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sábado, 25 de noviembre de 2023

Heráldica original versus Heráldica nobiliaria

El que visite la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca con ánimo de encontrar un magnífico ejemplo de “ciencia del blasón”, “ciencia heróica”, “piezas honorables” o de la significación de colores, piezas o disposiciones saldrá profundamente defraudado sin entender absolutamente nada de lo que ha tenido delante de sus ojos. De hecho, durante cincuenta años lo único que se ha dicho de su decoración heráldica es que hay cinco emblemas que se asemejan a los de los linajes salmantinos de los Varillas, los Maldonado, los Zúñiga, los Enríquez y los Tejeda. ¿Y qué pasa con toda esa gran cantidad de emblemas que queda sin identificar? Pues lo que ha pasado nos lo aclara el más prestigioso de los heraldistas españoles, Faustino Menéndez Pidal de Navascués, que tanto nos ha enseñado en estos meses. Afirma el maestro -en la página 40 de su libro Los emblemas heráldicos: novecientos años de historia- que “Quizá el rasgo más importante del sistema heráldico sea el de constituir un conjunto dinámico, en continuo cambio, que, como lengua viva, se re-crea cada vez que se usa, porque hasta la época de decadencia se usaba como expresión espontánea, no como reconstrucción arqueológica”. Solamente teniendo en cuenta estas palabras de Menéndez Pidal de Navascués puede explicarse la presencia de una chova piquirroja junto al castillo de Alfonso VIII en la decoración de nuestra techumbre salmantina. Lo que vemos es producto de la motivación personal de la mecenas de esta obra, que decide colocar esos dos emblemas precisamente en el interior de una iglesia, con el deseo de recordar al individuo identificado con el ave más por sus valores que por su linaje, primando así el aspecto emocional, espiritual y cultural frente al de la estirpe.


Un libro fundamental para comprender lo que fue la Heráldica en sus orígenes, que poco tenía que ver con la ciencia del blasón que conocemos hoy en día. 


La hija, Berenguela, se nos presenta por medio de dos emblemas, uno que representa el poder político de su padre, Alfonso VIII, como rey de Castilla y otro que nos habla de su madre, Leonor Plantagenet, promotora del culto a santo Tomás Cantuariense y depositaria de valores cristianos. Éste es su linaje y así lo quiere representar en esa parte del arrocabe. 


En otro punto del arrocabe la reina Berenguela representa a sus padres de modo diferente, ya que quiere dar cuenta de la defunción de ambos en 1214 y ella no está sujeta a la estricta normativa de la Heráldica nobiliaria, que se inventará dos siglos después. El padre sigue representado por su castillo de oro, pero ahora el campo del emblema ya no es rojo, sino negro. El luto por la madre se representa cambiando el el campo rojo del emblema del linaje Plantagenet por un campo negro. Por lo tanto, ahora la madre no está representada por el emblema espiritual de su familia, la chova piquirroja, sino por el político, el león de oro.

Porque lo de describir la parte puramente formal de las armerías, descomponiéndolas en piezas, figuras y colores es algo que se comenzó a hacer en los siglos XVII y XVIII, estableciéndose así una ciencia del blasón que no es más que, también en palabras de Faustino Menéndez Pidal de Navascués, “una disciplina abstracta y especulativa, separada del hombre y de su historia.”


León púrpura sobre campo de plata con una bordura de gules cargada con ocho castillos de oro. Así se describiría este emblema según la ciencia del blasón, pero poco importa eso en nuestra techumbre, donde lo que cuenta es que el emblema representa a una persona perteneciente a un linaje y sus circunstancias, en este caso al infante Fernando, hijo de Berenguela de Castilla y Alfonso IX de León, reconocido como heredero legítimo de su padre en el año 1218.

