domingo, 19 de enero de 2025

Un convento de leyendas

Cuando hace un par de años comenzamos a plantearnos que la iconografía heráldica que decora la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca podía hacer referencia a las monarquías leonesa y castellana de la primera mitad del siglo XIII, lo primero que hicimos fue tratar de buscar qué se sabía al respecto de los orígenes de dicho cenobio.


Tabicas sobre las que pensamos que se representa la proclamación  de Fernando III de Castilla, hijo del monarca leonés Alfonso IX y de la monarca castellana Berenguela, como rey de León en el año 1230. 

Sabemos que en las primeras décadas del siglo XIII un grupo de mujeres lideradas por una tal Urraca, de la que poco más podemos aportar aparte de su nombre, bastante común en la época, se reunieron para vivir como hermanas en religión en el entorno de la ermita de Santa María. Lo siguiente que podemos afirmar a ciencia cierta es que en 1238, cuando en Castilla y en León correinaban Fernando III y su madre Berenguela, la nueva comunidad salmantina ya convivía bajo la misma regla que seguía Clara de Asís (1194-1253) en la iglesia de San Damián, advocación de la que deriva el nombre de Damianitas, con el que se conoció a sus seguidoras en los comienzos de su obra. Se regían aquellas mujeres por unas normas que el cardenal Ugolino de Segni les había redactado hacia 1218 ante el disgusto que provocaba entre la curia eclesial la proliferación de beaterios femeninos que no contaban con una regulación aprobada por la Iglesia. No sería hasta el 9 de agosto de 1253, poco tiempo antes de la muerte de Clara, cuando el papa Inocencio IV promulgaría la regla monástica de unas monjas que en el futuro se conocerían como Clarisas.


El papa Inocencio IV envía a fraíles domiunicos y franciscanos para cristianizar a los tártaros.

Lamentablemente, carecemos de documentación relativa al modo en el que este grupo de beatas de Salamanca conocieron y comenzaron a seguir la regla del cardenal Ugolino de Segni. Aún hoy, por increíble que parezca, las dos versiones más extendidas son o que dos discípulas de Clara de Asís llegaron a Salamanca o que dos piadosas mujeres salmantinas viajaron a Italia, trayendo de vuelta la regla monástica, reliquias varias y un par de corporales hilados por la futura santa. Esta segunda versión es bastante rocambolesca, ya que, según la misma, dos damas salmantinas que vivían con Urraca, la fundadora de la comunidad salmantina, le pidieron permiso para visitar el Santo Sepulcro; pensando la superiora que se trataba de una capilla a las afueras de la ciudad, se lo concedió, pero la tarde debía de estar agradable, el paseo se alargó más de la cuenta y terminaron en la ciudad italiana de Asís departiendo con Chiara Scifi, nombre de nacimiento de la futura santa Clara. Como decíamos, a nuestro entender, parece increíble que estas cándidas e ingenuas versiones sigan gozando hoy en día de tanta credibilidad, puesto que ya hace casi medio siglo que el historiador y franciscano Isaac Vázquez, gran conocedor del universo damianita, esgrimió las razones por las que estas teorías sobre el origen del cenobio salmantino no pueden considerarse sino leyendas, debido a que se encuentran documentadas por primera vez en crónicas franciscanas de los siglos XVII y XVIII y a que, por otra parte, son comunes a la práctica totalidad de los monasterios damianitas fundados fuera de Italia [1].


Santa Clara de Asís por el pintor Simone Martini (1284-1344).

A pesar de lo afirmado anteriormente, sí que merece la pena que hagamos referencia al asunto de los corporales supuestamente hilados por la santa y traídos desde Asís, ya que ésos todavía se conservan en el elaborado relicario localizado en el coro bajo del convento de Santa Clara de Salamanca. Los corporales son los paños que, en el rito católico, se colocan sobre el altar durante la consagración para apoyar el cáliz, la patena y, en algún caso, la custodia que contiene la forma consagrada; de ahí precisamente su nombre, ya que sobre ellos se pone el "cuerpo de Cristo". La importancia simbólica de estos paños para las Clarisas tiene su origen en la unión de dos hechos relativos a la vida de santa Clara, ambos contenidos en los textos hagiográficos compuestos con las declaraciones aportadas por las hermanas del convento de San Damián durante el proceso de canonización y en la obra Leyenda de Santa Clara, elaborada en el siglo XIII y que no es sino un compendio de las declaraciones mencionadas [2]. En primer lugar, según estos textos, durante su larga enfermedad, Clara hilaba telas de lino con las que se hicieron unos cincuenta pares de corporales, que fueron distribuidos por las iglesias dependientes del obispado de Asís. Por otra parte, muchas de las hermanas narraron que, durante un ataque sobre la ciudad de Asís de tropas sarracenas, mercenarias del emperador Federico II, la santa tranquilizó a sus hermanas asegurándoles que no sufrirían daño alguno, lo que se cumplió. Una de las monjas añadió que la revelación se la había hecho a santa Clara una hostia consagrada que guardaba en un cofrecito. No parece que las historias de los corporales y los sarracenos tuvieran gran relevancia en el siglo XIII, ni tampoco en los dos siguientes, ya que durante esas primeras centurias posteriores a la canonización a la santa se la solía representar con atributos tales como azucenas, símbolo de su virginidad, y el libro de la regla monástica que le había sido otorgada por el papa [3]; de hecho, es así como la vemos representada en las pinturas del coro bajo del convento salmantino, catalogadas como del siglo XIV.





