sábado, 23 de noviembre de 2024

El infante Alfonso de los Borgoña y Hohenstaufen

Si el heredero debía mirarse en sus bisabuelos, obviamente, también ha de seguir el ejemplo de su padre y de su madre. De este modo, es precisamente un cuartelado de castillos y leones, armas plenas del monarca Fernando III, uno de los cinco emblemas de la tabica superior del primer tramo del arrocabe izquierdo. Únicamente se da una pequeña modificación o brisura en este cuartelado: los leones son de color sable, algo natural si pensamos que en la tabica inferior se representa el óbito de sus abuelos y, justo enfrente, en el primer tramo del arrocabe derecho, su reflejo es el águila de los Hohenstaufen, linaje al que pertenecía su primera esposa, Beatriz de Suabia, fallecida en 1235.


Si León y Castilla los va a recibir el heredero de sus abuelos paternos, Alfonso IX y Berenguela, el hijo de éstos, Fernando III, va a conseguir para su descendencia la dignidad imperial que otorgaba el Sacro Imperio Romano Germánico al casarse con Beatriz de Suabia, prima del emperador Federico II. El emblema del águila imperial pintado sobre la techumbre está enmarcado por un losange y no en el campo de un escudo, ya que ni Beatriz ni sus hijos pueden utilizar en ese momento, hacia 1245, el escudo personal del emperador. Es por ello que todo apunta a que se trata de un emblema territorial y no personal, para así poder dar cuenta de que el personaje representado pertenece a los Hohenstaufen sin ser el cabeza del linaje.


Al igual que el resto de las figuras que la acompañan en la tabica, se muestra en modo negativo, puesto que en lugar de ser un águila de sable en campo de plata, se representa un águila de plata en campo de sable. Ahora bien, la morfología del ave heráldica coincide con la de las más antiguas conservadas en la heráldica hispana, curiosamente procedentes de este mismo ámbito Hohenstaufen, tales como la que aparece en un bote de forma globular conservado en el Museo de León, al que ya hemos hecho referencia, y la del sello que utilizaría otro de los hijos del matrimonio, Felipe de Suabia.



Esta ascendencia imperial del infante Alfonso terminaría marcando parte de su reinado, cuando, a partir de 1254 se le presente la ocasión de reclamar para sí los derechos sucesorios sobre el Sacro Imperio Romano Germánico, una reclamación con la que estaría obsesionado durante toda su vida. Es lo que se conoce como el “fecho del imperio” (1) y cuya relevancia para el monarca seguramente nadie ha descrito mejor que su biógrafo Manuel González Jiménez cuando afirma: 

 “Alfonso estaba convencido de que reclamaba algo que le pertenecía por herencia. Hasta casi el final de su vida aludiría a su herencia alemana, que le correspondía por su madre Beatriz de Suabia, una herencia a la que nunca renunció. Ya la reclamó siendo infante, en contra de los proyectos que Fernando III tenía al respecto, cuando se opuso tajantemente a que su hermano Fabrique heredase el ducado de Suabia. Años más tarde, siendo rey, volvería a reclamarlo de nuevo. Importa menos si no lo obtuvo; pero el hecho mismo de reclamarlo es de por sí muestra fehaciente de su voluntad de no estar dispuesto a renunciar a la herencia materna. Por otra parte, desde 1254 Alfonso se sentía cabeza del linaje de los Staufen y, por ello mismo, obligado a reclamar el título que habían ostentado otros antepasados suyos” (2).


Alfonso X representado con castillos y leones en sus vestiduras y con el águila Hohenstaufen en su cetro.


El infante Alfonso como miembro del linaje Hohenstaufen y su padre, Fernando III de Castilla y de León.

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(1) González Jiménez, M. (2004). Alfonso X el Sabio (2ª edición 2021). Sevilla. Editorial Universidad de Sevilla.. Págs. 125-143.

(2) González Jiménez, M. (2004). Alfonso X el Sabio (2ª edición 2021). Sevilla. Editorial Universidad de Sevilla. Págs. 125-143.

El infante Alfonso y sus bisabuelos los reyes de Castilla

La tabica superior del primer tramo del arrocabe izquierdo presenta en su centro un emblema con el que ya nos hemos topado antes en los cuadrales de la techumbre: un escudo de cinco flores de oro en campo de gules que que creemos que representa a Alfonso VIII de Castilla como líder de la cruzada de los reinos cristianos peninsulares contra los almohades. 


Ahora bien, nos gustaría hacer una apreciación adicional: estando dicho emblema situado encima de la representación de los sepulcros de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, nos preguntamos si en realidad no representa solamente al rey, sino también a su consorte. En este sentido queremos recordar cómo este férreo matrimonio se confirmaba a través del empleo de la fórmula una cum uxore mea que Alfonso VIII introdujo en los documentos diplomáticos (1). Asimismo, hemos de recordar el protagonismo que las crónicas otorgan a la reina Leonor Plantagenet en la búsqueda de la paz entre los reinos cristianos para así poder encarar juntos la lucha contra los musulmanes, siendo prueba de ello las negociaciones que dieron lugar al matrimonio entre Berenguela y Alfonso IX en 1197.