También afirma el sabio profesor que el desarrollo del sistema heráldico fue más intenso y con caracteres particulares más acusados en dos áreas concretas:

- La del Canal de la Mancha, con la Inglaterra de los primeros Plantagenet y los dominios del rey y los nobles de Francia. Aquí los escudos de armas se insertan en la corriente de pensamiento caballeresco y del Amor Cortés que emana de la corte de Leonor de Aquitania y constituyen su expresión gráfica, por medio de la cual no se pretende representar un linaje, sino evocar a la persona titular de las armas, es decir, un emblema corresponde a un solo individuo, justamente lo que vemos nosotros en la techumbre de las Claras.


Emblema cuartelado en sotuer que representa a la reina Berenguela y sus circunstancias. Obligada a separase de su esposo, el rey de León, no puede presentarse a su lado, aunque todavía lo ama, por eso actúa como una víctima del Amor Cortés y se esconde tras un original emblema que no encontraremos en otro lugar ya que está diseñado específicamente para esta techumbre y no representa a linaje alguno. 

- La Castilla regida por Alfonso VIII, Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, inmersa en la Cruzada contra los musulmanes de Al-Ándalus. En esta área predominan los valores decorativos, estéticos y las pautas repetitivas de los emblemas en línea, que es precisamente la que nos encontramos en la techumbre, y en redes de cuadrados u octógonos.


Fernando III de Castilla proclamado rey de León en 1230. Emblemas repetidos y colocados en línea con intención decorativa de acuerdo con el carácter particular heráldico castellano.

No os podéis imaginar la enorme satisfacción que pudimos sentir al leer esta argumentación, la de un verdadero experto, en fechas posteriores a haber hecho pública nuestra interpretación del conjunto heráldico de las Claras de Salamanca. Porque no en vano nosotros afirmamos que en esta techumbre lo que hay es una crónica histórica visual de cómo los reinos de León y de Castilla llegaron a tener un único rey, Fernando III, gracias a la calidad humana y política de su madre, la reina Berenguela, precisamente hija de Alfonso VIII y nieta de Enrique II Plantagenet y Leonor de Aquitania. Don Faustino, desgraciadamente, no llegó nunca a ver la techumbre al completo, nos consta que vio fotografías de algunos emblemas por separado, de otra forma hubiera atado cabos y se hubiera dado cuenta de que esta maravillosa obra de arte conservada en un convento salmantino era la respuesta a todas sus preguntas y la prueba definitiva de que sus teorías, desarrolladas tras tantos años de estudio, eran ciertas.


Don Faustino Menéndez Pidal de Navascués, académico y director honorario de la Real Academia de la Historia, así como Director de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

Lamentablemente la Heráldica nobiliaria triunfó no solamente porque fuera la más cercana a nuestro tiempo, sino también porque trató de borrar la tradición heráldica anterior para así poder afirmar cosas tales como que éstas son las armas de mi familia no desde el siglo XVI, sino desde el siglo X, y además descendemos del mismo Hércules venido a la península ibérica a robarle los bueyes al gigante Gerión. Por entonces para nada importaba que en la época en la que se sitúan las leyendas familiares ni siquiera existiera todavía la Heráldica, que desde luego no se había inventado todavía en los tiempos de los supuestos antepasados heróicos de familias como los Maldonado o los Varillas. El caso era inventarse un pasado, crearse un linaje como elemento diferenciador y como la justificación de unos privilegios, un auténtico ejercicio de soberbia y una práctica descarada de la ley del embudo. En definitiva, una farsa que, incomprensiblemente, se sigue manteniendo con las ideas de realeza, hidalguía y nobleza o con la ingenua creencia de que por tener el mismo apellido que un linaje nobiliario perteneces a él y, por lo tanto, tienes el derecho de colocar las armas de esa familia a la puerta de tu casa.

