martes, 19 de diciembre de 2023

El pájaro de la reina Leonor

En 1169 Alfonso VIII de Castilla concedió al abad del monasterio premostratense de Santa María de Retuerta el control sobre un cenobio que se había formado tiempo atrás en Aguilar de Campoo. Desde ese momento, el monarca castellano pasaría a ejercer una decidida protección sobre el monasterio situado en la montaña palentina, conocido en lo sucesivo como de Santa María la Real, y esa es la razón por la que empezó a construirse el gran conjunto monástico en estilo románico en transición al gótico que llegó a ser. Al año siguiente, se celebraron en la localidad aragonesa de Tarazona los esponsales entre el joven rey Alfonso y Leonor Plantagenet, que, acompañada por un numerosos séquito, viajó con apenas diez años desde Aquitania a estas tierras, en las que introduciría el culto a un nuevo santo, Tomás Cantuariense. De este santo -conocido antes de su martirio como Tomás Becket, arzobispo de Canterbury- cuenta una leyenda que, habiendo sido asesinado por cuatro caballeros del rey Enrique II de Inglaterra, el padre de Leonor, un cuervo se posó sobre el cuerpo inerte del clérigo y se manchó sus patas y pico con la sangre derramada, lo que hizo que, milagrosamente, se transformara en otra ave, concretamente en una chova piquirroja. Tomás fue canonizado apenas tres años después del infame crimen y el rey inglés, señalado como culpable, consternado y amenazado por el papa, terminó haciendo un acto de contrición pública en 1174 frente a la tumba del arzobispo para convertirlo luego en el santo protector de su dinastía, la de los Plantagenet-Aquitania. Con el paso del tiempo, la chova piquirroja, el ave de pico y patas de color rojo, terminaría formando parte tanto de una heráldica atribuida a Becket como del escudo de la ciudad de Canterbury, pero parece que el córvido se las apañó para volar lejos de allí.


Herádica atribuida a Tomás Becket.


Escudo de la ciudad inglesa de Canterbury.


Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax). Ilustración de Nacho Sevilla.


Ilustraciones de Nacho Sevilla

El asunto es que la reina Leonor empleaba un sello de cera que tenemos la suerte conservar impreso en cera y atado a un documento, fechado en abril de 1179, que se atesora en el Archivo Capitular de Toledo. El anverso del sello muestra a la reina sosteniendo con la mano derecha lo que nos parece una flor de lis, mientras que en el reverso aparece también su efigie, pero con un pájaro posado en la mano izquierda. Ese documento, que precisamente es un diploma de dotación de altar para el mártir Tomás Becket en la catedral de Toledo, se acompaña, por tanto, de una representación de la reina Leonor sosteniendo un ave que, en este caso, resulta imposible de identificar.



Anverso y reverso del sello de la reina Leonor Plantagenet. 


Detalle del reverso del mismo sello, mostrando a la reina de Castilla sosteniendo un ave con la mano izquierda.


Documento que lleva atado el sello de cera de la reina Leonor Plantagenet y que concede una capilla dedicada a santo Tomás Cantuariense en Toledo. 


Grabado del siglo XIX mostrando a la reina de Castilla, Leonor Plantagenet, con un ave posada en su mano izquierda.

Por otro lado, muy cercana al monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, apadrinado por los reyes de Castilla, se encuentra la ermita de Santa Eulalia, en un despoblado que se conocía como Barrio de Santa María, nombre que suponemos que no será casual, dada la vecindad de ambos lugares. El interior de este templo, construido, como el monasterio, a caballo entre los siglos XII y XIII, fue decorado con unas pinturas entre las que se pueden distinguir claramente unos castillos de tres torres -emblema empleado por Alfonso VIII- y unos pájaros de plumaje negro. Según los especialistas, estas pinturas no fueron obra de un gran artista, sino más bien de un inexperto maestro que dejó para la posteridad “una obra de marcado acento popular” (Enciclopedia del Románico, Palencia, en la pág. 231). Desde luego el ave, pintada sin mucho esmero, podría ser cualquiera, pudiendo identificarla como un córvido solamente por el color de su plumaje.


