jueves, 28 de diciembre de 2023

Becket, el arzobispo asesinado dos veces

Al filo de la medianoche de tal día como hoy, 29 de diciembre, pero de 1170, el arzobispo de Canterbury, Tomás Becket, fue asesinado en la catedral de dicha ciudad inglesa con un mandoble de espada que, literalmente, le voló la tapa de los sesos. Aunque parece que tenían razones propias, los cuatro perpetradores del crimen actuaron animados por las palabras del rey Enrique II, que, exasperado por los constantes desafíos de su antiguo amigo y por la defensa a ultranza de la separación Iglesia-Estado que éste promovía, había dicho públicamente:  "¿Quién me librará de este sacerdote que me turba?" Cuentan que esa noche tres cuervos entraron en la catedral, descendieron sobre el cadáver del clérigo y, manchándose el pico y las patas con la sangre vertida criminalmente, se convirtieron milagrosamente en chovas piquirrojas. Aun tratándose esta historia claramente de una leyenda, lo cierto es que, si visitáis la ciudad inglesa de Canterbury, podréis comprobar que allí nadie duda de que las chovas piquirrojas y la figura de Becket están unidas desde esa aciaga madrugada.


A pesar de su asesinato, en los siglos posteriores hubo pocos hombres que estuvieran más vivos que la figura de Tomás Becket: fue canonizado pasados tres años solamente después de su muerte, su tumba se convirtió en uno de los mayores centros de peregrinación del mundo y las revueltas contra el rey por haber auspiciado el asesinato se extendieron por toda Inglaterra. Incluso en el seno de la familia real, Enrique II sufrió en 1173 la rebelión de sus hijos y su esposa, Leonor de Aquitania, y parece ser que el asesinato de Becket fue uno de los detonantes que provocó el enfrentamiento. Tras sofocar el levantamiento y encerrar a su mujer, que no volvería a ser libre hasta la muerte del rey, éste decidió dar muestras de público arrepentimiento. Con ese fin, Enrique II llegó el 8 de julio de 1174 a la iglesia de San Dunstan en Canterbury y desde allí hizo penitencia pública hasta la tumba de Becket, vestido con una áspera camisa de peregrino y caminando descalzo bajo una torrencial lluvia, mientras sus pies iban dejando un rastro de sangre por las calles, hasta llegar a la catedral donde, puesto de rodillas ante la tumba de santo Tomás, se dejó azotar.


Vidriera de la catedral del Canterbury en la que se representan el martirio de Becket y la posterior flagelación del rey Enrique II ante su tumba.


Iglesia de St. Dunstan, Canterbury. Desde ella, descalzo y cubierto sólo con una camisa, Enrique II caminó hasta la catedral.

Por otro lado, el número de personas de todas las partes de Europa que peregrinaban a Canterbury no dejaba de crecer y en 1176 ya funcionaba un hospital de peregrinos, que aún hoy permanece abierto, el Eastbridge Hospital, que, según las crónicas, contaba con un blasón con chovas piquirrojas en su fachada. Dos siglos después, lejos de desvanecerse el fervor por el santo, la ciudad inglesa seguía siendo un centro de peregrinación de referencia. Hacia 1380 Geoffrey Chaucer comenzó a escribir Los cuentos de Canterbury, el relato de un concurso de narración de historias por parte de un grupo de peregrinos durante un viaje de Londres a Canterbury para visitar el santuario de Tomás Becket. Uno de esos peregrinos, representados bajo una estatua de Chaucer, viste un sayal que luce las tres chovas del santo. Indudablemente, Becket era la estrella indiscutible en aquella Inglaterra que todavía era católica.



Estatua de Geoffrey Chaucer, autor de Los Cuentos de Canterbury. Detrás se ve la fachada del hospital de peregrinos de santo Tomás Becket.


Detalle de la estatua homenaje a Geoffrey Chaucer, en la que aparece uno de los personajes de sus cuentos peregrinando con el emblema de las tres chovas piquirrojas.

Pero aquello no iba a durar, porque el caso es que en el siglo XVI llegó otro rey Enrique, el VIII, y no sabemos qué le pasaba a Becket con "los Enriques", que se la tenían realmente jurada. Como santo Tomás había defendido la separación entre Iglesia-Estado y Enrique VIII pretendía precisamente lo contrario para poner a los clérigos bajo su control, decidió borrar, literalmente, cualquier huella del Cantuariense dentro de sus dominios. Encargó así a su ministro principal, Tomás Cromwell, un proceso de desantificación que terminó siendo todo un ejemplo de cómo diluir el recuerdo de un hombre. Con ese fin, comenzó por hacer desaparecer los restos y altares del lugar de enterramiento inicial en la cripta y de su ubicación posterior en el altar mayor de la catedral. Si viajáis a Canterbury, en la cripta veréis una escultura, realizada en el año 2010, consistente en un cuerpo suspendido hecho de clavos, que ocupa el vacío dejado por el enterramiento del arzobispo en los años inmeditamente posteriores a su muerte. Además, en el altar mayor un austero cirio permanentemente encendido recuerda el lugar de la que fuera su imponente sepultura entre 1220 y 1538.