Estamos convencidos de que en esta techumbre se reflejan los dos principales caracteres de la Heráldica original, los de Aquitania y los de Castilla, y se da la casualidad de que la reina Berenguela era hija de esos dos territorios en los que se utilizaron tempranamente los emblemas. Además, los documentos fundacionales del convento de Santa Clara son bulas papales dirigidas a Fernando III de León y de Castilla, hijo de Berenguela, cuyas vicisitudes vividas para convertirse en monarca leonés son las que afirmamos que se cuentan en la techumbre por medio de emblemas heráldicos. A estas dos circunstancias hay que sumar, además, que en el arrocabe trasero de la armadura se representan territorios y mujeres del imperio Plantagenet-Aquitania, precisamente el imperio donde nació la Heráldica en el siglo XII.


Emblema situado en el arrocabe trasero de la techumbre. No es el emblema de los Tejeda salmantinos, representa a Isabel de Angulema, esposa de Juan sin Tierra, tío de Berenguela y rey de Inglaterra, y sus circunstancias, las de mostrarse de luto por medio del esmalte azul y el metal oro por el fallecimiento de su suegra, Leonor de Aquitania.

Como dijimos al comenzar a escribir este Blog: “les exponemos los hechos que indican en una dirección, ustedes serán el jurado”. Pero no tarden mucho, porque, si tuviéramos razón, quién sabe, y aunque doctores tiene la Iglesia, la decoración de esta techumbre sería algo único por su datación en fechas en torno a mediados del siglo XIII y por tratarse de una crónica histórica visual realizada en la Edad Media.


Emblema situado en la parte central del arrocabe trasero y, por lo tanto, frente al altar. Representa a una persona concreta perteneciente a un linaje y sus circunstancias, tal como nos dice Menéndez Pidal de Navascués que se hace en la Heráldica primitiva que nace en Aquitania. En esta decoración, según hemos visto en las tabicas que representan a la malograda reina Beatriz de Suabia, la banda parece que se emplea para sustuir el emblema de un persona fallecida, así que pensamos que aquí se representa a los padres de Berenguela, fallecidos ambos en 1214, representados también por sendas flores de lis, luciendo el emblema el color gules y el metal oro propios de ambos monarcas.

Y los que han visto muchas techumbres, tengan en cuenta, por favor, que ésta del convento de Santa Clara de Salamanca tiene apenas siete centímetros de espesor en sus pares, a ver si eso les dice algo, que nosotros nada sabemos de la carpintería de lo blanco. Lo que sí tenemos claro, en palabras tambíén de Menéndez Pidal de Navascués, es que: "No se estudia lo que no se comprende y no se comprende lo que no se estudia".


Esto jamás se hubiera dado en la Heráldica nobiliaria, puesto que no tiene sentido colocar en el mismo lugar las armas de un mismo linaje con colores diferentes en el campo. Pero esto sí se da en esta techumbre y se puede dar porque aquí no se representa a la familia Maldonado, sino a una persona perteneciente a un linaje en circunstancias diferentes. En este caso creemos que se representa a Alfonso VIII de Castilla, según su hija Berenguela merecedor de cinco flores de lis de oro en campo de gules, el metal y el color de su señal del castillo, ya que al ser nieto de Alfonso VII el Emperador, bien podría reinar en Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón, los cinco reinos de donde partieron caballeros para alcanzar la victoria de las Navas de Tolosa en 1212 con el monarca castellano a la cabeza. En campo de sable las cinco flores expresan el luto por la muerte de Alfonso VIII.

