martes, 11 de abril de 2023

Condenada al amor cortés - Parte I

El escritor José María Pérez, Peridis, autor de la novela La reina sin reino, hizo alusión una vez en una entrevista al hecho de que Berenguela era coetánea de la época en la que, por primera vez, se habló del amor tal y como lo entendemos actualmente, como un afecto más allá de la mera finalidad sexual o procreadora. Resulta cuanto menos curioso que, en plena Edad Media, esa primera alusión al amor no se haga en el seno del matrimonio, sino que los poetas se dediquen a poner palabras a los sentimientos implicados en el amor cortés, un amor extramatrimonial y casi siempre de tipo platónico, que tiene su origen en el seno de la cultura trovadoresca occitana. Precisamente en el germen de esa corriente literaria del amor cortés estuvieron directamente implicados los antepasados aquitanos de la reina Berenguela: su tatarabuelo Guillermo IX, conocido como “el Trovador”, su abuela Leonor de Aquitania o su prima María de Champaña, nieta de Leonor de Aquitania y Luis VII de Francia. Además, fue a instancias de ésta última que Andrés el Capellán escribió a finales del siglo XII un tratado titulado De Amore, también conocido como El arte del amor cortés.


El enamorado llega hasta su dama izado en una canasta. Ilustración del Codex Mannese, ca. 1305.

El tópico literario del amor cortés tiene muchos tintes de amor prohibido ya que se trata del galanteo con una dama casada o comprometida. En una época marcada por los matrimonios de conveniencia, el amor cortés es un amor perseguido que, si bien puede llegar a ser adúltero, en general se queda en un ideal platónico entre una dama virtuosa y su amado, que, gracias a este amor imposible, desarrolla virtudes tan valiosas como la paciencia, la lealtad o la constancia, en definitiva, el control sobre sí mismo y las pasiones del ser humano.

Otro de los aspectos fundamentales del amor cortés es que, al ser la enamorada una mujer casada, se impone la obligación de ocultar su identidad refiriéndose a ella con una "senhal" o pseudónimo. Además, siempre existe un obstáculo que se interpone entre el trovador y su amada: los rivales o calumniadores, de los que hay que esconderse para evitar que descubran a los amantes.


Las circunstancias en las que se desarrolla el amor cortés determinan que éste pueda encontrarse en alguno de los siguientes estados: suspirante, en el que el caballero enamorado no muestra sus sentimientos; suplicante, en que el amado se declara enamorado; entendedor, cuando la amada le corresponde con caricias o alguna prenda y, por último, amante, si se llega al amor carnal. No son fases que se den necesariamente, de hecho, en muchas ocasiones el amor cortés se queda en una de las dos fases iniciales, en un amor idealizado desde la distancia. Probablemente, la mejor conclusión sea decir que se trata de un amor al que los convencionalismos sociales obligan a disfrazarse y que, por tanto, nunca llega a ser pleno.

Fuentes: 

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...