viernes, 6 de diciembre de 2024

El infante Alfonso y su abuela castellana

El profesor Salvador Martínez en su biografía de la reina Berenguela la Grande deja bien claro que desde que heredó el trono castellano en 1217 hasta su fallecimiento, la reina jamás renunció a sus derechos sobre su reino de origen. Como recuerda el autor, la experiencia había enseñado a Berenguela que la providencia podía jugarte una mala pasada en cualquier momento, así que, si su hijo el rey Fernando fallecía, ella tendría mucho que decir al respecto de su sucesión en Castilla. En línea con lo anterior, todos los diplomas que emitió Fernando en vida de su madre contienen la expresión "en uno con mi madre la reina doña Berenguela"; además, en los últimos años de de la monarca esta fórmula se reforzó con un "la reina reinante" que no dejaba lugar a dudas. Asimismo, en todos los acuerdos importantes ella figuraba como protagonista de la parte castellana y su propio exmarido, Alfonso IX de León,  reconoció a su hijo como rey de Castilla y a doña Berenguela como reina propietaria del mismo reino en el tratado de Toro de 1218.


Pero Berenguela también era reina de León, un título que mantuvo a pesar de la nulidad matrimonial, ya que así se contemplaba en los acuerdos posteriores a dicha anulación. Así que, aunque solo fuera nominalmente, ella fue la primera persona que pudo intitularse como monarca de los reinos de León y de Castilla, algo que su hijo Fernando no podría hacer hasta 1230.


Cuartelado de leones y castillos dispuestos en sotuer que creemos que representa a la reina Berenguela como reina madre, ya que el cuartelado en cruz era de uso exclusivo de su hijo el rey Fernando. 

En el juego de espejos que el primer tramo del arrocabe derecho y el primero del izquierdo ofrecen al infante Alfonso para su preparación como monarca, hoy le toca el turno al reflejo de la abuela paterna, que le va a dejar meridianamente claro a su nieto quién era la propietaria del reino de Castilla. 

En el primer tramo del arrocabe izquierdo de la techumbre, donde están los ejemplos de vida que el heredero ha de seguir, se nos presenta un cuartelado con castillos en los cuarteles primero y cuarto y, ocultando los leones, palos de sable en campo de plata en los cuarteles segundo y tercero. En nuestra opinión ésta es la iconografía que Berenguela elige para presentarse frente al infante, como una reina de dos reinos, León y Castilla, de los que ella solamente podrá legarle uno. 


Efectivamente, muy probablemente Alfonso terminaría siendo rey de Castilla, sin embargo, su abuela parece decirle: "no tan rápido"; por eso, enfrentado al emblema cuartelado del lado izquierdo, en el lado derecho, al joven infante no se le representa como heredero castellano, sino con un emblema verado, es decir, como un mero protegido por el manto de una monarca, su abuela, la reina de Castilla. Y es que si tenemos en cuenta todo lo afirmado anteriormente, podremos entender que, mientras Berenguela se mantuvo con vida, Alfonso no fue heredero de Castilla. Si Fernando III hubiera fallecido, los derechos sobre el trono castellano habrían vuelto a Berenguela, que podía ceder la corona a su nieto Alfonso, pero también a su hijo Alfonso de Molina o, incluso, a ninguno de ellos y tratar de reinar en solitario.


En conclusión, en el par de emblemas de hoy, el heredero del reino de León aprende de su abuela Berenguela, reina de León y de Castilla, que es posible que ella le legue el segundo de estos reinos, pero que, de momento, respecto de éste, Alfonso es un mero protegido, no su heredero.


Reconstrucción de los emblemas por el heraldista José Moreiro Píriz.

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