jueves, 6 de abril de 2023

De la pobreza franciscana a alojamiento de reinas y damas

El hecho de que hasta la publicación de este Blog no se haya relacionado el Real Convento de Santa Clara de Salamanca con la reina Berenguela -señal de que quizá se ha subestimado la relación de tan insigne monarca con nuestra ciudad- podría ser la razón por la que que no teníamos explicación para tres cuestiones fundamentales.

En primer lugar está el asunto de que a partir de la fecha de construcción de esta armadura cambie la tendencia en la promoción de conventos entre las mujeres de la realeza. Si hasta la primera mitad del siglo XIII reinas e infantas promocionaron la fundación de monasterios de la Orden del Císter, en los que también profesaron algunas, a partir de entonces la preferencia cambió en favor de las Damianitas, las precursoras de las Clarisas. De este modo, contamos con protectoras de los conventos de santa Clara tales como la reina Violante de Aragón, su hija Berenguela, su cuñada Constanza de Aragón y Sicilia o, siglo y medio más tarde, las hermanas Isabel e Inés Enríquez de Castilla. Todas ellas fundaron, ingresaron, fallecieron y/o fueron sepultadas en fundaciones clarisas. Pero, además, hasta el siglo XVI prácticamente todos los reyes promocionaron la Orden, incluida la reina Isabel la Católica. Dicha constancia en el apoyo real puede explicar también que, en 1521, durante el conflicto con los Comuneros, las hermanas se mostraran favorables al rey Carlos I y que ello les costara la expulsión del convento de Salamanca, al que volverían en el mes de mayo de ese mismo año.

En segundo lugar, es curioso que, no siendo la primera, la congregación de Salamanca fuera una de las más activas en la expansión de la Orden en los reinos de León y de Castilla durante la segunda mitad del siglo XIII. De ella salieron hermanas para fundar otros conventos, dando lugar a lo que se conocería como “la segunda ola fundacional”.


Fresco de santa Clara y las hermanas clarisas. Iglesia de San Damián (Asís). 

Por último, el convento de Salamanca es el único en el que, desde el comienzo, se dio una peculiaridad reseñable: la aceptación de mujeres de la realeza y la alta nobleza, acompañadas por su séquito, en régimen de visita. Estamos hablando de seglares que pasaban temporadas o incluso el resto de su vida en el convento. La bula de 1254 por medio de la cual el papa concedía a la reina Violante y a su hija el privilegio de estas visitas nos da a entender que el convento estaba preparado para ello, tal vez por haber hospedado ya en el pasado a otros personajes de ese nivel o incluso, quién sabe, a la propia reina Berenguela.


San Francisco recibe a Clara de Asís en la Orden.

Si en el siglo XIX la reina María Cristina llenó los veranos de San Sebastián de nobles y en el XX Victoria Eugenia hizo lo propio con Santander, nos atrevemos a aventurar que Berenguela creó esa misma ansia por seguirla en el siglo XIII. Dos noticias de esa época avalan lo que sostenemos:

- La primera que, en la segunda mitad del siglo XIII, las visitas y la estancia de seglares en el convento de Salamanca, así como las donaciones y heredades que éste recibía, fueron de tal importancia que las hermanas vivieron una crisis vocacional que llevó a la relajación en el seguimiento de la norma franciscana, abandonando en parte la oración, el sacrificio y el trabajo que ésta promulgaba.

- La segunda deriva del hecho de que muchas de estas seglares vestían el hábito de las Clarisas, aunque se distinguían las hermanas de velo entero de estas otras, de medio velo, que tenía libertad para pasearse por la ciudad (en el Císter se decía que tomaban la "cruz entera" o "media cruz"). Pues bien, estas jóvenes de "medio velo", provenientes de familias adineradas y en residencia temporal en este convento de lujo, salían a pasear por las calles de Salamanca escandalizando con su actitud poco recatada a los vecinos. La cuestión llegó a tal extremo que el mismísimo papa tuvo que intervenir para quitarles el derecho a lucir el hábito.

En medio de todo este apoyo real y apogeo económico y social debemos enmarcar, a nuestro juicio, la presencia en el convento de Salamanca de una hermosa caja de madera de unos setenta centímetros de largo por treinta y cinco de alto y ancho y que luce tres escudos reales: uno cuartelado de Castilla y de León, otro de Aragón y uno del reino de Sicilia. 




El nombre de la propietaria de dicho objeto no lo conocemos, pero, a buen seguro, fue una reina o infanta que pasó por el convento y dejó la caja en recuerdo de su visita. Se nos ocurren varias opciones, empezando por la reina Violante, cuyo hermano y protector, Pedro III, fue el primer monarca aragonés en serlo también de Sicilia. Podría ser que Violante, orgullosa de su estirpe, hubiera enviado la caja al convento con sus emblemas y los del reino que la vio nacer. 
Ahora bien, dado que el uso de armas reales plenas, es decir, sin modificar, estaba bastante restringido, más creíble nos parece que la caja fuera un presente de la reina Isabel la Católica durante alguna visita suya o de alguna de sus hijas. Recordemos que Isabel sí fue reina de Castilla, León, Aragón y Sicilia y que tenemos constancia de la protección que a las Clarisas de Salamanca otorgó no sólo ella, sino también su hija Juana quien, junto a su hijo Carlos, seguiría concediéndoles privilegios en el pago de diezmos durante el siglo XVI.

Sea como fuere, lo cierto es que la decoración de la techumbre y la caja son un reflejo de que allá por el siglo XIII este convento, hoy abandonado por sus antiguas moradoras, fue lo que hoy consideraríamos un espacio de lujo reservado a las mujeres de las familias más pudientes del reino.

FUENTES:

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...