Escultura titulada "Transport", de Anthony Gormley (2010), que recuerda el vacío dejado por la primera ubicación de la tumba de santo Tomás en la cripta de la catedral de Canterbury.



Cirio en el altar mayor de la catedral de Canterbury que recuerda la ubicación de la tumba de Becket.

Parece ser que Enrique VIII tenía especial manía a los levantiscos de nombre Tomás y a las chovas piquirrojas ya que, como hemos dicho, se encargó de borrar el recuerdo de Tomás Becket, pero también ejecutó, por razones similares, a Tomás Moro en la Torre de Londres, cuya cabeza, curiosamente, se conserva en la iglesia de Saint Dunstan en Canterbury, a la que hemos hecho referencia anteriormente. Por lo que se refiere a las chovas piquirrojas, Enrique VIII ordenó exterminar a las vivas, a las que consideraba como una plaga que causaba estragos en los graneros, y, como hemos dicho, también retirar o borrar las aves en efigie que se identificaban con Becket. En general, dio orden de eliminar todas las representaciones personales e iconográficas de Becket, de tal forma que las iglesias consagradas al Cantuariense por toda Inglaterra pasaron a estar bajo la advocación de otro santo con el mismo nombre, Tomás Apóstol.

Afortunadamente, cuando viajamos a Canterbury hace unos meses pudimos ver chovas de Becket, aunque, paradojas de la Historia, siendo ésta la ciudad donde nació la relación entre el ave y el santo, a consecuencia de la desantificación decretada por Enrique VIII, no pudimos ninguna tan antigua como las que decoran el arrocabe de la iglesa del convento de Santa Clara de Salamanca. En cualquier caso, disfrutamos enormemente al ver que allí esta hermosa ave se muestra con orgullo en distintos lugares.

Pudimos ver el emblema de Becket repuesto en la impresionante y recién restaurada Christ Church Gate, que da paso a la catedral.



Christ Chuch Gate y detalle del emblema de Tomás Becket en el lado derecho del arco principal. Se le representa como arzobispo con un blasón partido que lleva su estola en el lado derecho y tres chovas en el izquierdo.

Dentro de la catedral, un altar recuerda el lugar exacto de su martirio y, ya en el claustro, podemos encontrar tanto su emblema de arzobispo como el blasón con solamente las tres chovas.



Obviamente, donde más chovas piquirrojas pudimos ver fue en la iglesia católica consagrada al Cantuariense. Allí las hay en la entrada, a los pies de la escultura del santo y bordadas en el altar de la capilla que guarda sus reliquias.




Y, por supuesto, por toda la ciudad puedes encontrar las del escudo de Canterbury que, desde 1380 exhibe un leopardo Plantagenet unido a las tres chovas piquirrojas de santo Tomás, tal vez reflejo de aquel 8 de julio de 1174 en el que el rey Enrique II se reconcilió con su viejo amigo, al menos, ante los ojos del mundo.



En general, nos alegra poder contaros que la ciudad de Canterbury y el condado al que pertenece, el de Kent, viven actualmente una pasión tan grande por la chova piquirroja que se están tratando de recuperar los córvidos que mandó eliminar el monarca cabeza de la iglesia anglicana: tanto las chovas piquirrojas de Becket como las que sobrevuelan los acantilados británicos.



Escaparate en el centro de Canterbury que recuerda la relación existente entre santo Tomás y las chovas piquirrojas. La publicidad se inserta en el marco de un proyecto ornitológico de recuperación de las chovas en el condado de Kent. Octubre de 2023.

Pero, como ya hemos dicho, no vimos ver ninguna representación de una chova piquirroja tan antigua ni tan bonita como las que se posaron hace siglos en el arrocabe de la techumbre de las Claras ya que, por las circunstancias acaecidas durante el reinado de Enrique VIII, las pintadas en Salamanca pueden ser las más antiguas conservadas que representen al santo Cantuariense, tal y como reconocían recientemente los archivos de Kent en su página oficial de Facebook:




Chovas piquirrojas pintadas en la techumbre de las Claras de Salamanca. 


Chova piquirroja en los acantilados del condado de Kent.

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