Si ahora giramos la vista hacia el tramo de arrocabe enfrentado, el derecho, se presenta un cuartelado en el que los cuarteles primero y cuarto están ocupados por sendas flores de lis de plata en campo de sable y los cuarteles segundo y tercero por seis fajas que alternan plata y sable. 


Como puede observarse, no aparecen castillos ni leones, lo que puede deberse al hecho de que el infante Alfonso es aún heredero, no rey, aunque también pensamos que podría ser una forma de destacar el emblema de la flor de lis. Los reinos de Castilla y de León, como territorios concretos, llegarán al heredero a través de otros personajes representados en emblemas pintados sobre la misma tabica, pero en este caso se quiere hacer hincapié en la condición de monarca con un carácter genérico, un cargo para cuyo ejercicio el heredero ha de tener como modelo a su bisabuelo paterno, el monarca Alfonso VIII de Castilla, sobre todo porque en la época en la que se decora la techumbre el infante ya acumula bastante poder al ser tenente de importantes ciudades del reino de León. 

En conclusión, tenemos a un monarca, Alfonso VIII de Castilla, que ostenta cinco flores de lis en tanto en cuanto lidera cinco reinos en la lucha contra el Islam y enfrente a su bisnieto Alfonso, que ostenta ya una de las flores en tanto en cuanto ejerce de monarca en prácticas del reino de León. Asimismo, parece que hay una intencionalidad de representar por medio de este par de emblemas enfrentados, que es de Alfonso VIII de quien procede la flor de lis entregada al joven príncipe, el emblema de realeza por excelencia, aunque quizá se quiera glosar que el bisnieto se forma como monarca mirándose en el espejo del bisabuelo, el mejor gobernante conocido, tal y como se le considera en las crónicas castellanas de la época.


El infante Alfonso, tenente de Salamanca, y el reflejo de su bisabuelo paterno Alfonso VIII de Castilla. 

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(1) Poza Yagüe, M. (2017). "Una Cum Uxore Mea: la dimensión artística de un reinado. Entre las certezas documentales y las especulaciones iconográficas". En Alfonso VIII y Leonor de Inglaterra: confluencias artísticas en el entorno de 1200. Madrid. Ediciones Complutense.. Pág. 71.

El infante Alfonso se mira en el espejo

Berenguela falleció en Burgos el 8 de noviembre de 1246, dejando a su enfermizo hijo Fernando, que solamente la sobrevivió seis años, reinando en solitario y teniendo como heredero a su hijo Alfonso, en el que su abuela había puesto todas sus esperanzas. El infante, en el que confluían los linajes de Borgoña, Hohenstaufen y Plantagenet, se convirtió en rey de Castilla y de León a los treinta y un años, en 1252, pasando a la historia con el sobrenombre de “el Sabio”, lo que no es de extrañar, dado que su abuela paterna se ocupó personalmente de su educación, encomendándole además la tenencia de la ciudad de Salamanca y de otras localidades importantes del reino de León.

Ya hemos contado en la entrada anterior que creemos que los cuatro emblemas de la tabica inferior del primer tramo del arrocabe derecho representan precisamente al tenente de la ciudad del Tormes en la época en la que se decoró la techumbre, es decir, al infante Alfonso.



En la tabica superior de ese mismo tramo encontramos los siguientes emblemas, todos alusivos al infante Alfonso y en tonos de luto, ya que se encuentran situados frente al primer tramo del arrocabe izquierdo, donde se representan a sus bisabuelos paternos fallecidos, el rey Alfonso VIII de Castilla y la reina Leonor Plantagenet.



Cada uno de dichos emblemas tiene además su propio reflejo en la tabica superior del primer tramo del arrocabe izquierdo, siendo éstos los emblemas representados, todos alusivos a familiares del infante a los que iba a tener modelo durante el proceso de su formación para ser rey. Veamos a través de las siguientes cinco entradas cuáles son las parejas de emblemas que se forman y que configuran el speculum princeps del infante Alfonso, el heredero al que había que preparar a conciencia para los retos a los que habría de enfrentarse durante su reinado, ya que, a diferencia de su padre, no iba a poder contar con la presencia y supervisión de su abuela Berenguela. Alfonso X se iba a quedar solo, así que había que asegurarse de que lo iba a hacer bien.


El infante Alfonso de los Borgoña y Hohenstaufen

Si el heredero debía mirarse en sus bisabuelos, obviamente, también ha de seguir el ejemplo de su padre y de su madre. De este modo, es prec...