viernes, 21 de abril de 2023

¿Imperio Angevino o Aquitano?

Ni Enrique II, ni Leonor de Aquitania, ni sus descendientes dieron nunca nombre propio al conjunto de territorios sobre los que ejercían su poder. No es hasta el siglo XIX cuando comienza a acuñarse un término que aglutinara a todos ellos: imperio Angevino, un nombre que deriva de Angers, capital de Anjou, el feudo más antiguo de la casa paterna de Enrique II.


Godofredo Plantagenet (113-1151), conde de Anjou por herencia y desde 1144 duque de Normandía por conquista. Fue el padre de Enrique II de Inglaterra, abuelo a su vez de Berenguela de Castilla. Godofredo solía llevar en su casco una planta de genista, lo que le dio el apodo de Plantagenet, que se convertiría en el nombre oficial de su dinastía.

Decía la escritora Julia Navarro en la presentación de su novela Una historia compartida que la Historia siempre se ha escrito “desde la supremacía masculina”. Con ese punto de vista hemos perdido no solamente matices, sino aspectos tremendamente relevantes para entender a los protagonistas implicados. Creemos que el concepto “Angevino” es un buen ejemplo de ello. Es un término acuñado desde el punto de vista de Enrique II cuando, tal vez, hubiera sido más justo y enriquecedor valorar la percepción de su esposa y de sus descendientes femeninas, en particular, las de Berenguela y Blanca de Castilla, acerca de los territorios sobre los que se desplegaba su poder e influencia.

Dentro del imperio Angevino, tradicionalmente, junto con otros muchos territorios menores, se han incluido:
  • Los territorios aportados al matrimonio por Enrique II: el reino de Inglaterra, los señoríos de Irlanda, Escocia y Gales, el ducado de Normandía y el condado de Anjou.
  • Los territorios aportados por Leonor: el ducado de Aquitania (Guyena) y los condados de Poitou y de la Gascuña.
  • El ducado de Bretaña, ganado a través del matrimonio de su hijo Godofredo con Constanza de Bretaña.
Pero, si analizamos, como haremos en las siguientes entradas, el arrocabe trasero de la techumbre, concluiremos que, si hubiéramos preguntado a Berenguela, y seguramente a la propia Leonor de Aquitania, probablemente nos habrían respondido que, si hubo un imperio, no fue Angevino, sino Aquitano y, si hubo alguien al frente del mismo, fue Leonor de Aquitania y no Enrique Plantagenet. Esta percepción es además relevante para los confines del mismo imperio ya que para ellas ese imperio Aquitano se extendería hasta el reino de Castilla gracias al matrimonio de Leonor Plantagenet con Alfonso VIII e incluiría Francia en virtud del enlace de Blanca de Castilla con el heredero francés. Allí donde había una persona, hombre o mujer, descendiente de Leonor de Aquitania y que ejercía el poder de alguna forma, llegaban los dominios de esta magnífica mujer.



Imagen de un salterio del siglo XII que se cree que representa a Leonor de Aquitania en su senectud. Esta mujer ejerció su poderosa influencia en territorios de Inglaterra y Francia pero también en los reinos de Castilla y de León gracias a su hija Leonor y a su nieta Berenguela respectivamente. 

Lógicamente, en una Historia dominada por la masculinidad, no podemos hablar de tal imperio desde un punto de vista estrictamente científico-histórico. Pero sí creemos que, en la mentalidad de unas mujeres tan avanzadas para su época, estaba esa idea de que, con independencia de lo que el momento histórico les permitía mostrar, ellas eran reinas por derecho propio.

Eso es lo que entendemos que esconde la trasera de la techumbre de las Claras de Salamanca, que, en medio de todos los enfrentamientos entre Enrique Plantagenet y Leonor de Aquitania, se la reivindica a ella como verdadera matriarca de su propio imperio.

Las pruebas de que esa forma de pensar existió, las veremos en la siguiente entrada, titulada "El manto de la matriarca es alargado".

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