martes, 11 de abril de 2023

Condenada al amor cortés - Parte II

La breve presentación del tópico del amor cortés realizada en la entrada anterior es fundamental a la hora de intentar dar una interpretación a la decoración heráldica de la techumbre medieval de la iglesia del Real Convento de Santa Clara de Salamanca. Los códigos implicados en ese amor prohibido ayudan a comprender mucho mejor lo que vemos representado sobre la madera, especialmente lo refererido a la representación en clave que se hace de los deseos de la reina Berenguela en general y, en particular, a sus sentimientos hacia el rey Alfonso IX de León.

Debemos tener en cuenta que en la educación materna que recibió Berenguela estaba implícita toda esa cultura trovadoresca que su madre, Leonor Plantagenet, había traído a la corte castellana con el séquito que la acompañó desde Aquitania hasta Burgos. De hecho, para que nos hagamos una idea de la moderna educación de Berenguela, dice fray Valentín de la Cruz (1) que Leonor Plantagenet “imbuía a sus hijas una discreta oposición al predominio masculino en la Iglesia”, postura que ya había sostenido Leonor de Aquitania, la abuela, y que se vería reflejada, por ejemplo, en el poder que la reina de Castilla otorgó a la abadesa del Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas.

Teniendo en mente lo anterior y uniéndolo a cómo se desarrollaron los acontecimientos en la vida de Berenguela, nos cuesta mucho menos interpretar los emblemas que representan a la reina en el arrocabe y los cuadrales de la techumbre. Si lo pensamos, la intervención papal en su matrimonio condena a la pareja al amor cortés ya que, tras la anulación, su marido se convierte, precisamente, en el amante prohibido.

Aquel matrimonio, que comienza siendo de conveniencia por un pacto entre reinos que buscaban la paz, resultó exitoso incluso en el aspecto sentimental. Ahora bien, ese amor se convirtió, casi desde el principio, en un amor cortés. Esto es así porque, pocos meses después del enlace, el nuevo papa, Inocencio III, lo declaró nulo e instó al rey de León y al de Castilla a deshacerlo. Comienzan entonces las amenazas de excomunión, que llegaron a hacerse realidad para los implicados cuando éstos continuaron conviviendo a pesar de la sentencia papal. Por eso su historia fue, desde el principio, la de un amor perseguido, si bien en esos primeros años compartidos se trataba de un amor cortés en su fase más avanzada: amante.

Pero en mayo de 1204 Berenguela se vio obligada a abandonar el reino de León. Este hecho hace que su relación con Alfonso IX involucione hacia las fases iniciales del amor cortés, y así pasarán el resto de su vida. Será un amor que se esconde y se oculta. Esto nos ayuda a comprender mejor por qué se utilizan en la techumbre emblemas transformados cuando la reina se sitúa junto al emblema de Alfonso IX o cuando se posiciona como señora de Salamanca o reina de León: transforma su emblema de la misma forma que el amor cortés se refiere a la dama con “senhales” o pseudónimos. Eso es exactamente lo que reflejan esos extraños emblemas cuartelados que nos vamos encontrando por la techumbre hasta llegar al lienzo en el que se representa la muerte de Alfonso IX, acaecida en 1230.


Emblema situado en la trasera de la techumbre tras el que se esconde la reina Berenguela. Díficilmente se va a poder asignar este blasón a una familia noble salmantina ya que aquí no se trata de Heráldica nobiliaria, sino de un artificio propio de una Heráldica primitiva, empleado para dejar dudas al respecto de la identidad de un personaje concreto. 

En este mismo contexto es reseñable que ninguno de los dos volviera a contraer matrimonio, lo cual, en el caso de Berenguela, le hubiera favorecido en el problema sucesorio de Castilla. Sin embargo, parece que prefirió optar por el desarrollo de las virtudes de paciencia, lealtad, constancia y valentía que el amor cortesano predicaba. Y, sin duda, un acto de valentía nacido del amor cortés puede considerarse el diseño de la decoración de esta techumbre.

Por todo ello, es desde esta perspectiva del amor cortés desde donde mejor podemos comprender esos emblemas que tanto han complicado la interpretación de este conjunto iconográfico hasta el momento. Porque, cuando la reina Berenguela viene a Salamanca al final de sus días a reflejar su vida, lo hace con esa “discreta oposición” de la que hablaba fray Valentín de la Cruz. Discreta porque se esconde, porque es consciente de que no puede hablar abiertamente, debe ocultarse de los perseguidores implicados en el amor cortés: el mal, que muchas veces utiliza a la Iglesia poniéndose su careta y que, en forma de dragones y mantícoras encapuchadas, vigila a los amantes desde los recovecos del artesonado.



Por último, creemos que este tema del amor cortés refuerza nuestra tesis de que la techumbre se decoró en vida de la reina ya que uno de los preceptos básicos del amor cortés es la no divulgación de los secretos de los amantes. Por su complejidad e intimismo, a nuestro entender, es prácticamente imposible que alguien que no fuera la protagonista hubiera dado unas instrucciones tan concretas y especiales para representar a Berenguela la Grande, la señora de Salamanca.

Todo esto, sin duda, son aspectos que complican, pero a la vez hacen más apasionante la interpretación de esta imponente techumbre.

(1) Berenguela la Grande, Enrique I el Chico (1179-1246). Fray Valentín de la Cruz. 2006. Pág 19. Ediciones TREA.

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de L...