sábado, 11 de noviembre de 2023

Ilegitimidad III - Borduras tachadas

Es más que probable que la infanta Berenguela fuera educada en la corte castellana con un sentimiento de superioridad frente a las ramas leonesa y portuguesa de la familia paterna. No en vano la Grande era, por parte de padre, nieta del hijo primogénito de Alfonso VII el Emperador, Sancho III, y, por parte de madre, nieta de Leonor de Aquitania, reina primero de Francia y luego de Inglaterra, además de sobrina del famosísimo caballero cristiano Ricardo Corazón de León. Por otro lado estaba el asunto de que en la rama castellana los matrimonios reales se habían mantenido estrictamente dentro de lo establecido por el papado respecto al grado de consaguineidad entre los contrayentes, lo que les convertía a ellos y a su descendencia en legítimos ante Dios y, seguramente, según su propio punto de vista, en merecedores de convertirse en la familia imperial heredera de Alfonso VII con los reinos de León y de Portugal como vasallos del castellano. En cambio, en las ramas leonesa y portuguesa los hijos del incesto causaban problemas con fatales consecuencias. Por ejemplo, Teresa de León (1080-1130), condesa portucalense, fue una hija ilegítima que Alfonso VI tuvo con su amante Jimena Muñoz. De los titulares del condado portucalanse, la mencionada Teresa y su esposo Enrique de Borgoña, nacería el que se convertiría en el primer rey de Portugal, conocido como Alfonso I, perdiendo así el reino de León una parte importante de su territorio. Por el lado leonés, Fernando II (1137-1188) se había casado con Urraca de Portugal, nieta de una hermanastra de su abuela; de ese matrimonio nació Alfonso IX de León, que a su vez se casó con su prima hermana Teresa de Portugal, siendo anulados ambos matrimonios por el papa y convirtiéndose así los hijos en ilegítimos, con todos los problemas que ello acarreaba a la hora de la sucesión.  


Ricardo Corazón de León, tío de Berenguela, enfrentándose a Saladino, sultán de Egipto y Siria, durante la Tercera Cruzada.


Teresa de León, hija ilegítima de Alfonso VI. Se casó con Enrique de Borgoña, que hubiera preferido casarse con la hija legítima, Urraca I de León, pero fue postergado en favor de su primo Raimundo de Borgoña. Teresa, en guerra con su hermanastra Urraca, hizo todo lo posible porque su hijo Alfonso llegara a ser el primer monarca del reino de Portugal, con lo que el reino leonés perdía un territorio que jamás recuperaría.

Alfonso IX casó en segundas nupcias con la hija de su primo carnal Alfonso VIII, Berenguela, rompiéndose así la racha de legitimidad matrimonial castellana, terminando ese enlace anulado por el papa, aunque la reina bien que se ocupó de que su hijo, el futuro Fernando III de Castilla y de León, fuera reconocido como legítimo por la Santa Sede en 1218. Le costaría mucho dinero y el compromiso de por vida de ella y de algunas de las mujeres que la sucedieron con la orden religiosa de las Damianitas, transformada luego en la de las Clarisas, pero lo consiguió además con tesón e inteligencia.


Panteón de los Reyes de San Isidoro. Cuando Berenguela entro aquí por primera vez una vez convertida en reina de León, con apenas dieciséis años, probablemente puso en duda parte de la educación recibida en Castilla. Se había convertido en la monarca del antiguo y glorioso reino, el que inició la Reconquista, y su marido era el hombre que más le podía recordar al admirado tío de las historias que le contaba su madre porque Alfonso IX fue, al fin y al cabo, nuestro monarca Corazón de León. 

Trasladándonos de nuevo al sobrao de la Historia de León, la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, allí podemos ver que hay pintados sobre sus maderas dos emblemas que lucen borduras cargadas de aspas. Tradicionalmente se ha considerado que el origen de esas aspas está una condecoración que concedió Fernando III a los caballeros que participaron en la toma de la ciudad de Baeza el día de san Andrés de 1227. Lo cierto es que no se sabe con certeza en qué día se tomó Baeza, de hecho las fuentes musulmanes nos proporcionan otra fecha, y, además, san Andrés no se comenzó a representar con una cruz aspada hasta mucho tiempo después. Así las cosas, nos tememos que Gonzalo Argote de Molina (1548-1569) se sacó de la manga lo de la bordura con cruces de san Andrés en un episodio más de invención de la memoria de la nobleza renacentista, dispuesta a cargar sus armas con todo tipo de figuras a las que acomodaban historias que engrandecieran su pasado.

