemos en Salamanca. El nombre de Damianitas viene porque Clara estableció su primera comunidad en la iglesia de San Damián de Asís. 

jueves, 9 de noviembre de 2023

Ilegitimidad I - Odio entre primos hermanos

Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León, primos hermanos y además suegro y yerno, se odiaban con toda su alma. Ambos eran nietos de Alfonso VII, el Emperador, el monarca de León que dividió sus dominios entre dos de sus hijos, ocurriendo así que desde 1157 Fernando II reinaría en León y Sancho III en Castilla, reino éste último que nació en ese mismo año y que iba a convertirse con el paso del tiempo en el preponderante en toda la península ibérica. Los dos Alfonsos se consideraban herederos de Alfonso VII y merecedores de reinar tanto en León como en Castilla, así que ésta sería la razón de la constante rivalidad entre ellos. 


Alfonso VII de León, que reinó entre 1126 y 1158 sobre Asturias, Galicia, León, Zamora, Salamanca, Portugal y Castilla, el abuelo de Alfonso VIII de Castilla y de Alfonso IX de León. 


Distribución de los reinos en la península ibérica a comienzos del siglo XIII, reinando Alfonso IX en León y Alfonso VIII en Castilla. 

Sancho III de Castilla murió apenas un año después de su ascenso al trono, así que, desde 1158, con apenas tres años, su hijo reinó como Alfonso VIII.  El rey niño de Castilla tuvo como tutor a un miembro de la familia Castro y como regente a un miembro de la familia de los Lara, en un intento de equilibrar las relaciones de poder entre estos dos linajes castellanos, pero aquello no podía salir bien y la guerra civil se hizo inevitable. Fernando II de León hizo todo lo posible por hacerse con el control de Castilla aprovechándose de la minoría de edad de su sobrino y de la guerra nobiliaria que se libraba en ese reino, pero murió sin haber podido alcanzar sus objetivos, sucediéndole su hijo, Alfonso IX, en 1188.


Alfonso VIII, monarca de Castilla entre 1158 y 1214.

En junio de ese mismo año los dos primos y monarcas se reunieron en la localidad fronteriza de Carrión de los Condes. El castellano, que tenía un bagaje de treinta años como rey, armó caballero al recién proclamado rey leonés e hizo que éste le besara la mano. Alfonso IX jamás olvidó tamaña afrenta, era inconcebible que el antiguo y glorioso reino de León rindiera vasallaje al nuevo reino castellano. Pero Alfonso IX no lo iba a tener nada fácil ya que tanto Portugal -el condado desgajado de León y convertido definitivamente en reino en el año 1179- como Castilla ansiaban ganar territorios a su costa. Además, existía la amenaza de los musulmanes almohades por el sur, con lo que León pasó de ser el más poderoso de los reinos peninsulares a verse encajonado y rodeado de enemigos por todas partes.


Alfonso IX, monarca de León entre 1188 y 1230. 

En 1197 León y Castilla estaban librando una terrible guerra fratricida. Tropas aliadas castellanas y aragonesas invadieron León por Salamanca y tropas leonesas hicieron lo propio con Castilla por la Tierra de Campos. Cuentan las crónicas que castellanos y aragoneses saquearon y arrasaron la localidad leonesa de Alba de Tormes y causaron verdaderos estragos en las tierras de Salamanca. Leonor Plantagenet, esposa de Alfonso VIII de Castilla, sufría enormemente al ver cómo a Burgos no dejaban de llegar refugiados huyendo de la devastación que los leoneses estaban causando en la Tierra de Campos. Ella, que era hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, la reina que había acudido junto a su primer esposo, el rey de Francia, a luchar contra los sarracenos en Tierra Santa, no podía comprender que dos monarcas cristianos, además primos hermanos, libraran una guerra entre ellos mientras la mitad de la península ibérica estaba bajo el control del Islam. Solamente un matrimonio podía poner fin a esa insensata guerra, así que Leonor propuso casar a su primogénita, Berenguela, con Alfonso IX de León. A Alfonso VIII no le hizo mucha gracia la idea de entregar su hija a su peor enemigo y primo, pero tuvo que ceder, de casta le viene al galgo y la Plantagenet era una mujer de carácter; Alfonso IX, viéndose asfixiado ante tantos enemigos, vio en este matrimonio su salvación y la de su reino. De este modo, Berenguela, infanta castellana, reinó en León entre 1198 y 1204. El matrimonio no pudo durar más ya que el papa Inocencio III, en una bula de 25 de mayo de 1199, había decretado la excomunión de los esposos y el entredicho para el reino de León, declarando "espúrea e ilegítima" cualquiera "prole que viniese de tan incestuosa y maldita cópula".


Inocencio III, papa entre 1198 y 1216, azote de los matrimonios reales incestuosos. 

Era éste un tiempo en el que el papa tenía el poder de echar al traste la política matrimonial de las casas reales puesto que, si los declarados como esposos ilegítimos no se avenían a razones, podían sufrir la excomunión o ver cómo su reino era puesto en entredicho, sentencia ésta que suponía que no se podían celebrar los sacramentos, lo que por fuerza terminaría soliviantando al clero y al pueblo, que no podía casarse, bautizar a sus hijos o enterrar a sus muertos como Dios manda.

Además, el hecho de que un matrimonio real fuera declarado ilegítimo por el papa suponía que los hijos frutos del mismo fueran también declarados ilegítimos, con lo que éstos perdían su derecho a la sucesión, abriendo todo ello las puertas a que el rey se volviera a casar, ese nuevo matrimonio sí pasara el filtro del papa y el trono fuera para el hijo de otra esposa. La ilegitimidad matrimonial y los problemas que ésta causaba fueron una verdadera obsesión para la reina Berenguela, que había sufrido en extremo al verse forzada a separarse de su esposo y a abandonar el reino de León, así que esa obsesión y ese miedo necesariamente habrían de reflejarse en esa crónica histórica visual que nosotros creemos que ella misma diseñó para decorar la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca. Fernando, el hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla, nacido en el año 1201, fue, según el papa, un hijo ilegítimo, así que su madre luchó denodadamente para revertir su condición, algo que finalmente ocurrió en 1218, lo que permitió que se convirtiera en rey de León en el año 1230, una historia que había que dejar reflejada en una iglesia para que, cada vez que allí se consagrara la forma, se confirmara que todo había ocurrido conforme a derecho y de acuerdo con la voluntad de Dios.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...