viernes, 8 de septiembre de 2023

Unas familias salmantinas no tan nobles (Introducción)

Como ya contamos en las primeras entradas de este Blog, publicadas a finales de febrero de 2023, la techumbre decorada que se puede admirar en el Museo de Pintura Medieval Santa Clara de Salamanca permaneció oculta desde que se construyó la nueva iglesia barroca en el siglo XVIII hasta el año 1973, siendo éste uno de los hechos más sorprendentes y afortunados relativos al patrimonio artístico de nuestra ciudad, pero al que, incomprensiblemente, se le ha prestado muy poca atención pasados cincuenta años desde el descubrimiento. Ni el arquitecto del renovado templo dieciochesco, Joaquín de Churriguera, ni nadie en realidad, sabían por entonces lo que representaba aquel numeroso conjunto de escudos heráldicos pintados sobre tablas y maderos, pero estaba claro que era algo hermoso y muy antiguo que merecía ser conservado. La solución pasó por dejar la armadura escondida entre una falsa bóveda y el tejado del convento, y allí quedaron ocultos a la vista más de un centenar de emblemas que, desde que volvieran a ver la luz en el siglo XX, han sido interpretados como escudos de los reinos de León y de Castilla y blasones de familias nobles salmantinas. Ha sido en el año 2023 cuando unos servidores, Charo García de Arriba y Miguel Ángel Martín Mas, los autores de este Blog, insatisfechos con la explicación de los blasones nobiliarios salmantinos, decidimos que había que ponerse manos a la obra para poder así ofrecer una posible interpretación de este maravilloso conjunto iconográfico medieval. 


Nuestra teoría es que lo que milagrosamente podemos todavía ver a día de hoy es la decoración original de la armadura de la iglesia, que sabemos, gracias a los archivos del convento, que ya estaba operativa hacia el año 1240. Una decoración para la que se emplea la Heráldica, idea nacida en los territorios de Anjou, Maine, Normandía y Aquitania, y que de allí se extendería con rapidez por toda la Europa cristiana, aunque, según el heraldista Faustino Menéndez Pidal Navascués, ésta no se empleaba en época temprana para componer blasones familiares ya que éste fue un fenómeno que se generalizaría mucho tiempo más tarde. Estaríamos entonces, según nuestra interpretación, compartida exhaustivamente a través de este Blog, ante un conjunto iconográfico y heráldico que conformaría una crónica histórica pictórica de los avatares vividos para que Fernando III, hijo de la reina Berenguela, se convirtiera en rey de Castilla en 1217 y de León en 1230. Curiosamente, los documentos más antiguos que se conservan en el convento son bulas papales dirigidas al rey Fernando III entre los años 1238 y 1244 solicitando amparo para la comunidad de mujeres religiosas que allí habitaban y que escuchaban misa en su recién estrenada iglesia. Estando en esos años el rey combatiendo a los musulmanes de Al-Ándalus, de un asunto así habría de ocuparse la reina madre Berenguela, que además había sido tenente de Salamanca en la época en la que fue reina de León junto a su esposo Alfonso IX, matrimonio que fue anulado por el papa en el año 1204. 

¿Y qué llevó a pensar que lo que allí había permanecido oculto durante tres siglos eran blasones de familias nobles salmantinas? Pues, sorprendentemente, apenas un puñado de emblemas que mostramos a continuación. 


Supuestas armas de los Rodríguez de las Varillas. 


Supuestas armas de los Zúñiga. 


Supuestas armas de los Enríquez.



Supuestas armas de los Maldonado.


Supuestas armas de los Tejeda. 

Son pocos, ciertamente, así que un buen número de emblemas se quedó sin identificar en los años setenta del siglo pasado. En las próximas entradas contaremos lo que creemos que representan realmente este puñado de emblemas, nada que no hayamos contado antes, pero veíamos necesaría un recopilación.

Lo que parece claro es que allá por el siglo XV, cuando ya nadie sabía qué se había querido representar en la techumbre de iglesia de las Claras, esta decoración se convirtió en un inventario del que la nobleza salmantina sustrajo emblemas para convertirlos en sus blasones familiares, a los que, por supuesto, dieron explicación con disparatadas leyendas que se siguen contando como realidades históricas a los turistas que visitan nuestra monumental ciudad. Los apellidos Rodríguez de las Varillas, Zúñiga, Maldonado, Enríquez y Tejeda buscaban sumarse así a la nueva moda del blasón familiar, cuya función principal era la ostentación y la satisfacción del deseo de ser los más antiguos de la ciudad, aunque para ello hubiera que inventarse heroicos antepasados y sus hazañas correspondientes.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...