Lo que nosotros pensamos que representan las borduras cargadas de aspas en la techumbre es la ilegitimidad de un matrimonio real, tachándose así una figura, un castillo o unos verados, fórmula que luego fue adoptada por la nobleza cuando ya no se sabía lo que esto significaba en origen, convirtiéndose así nuestra techumbre salmantina en un inventario que dotaría de armas a los Varillas, los Maldonado, los Zúñiga, los Tejeda, los Enríquez y los Haro, familia esta última que incorporó la bordura aspada a sus armas con lobos de sable en campo de plata. 


Armas de la familia Haro. aliada de la reina Berenguela en su guerra contra la de los Lara. Siendo los lobos de sable sobre campo de plata unas de las armas nobiliarias más antiguas en la península ibérica, esa bordura de gules cargada de ocho aspas no lució ahí desde siempre, se añadió después, un día os contaremos la posible razón para esto, que desde luego no es la historieta de las cruces de san Andrés y la batalla de Baeza elucubrada por un fantasioso heraldista del siglo XVI. 

Los estatutos del limpieza de sangre de mediados del siglo XVI condujeron a una obsesión por el linaje, factor determinante de muchas fábulas familiares normalmente relacionadas con las gestas de la Reconquista. Gonzalo Argote de Molina, importante erudito español de ese tiempo, fue también un gran fabulador de pasados legendarios y orígenes míticos.

El primero de estos emblemas con bordura de aspas se encuentra en el cuadral derecho, en el momento en el que la crónica heráldica y visual nos cuenta que Berenguela se encuentra librando una guerra con la familia de los Lara en 1217 (Véase la entrada del 22/3/23 titulada "Si Berenguela hubiera sido derrotada...). Se trata de un emblema con un verado de sable sobre campo de plata y una bordura de gules cargada de ocho aspas de oro. Frente a él está el emblema que representa a su hijo Fernando como hijo del rey de León (con sus armas plenas) y de una infanta castellana (bordura de gules cargada de ocho castillos de oro). Pues bien, si Berenguela hubiera perdido esa guerra, la situación de su hijo Fernando hubiera sido la de ilegítimo ya que por entonces todavía no había sido reconocido por el papa, viéndose obligado a abandonar Castilla para acogerse bajo amparo de su padre el rey de León. Las aspas tachan la figura de su madre, dada la ilegitimidad del matrimonio de sus padres, y los verados muestran la protección ofrecida por el monarca.


Emblema del infante Fernando el Castellano como fruto de un matrimonio ilegítimo y bajo la protección de su padre el rey de León. 


Emblema del infante Fernando el castellano como hijo legítimo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla ya que aparece la bordura materna cargada de castillos. 

El segundo emblema que muestra bordura con aspas está situado en el lienzo III del arrocabe izquierdo, donde se representa la muerte de Alfonso IX de León y el luto de su esposa Berenguela. Como justo enfrente, en el arrocabe derecho, está representada la proclamación de su hijo Fernando como rey de León en 1230, cosa que se hace mostrando las armas plenas del monarca leonés, el león púrpura sobre campo de plata, al difunto rey no se le puede representar con el mismo emblema de uso personal. Sabemos que la interpretación de este emblema puede resultar polémica, si la ponemos bajo el foco nuestra mentalidad moderna, así que hagamos un esfuerzo e intentemos entrar en la mente de una reina del siglo XIII sabia, cristiana hasta la médula, extremadamente orgullosa de su estirpe y educada en la cultura trovadoresca. La bordura de sable cargada con dieciocho aspas nos recuerda a la bordura del emblema que representaba a la descendencia de Alfonso IX y Teresa de Portugal en el cuadral derecho. Las aspas tapan en esta ocasión los verados, a su vez representación del reino de Portugal, un reino que según la corte castellana debería ser vasallo suyo. Las "tachaduras" de los verados son el estigma de la consanguineidad del matrimonio de sus padres. Al mismo tiempo el león púrpura del reino de León se tiñe de los colores gules y oro del reino castellano, representándose así que, en la corte de Burgos se consideraba que ése debería ser también otro reino vasallo suyo o, quizá, algo más asumible para los que amamos y respetamos la historia del viejo reino leonés, el deseo oculto de Berenguela de haber reinado junto a su esposo en León y en Castilla. 


