Raúl de Tapia Martín, biólogo y divulgador científico, fue el primero en citar un ejemplar de Pyrrhocorax pyrrhocorax en el conjunto iconográfico que decora el arrocabe y los cuadrales de la armadura de la iglesia del convento salmantino de Santa Clara, algo que despertó nuestra curiosidad como personas que, casualmente, disfrutamos aprendiendo sobre temas relacionados con la Ornitología y la Historia, dos disciplinas que no suelen ir precisamente de la mano.
Subimos muchas veces a admirar la techumbre de la antigua iglesia del convento como esos niños que, a pesar de las
advertencias de no hacerlo, ascienden furtivamente las escaleras del sobrao de
la casa de sus abuelos para fisgar en los carcomidos arcones. No es que nos hubieran prohibido hacer tal cosa, pero ya por entonces sentíamos una cierta desazón, ya que parecía que esta historia, que apenas comenzábamos a hilvanar, iba a convertir ese sobrecogedor espacio en el desván de la historia de nuestra ciudad y por ende de los reinos de León y de Castilla, algo que, desde luego, nos quedaba muy grande.
Así que, en realidad, la culpa fue de un ave, sí, concretamente de
una chova piquirroja, ese córvido de pico y patas de
color encarnado que en nuestra península ibérica habita los tajos fluviales, las
escarpadas paredes altimontanas, los roquedos serranos y, en general, los más abruptos y ásperos parajes. Curiosamente, y eso
fue el principio de todo, la misma ave que aparece representada, en número de
tres, en el escudo de la ciudad británica de Canterbury.
A continuación les exponemos los hechos que indican hacia
una dirección, ustedes serán el jurado…
Charo García de Arriba
Miguel Ángel Martín Mas
Salamanca, 4 de marzo de 2023