Ermita de Santa Eulalia de Barrio de Santa María (Palencia).


Detalle de las pinturas de la ermita de Santa Eulalia (Aguilar de Campoo), donde se pueden ver representados de forma alterna unos castillos de tres torres y unas aves de plumaje negro. 

Esta misma asociación de castillo y ave de plumaje de color negro presentada de forma repetida es la que también nos encontramos pintada en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, un cenobio para el que, por medio de bulas papales, se pidió protección y patrocinio a Fernando III y a la infanta Berenguela, nieto y bisnieta respectivamente de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet. Aquí el pájaro está primorosamente pintado y es perfectamente identificable como una chova piquirroja, el emblema relacionado con el santo inglés. El convento, además, está situado a unos pocos metros de una iglesia consagrada a santo Tomás Cantuariense donde se conservan un fresco en el que el santo viste una casulla sobre la que parece que hay pintadas unas aves de color negro en vuelo.


Representación alterna de castillos del reino de Castilla y chovas piquirrojas en el convento de Santa Clara de Salamanca.


El buen heraldista y mejor persona, José Moreiro Píriz, nos ha obsequiado con este escudo cuartelado imaginado que une el linaje de Alfonso VIII de Castilla y el de Leonor Plantagenet, representado éste último con la chova piquirroja,  ave ligada a su santo familiar, Tomás de Canterbury. Conviene recordar que el escudo cuartelado surgió a mediados del siglo XIII, cuando un nieto de esta pareja, Fernando III, rey de Castilla desde 1217, se convirtió además en rey de León en 1230.


Representación de santo Tomás Cantuariense en la iglesia salmantina consagrada bajo su advocación. 


Detalle de la casulla del Cantuariense, en la que parece que hay estampadas unas aves de plumaje negro. 

Es decir, que tenemos una ermita palentina y un convento salmantino en los que, salvando las diferencias en la calidad de las pinturas y en los materiales empleados, definitivamente mucho más ricos en Salamanca, aparecen representados de forma alterna una sucesión de castillos y aves de plumaje negro. El castillo de tres torres es inequívocamente el emblema de un rey de Castilla, escudo heráldico al que parece que no se le puede asociar otra ave que no sea la que Leonor Plantagenet sujeta en su sello con la mano izquierda, lo que nos lleva a relacionar el castillo con Alfonso VIII. De este modo, creemos que esa presentación alterna de emblemas es una fórmula que se empleaba para representar a los monarcas reinantes en la época en la que se realizó la obra, sin necesidad de que fueran patrocinadores de la misma. De hecho, en la techumbre de las Claras de Salamanca, por encima de los demás emblemas, aparecen presentados de forma alterna leones y castillos, lo que interpretamos como que esa decoración se hizo en un tiempo en el los reinos de León y de Castilla tenían un mismo rey.


Leones y castillos presentados de forma alterna en el convento de Santa Clara de Salamanca. 



Aves de plumaje negro localizadas en pinturas que se conservan en el convento de Santa Clara de Salamanca. No sabemos qué aves son exactamente ni por qué se pintaron bajo una techumbre decorada con chovas piquirrojas, pero nos resulta conmovedora la ternura con que la que la santa sujeta al pájaro en su brazo. 

Y esto es lo que os podemos contar a día de hoy, sin que se nos olvide agradecer a Jesús Delgado Mesonero, secretario de la Asociación de Ciudadanos para la Defensa del Patrimonio de Salamanca, que nos haya dado noticia de los castillos y aves pintados en la ermita de Santa Eulalia de Aguilar de Campoo, algo que puede que sea nuestro mejor regalo navideño. Y os deseamos a todos todo lo mejor, quedando muy agradecidos por el tiempo que dedicáis a la lectura de este Blog y esperanzados de que algún día se encuentren más pajarracos negros que, casualmente, estén revoloteando en torno al santo inglés y a los reyes de Castilla Alfonso VIII y Leonor Plantagenet. ¡Feliz Navidad!

Charo García de Arriba
Miguel Ángel Martín Mas

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