Emblema que representa al difunto Alfonso IX de León. 


Emblema de la descendencia de Alfonso IX de León y Teresa de Portugal representada como legítima, ya que las figuras de la bordura no están sustituidos por las aspas. Se la presenta como legítima porque, en un momento dado, fue considerada como una de las opciones para heredar el reino de León en perjuicio del hijo de Berenguela. En todo caso, y contradiciendo lo anteriormente dicho, la bordura no está cargada con una figura clara que represente a Teresa de Portugal o el reino de Portugal, lo que quizá signifique que Berenguela daba por ilegítima a esta línea de descendencia y sea ésta otra forma diferente de indicar tal hecho. 

sábado, 9 de septiembre de 2023

Unas familias salmantinas no tan nobles (Los Maldonado)

Si has venido como turista a Salamanca, es seguro que te han contado las historia de un escudo con cinco flores de lis, omnipresente en la Casa de las Conchas, palacio urbano construido por encargo de Rodrigo Maldonado de Talavera (1456-1517). Los Maldonado, poderosa familia, contaban que las cinco flores de lis de oro de sus armas las había ganado un antepasado suyo, Hermán Pérez de Aldana, en un duelo con un pariente del rey de Francia, así que eso es lo que se sigue contando a día de hoy en versiones más o menos adornadas. Además, como el rey, al verse obligado a ceder cinco de sus ocho flores de lis, dijo eso de que "Je te le donne, bien qu'elles soyent maldonnés", con ese "maldonnés" el apellido de la ilustre familia pasó de ser Aldana a Maldonado. La historia suena a fábula, desde luego, ya que, por muy importantes que fueran los Maldonado, no parece creíble que un antepasado suyo pudiera despojar al rey de los franceses de nada en absoluto. Además, la casa de Valois nunca lució ocho flores de lis en su emblema y la versión más extendida de la historia sitúa la acción en el siglo XI, cuando ni siquiera el rey de los francos usaba ese blasón. 


Armas de los Maldonado en la Casa de las Conchas de Salamanca. 


Blasón de los Maldonado, esa familia que afirmaba que su linaje se remontaba a Teodorico, rey de los ostrogodos, lo que demuestra que nuevos ricos con pretensiones los ha habido toda la vida. 


Armas de la casa de Valois. Según la leyenda del escudo de los Maldonado, un antepasado les ganó cinco flores de lis en un duelo y sólo les quedaron tres. 

En la decoración de la armadura de la iglesia del convento de Santa Clara podemos ver repetido cuatro veces un emblema con cinco flores de lis de oro dispuestas en sotuer sobre un campo de gules, así que, cuando se descubrió esta estructura en el año 1973, la interpretación fue blanco y en botella: aquella decoración heráldica estaba compuesta por blasones de familias nobles salmantinas, entre ellas la de los Maldonado.


Emblema con cinco flores de oro dispuestas en sotuer sobre un campo de gules que se puede ver pintado en la armadura de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca. 

En dos de esas cuatro ocasiones en las que aparece dicho emblema está enmarcado con un losange, lo que significa que representa a un rey o de una reina. De hecho, en el monasterio de Santa María la Real de Nieva (Segovia) la reina Catalina de Lancaster (1373-1418) mandó esculpir su emblema de la piña con ese mismo marco. Por este pequeño detalle comenzamos a pensar que éste no podía ser el blasón de los Maldonado, que nunca formaron parte de la realeza. 