Santa Clara de Asís en las pinturas, datadas como del siglo XIV, en el coro bajo de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca. 

Ahora bien, a partir de la Contrarreforma, el asunto de los corporales para consagrar y la confianza puesta en la hostia como infalible protección frente a los sarracenos empujaron a la Iglesia a convertir a santa Clara en adalid del sacramento eucarístico. Como era habitual en la Edad Moderna, la historia de los atacantes musulmanes se adornó un poco y allá por 1610 Fray Luis de Miranda[4] transformó a la cándida y enferma clara de Asís en una mujer heroica que había salido a la puerta del convento empuñando enérgicamente una anacrónica custodia que, a la vista de los mahometanos, comenzó a emitir Dios sabe qué fuerza, provocándoles un miedo cerval y haciéndoles huir despavoridos. Fue a partir de entonces cuando a la santa de Asís se la comenzó a representar con la custodia en las manos, que en muchas ocasiones iba acompañada de uno de los corporales que ella misma había hilado según una leyenda más antigua. En cualquier caso, tal y como afirma el profesor Carlos Javier Castro Bueno, lo importante es comprender que esta iconografía eucarística de la custodia y los corporales “es, pues, una imagen de la Contrarreforma” [5].


Santa Clara representada antes de la Contrarreforma. 


Santa Clara de Asis representada con custodia y corporal en una pintura anónima del siglo XVIII que se exhibe en el coro alto de las Clarisas de Salamanca. 


La Santa de Asís en el altar barroco de la iglesia de las Claras de Salamanca. 

Como decíamos unos párrafos más arriba, en el convento de Santa Clara de Salamanca, y también en el de Zamora, se conservan un par de corporales dispuestos en un relicario que, seguramente no sea casualidad, tiene una forma muy similar a una custodia. El relicario y la nota que le acompaña se considera que corresponden al siglo XVII [6], lo que está en línea con la iconografía eucarística propia de la Edad Moderna a la que acabamos de hacer referencia. Sin embargo, el franciscano Ignacio Omaechevarría y la experta en tejidos María Ángeles González Mena piensan que la tela de los corporales bien podría ser del siglo XIII, dando credibilidad así al viaje de las damas salmantinas a Asís [7]. Desde luego, no somos nosotros nadie para cuestionar dicha datación, pero, dado que, como ellos mismo reconocen, la misma se basa en interpretaciones nacidas de la mera observación de las piezas, nos atrevemos a decir que tampoco habría sido extraño que los corporales hubieran sido fruto de los procesos de creación de memoria que muchos cenobios, en correspondencia con lo que hizo la nobleza, siguieron durante la Edad Moderna; y en el caso concreto de Clara de Asís, impulsados también por el espíritu de la Contrarreforma. Por ello, careciendo de documentación relativa al origen de los corporales y conociendo el énfasis que se puso en el reconocimiento de santa Clara como defensora a ultranza de la eucaristía durante la Edad Moderna, pensamos que la historia del viaje de las damas salmantinas a Asís y los corporales pertenece al campo de las narraciones legendarias, así que preferimos atenernos a lo que el archivo del convento nos aporta, que, afortunadamente, es mucho y muy interesante, aunque de ello daremos cuenta en la siguiente entrada de este Blog.


[1] Vázquez, I. (1977). Documentación pontificia medieval en Santa Clara de Salamanca. Un suplemento al bullarium franciscanum. En Studia Histórico-Ecclesiastica. Bibliotheca Pontificii Athenaei. 19. Roma. Págs. 347-418. Págs. 354-356. Se hace eco de ambas versiones legendarias documentando las siguientes fuentes sobre su origen:

-          El Árbol chronologico de la provincia de Santiago, 1, Salamanca. 1722, de Jacobo de Castro. Contempla el viaje a Asís de dos discípulas de la fundadora, una dama de nombre Urraca que trajeron de vuelta la regla de vida, las reliquias y corporales.

-          La Crónica de la provincia franciscana de Santiago 1214-1614, por un franciscano anónimo del siglo XVII, Archivo Ibero Americano, Madrid, 1971; con Introducción, rectificaciones y notas de Manuel de Castro. Contempla el viaje a Salamanca de dos discípulas de Clara de Asís.

[3] Castro Brunetto, C.J. (1997) Iconografía de Santa Clara de Asís y Santa Rosa de Viterbo en Canarias. Revista de Historia Canaria. Nº 179. Págs. 73-100. Pág. 76.

[4] Castro Brunetto, C.J. (1997) Iconografía de Santa Clara de Asís y Santa Rosa de Viterbo en Canarias. Revista de Historia Canaria. Nº 179. Págs. 73-100. Pág. 83.

[5] Castro Brunetto, C.J. (1997) Iconografía de Santa Clara de Asís y Santa Rosa de Viterbo en Canarias. Revista de Historia Canaria. Nº 179. Págs. 73-100. Pág. 76.

[6] Omaechevarría, I. y González Mena, M.A. (1995). Cuatro corporales atribuidos a Santa Clara de Asís. Revista de dialectología y tradiciones populares. Tomo 50. Cuaderno 1. Págs. 197-220. Pág. 217.

[7] Omaechevarría, I. y González Mena, M.A. (1995). Cuatro corporales atribuidos a Santa Clara de Asís. Revista de dialectología y tradiciones populares. Tomo 50. Cuaderno 1. Págs. 197-220. Pág. 203 y 217.

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