Para nosotros, en el contexto de la interpretación general que damos a esta decoración, este emblema de cinco flores de lis representa al rey Alfonso VIII de Castilla, padre de la reina Berenguela. Sabemos que la flor de lis venía usándose para representar a la realeza leonesa ya desde tiempos de Alfonso III, pasando la figura a ser empleada también por la realeza castellana, que en el fondo se consideraba también con derecho a reinar en León o al menos a tener como vasallo a dicho reino.


Alfonso III de León (852-910) sosteniendo un cetro rematado con la flor de lis. 


Coronación del santo Job en una miniatura de la Biblia Románica de San Isidoro de León (1162). Obsérvese el detalle de las flores de lis en el cetro y la corona. 


Sello personal de la reina Urraca de Portugal, reina consorte de León por su matrimonio con Fernando II, sosteniendo una flor de lis. 

La sospecha de que este emblema representaba a Alfonso VIII de Castillaa surgió gracias a un feliz encuentro que tuvimos mientras visitábamos el monasterio de Las Huelgas en Burgos; porque este mismo emblema, además con un diseño de flores de lis idéntico, nos lo encontramos labrado en piedra en un patio interior del cenobio, fundado por los padres de la reina Berenguela y anexo a su habitual lugar de residencia burgalés. Se trata, según el estudio "Estelas medievales del monasterio Cisterciense de Las Huelgas de Burgos" (Carlos de la Casa y otros), de una estela funeraria, que, evidentemente, no está colocada en su emplezamiento original. Pensamos que quizá se labrara para una tumba en la que pudo estar enterrado durante un tiempo el padre de Berenguela antes de trasladar su cadáver al sepulcro que todavía hoy podemos admirar en el interior de la iglesia del monasterio. 


El emblema de las cinco flores de lis en el monasterio de las Huelgas, probablemente representando al rey Alfonso VIII de Castilla. Menuda casualidad que este emblema aparezca en el lugar de enterramiento del monarca castellano y en la decoración de una armadura donde, según nuestra interpretación, Berenguela de Castilla representa a su familia. Además, en ninguno de los dos sitios tiene nada que hacer la familia Maldonado.

Por último, debemos recordar que en el primer lienzo del arrocabe derecho aparece el emblema de las cinco flores de lis, pero esta vez sobre campo de sable.  Aquí tampoco pintaría nada pintado el blasón de los Maldonado, nunca mejor dicho, y menos con un campo de sable. 

Lo que creemos que ocurrió es que llegado el siglo XV, cuando ya nadie sabía lo que significaba la decoración de la armadura de la iglesia de las Claras y se puso de moda la heráldica nobiliaria, los Maldonado de Salamanca se apropiaron de este emblema para convertirlo en su blasón, al que, por supuesto, sumarían una fábula que justificara la presencia de cinco flores de lis en el mismo y además remontara su linaje a tiempos más antiguos. Con una casa como la de Las Conchas, este blasón y una buena historia genealógica se iban a convertir, sin duda, en la envidia del resto de la nobleza salmantina.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Unas familias salmantinas no tan nobles (Introducción)

Como ya contamos en las primeras entradas de este Blog, publicadas a finales de febrero de 2023, la techumbre decorada que se puede admirar en el Museo de Pintura Medieval Santa Clara de Salamanca permaneció oculta desde que se construyó la nueva iglesia barroca en el siglo XVIII hasta el año 1973, siendo éste uno de los hechos más sorprendentes y afortunados relativos al patrimonio artístico de nuestra ciudad, pero al que, incomprensiblemente, se le ha prestado muy poca atención pasados cincuenta años desde el descubrimiento. Ni el arquitecto del renovado templo dieciochesco, Joaquín de Churriguera, ni nadie en realidad, sabían por entonces lo que representaba aquel numeroso conjunto de escudos heráldicos pintados sobre tablas y maderos, pero estaba claro que era algo hermoso y muy antiguo que merecía ser conservado. La solución pasó por dejar la armadura escondida entre una falsa bóveda y el tejado del convento, y allí quedaron ocultos a la vista más de un centenar de emblemas que, desde que volvieran a ver la luz en el siglo XX, han sido interpretados como escudos de los reinos de León y de Castilla y blasones de familias nobles salmantinas. Ha sido en el año 2023 cuando unos servidores, Charo García de Arriba y Miguel Ángel Martín Mas, los autores de este Blog, insatisfechos con la explicación de los blasones nobiliarios salmantinos, decidimos que había que ponerse manos a la obra para poder así ofrecer una posible interpretación de este maravilloso conjunto iconográfico medieval. 


Nuestra teoría es que lo que milagrosamente podemos todavía ver a día de hoy es la decoración original de la armadura de la iglesia, que sabemos, gracias a los archivos del convento, que ya estaba operativa hacia el año 1240. Una decoración para la que se emplea la Heráldica, idea nacida en los territorios de Anjou, Maine, Normandía y Aquitania, y que de allí se extendería con rapidez por toda la Europa cristiana, aunque, según el heraldista Faustino Menéndez Pidal Navascués, ésta no se empleaba en época temprana para componer blasones familiares ya que éste fue un fenómeno que se generalizaría mucho tiempo más tarde. Estaríamos entonces, según nuestra interpretación, compartida exhaustivamente a través de este Blog, ante un conjunto iconográfico y heráldico que conformaría una crónica histórica pictórica de los avatares vividos para que Fernando III, hijo de la reina Berenguela, se convirtiera en rey de Castilla en 1217 y de León en 1230. Curiosamente, los documentos más antiguos que se conservan en el convento son bulas papales dirigidas al rey Fernando III entre los años 1238 y 1244 solicitando amparo para la comunidad de mujeres religiosas que allí habitaban y que escuchaban misa en su recién estrenada iglesia. Estando en esos años el rey combatiendo a los musulmanes de Al-Ándalus, de un asunto así habría de ocuparse la reina madre Berenguela, que además había sido tenente de Salamanca en la época en la que fue reina de León junto a su esposo Alfonso IX, matrimonio que fue anulado por el papa en el año 1204. 

¿Y qué llevó a pensar que lo que allí había permanecido oculto durante tres siglos eran blasones de familias nobles salmantinas? Pues, sorprendentemente, apenas un puñado de emblemas que mostramos a continuación. 


Supuestas armas de los Rodríguez de las Varillas. 


Supuestas armas de los Zúñiga. 


Supuestas armas de los Enríquez.



Supuestas armas de los Maldonado.


Supuestas armas de los Tejeda. 

Son pocos, ciertamente, así que un buen número de emblemas se quedó sin identificar en los años setenta del siglo pasado. En las próximas entradas contaremos lo que creemos que representan realmente este puñado de emblemas, nada que no hayamos contado antes, pero veíamos necesaría un recopilación.

Lo que parece claro es que allá por el siglo XV, cuando ya nadie sabía qué se había querido representar en la techumbre de iglesia de las Claras, esta decoración se convirtió en un inventario del que la nobleza salmantina sustrajo emblemas para convertirlos en sus blasones familiares, a los que, por supuesto, dieron explicación con disparatadas leyendas que se siguen contando como realidades históricas a los turistas que visitan nuestra monumental ciudad. Los apellidos Rodríguez de las Varillas, Zúñiga, Maldonado, Enríquez y Tejeda buscaban sumarse así a la nueva moda del blasón familiar, cuya función principal era la ostentación y la satisfacción del deseo de ser los más antiguos de la ciudad, aunque para ello hubiera que inventarse heroicos antepasados y sus hazañas correspondientes.

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