lunes, 27 de marzo de 2023

La buenísima, bella, sabia y modesta Beatriz de Suabia

Coronado Fernando III como rey de Castilla en 1217, a su madre, Berenguela, le urgía encontrar una esposa para el nuevo monarca, principalmente por dos motivos: el primero y fundamental su preocupación al respecto de la conducta moral del rey y, en segundo lugar, se trataba, una vez más, de implementar las relaciones con otros reinos cristianos cara a la futura candidatura del rey castellano al trono leonés. Por último, era muy importante concertar un matrimonio que no corriera la misma suerte que el de Berenguela y Alfonso IX, la nulidad, y eso no era sencillo ya que Fernando estaba emparentado con todas las familias titulares del resto de reinos cristianos peninsulares.

La candidata elegida, que cumplía con todos los requisitos, fue Beatriz de Suabia, prima del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II Hohenstaufen, bajo cuya tutela se encontraba. Tenía doble ascendencia imperial puesto que era nieta de Federico I Barbarroja por parte de padre y del emperador de Bizancio por parte de madre. Tras la las negociociones llevadas a cabo en 1218 en la corte del Sacro Imperio por una delegación diplomática castellana, encabezada por el obispo de Burgos, don Mauricio, encargado de negociar el concierto matrimonial, la novia viajó a Castilla en 1219, previo paso por París para visitar a la reina de Francia, Blanca de Castilla, la tía carnal de su prometido.

Cuentan las crónicas que Berenguela salió a recibir a la novia en el camino y la acompañó hasta Burgos, donde se celebraron los esponsales el 30 de noviembre de 1219, día de San Andrés. El cronista Rodrigo Jiménez de Rada describió a la princesa germana como “buenísima, bella, sabia y modesta” y parece que esa misma impresión causó la joven doncella a los nobles de reino y a la propia Berenguela.

La pareja real congenió, sin embargo, diez partos en catorce años y los constantes viajes acompañando al rey, del que nunca se separó, debieron hacer mella en la salud de Beatriz y, parece que, a consecuencia del último parto, falleció en Toro a los treinta y siete años el 5 de noviembre de 1235.


Los reyes Fernando III y Beatriz de Suabia representados en el claustro de la catedral de Burgos. 

Sin duda, la representación de la reina Beatriz de Suabia en el arrocabe de la armadura de la iglesia debió de ser un asunto problemático. Dada la buena relación que mantenía con Berenguela y su cualidad de reina y madre del heredero, el futuro Alfonso X, había que representarla por fuerza en esta techumbre en la que varias mujeres de la realeza leonesa y castellana tienen un papel tan destacado. Sin embargo, puesto que Fernando III contrajo segundas nupcias, la representación de dos esposas en igualdad no habría sido correcta. A Beatriz había que representarla como fallecida, y eso es precisamente lo que se muestra en los lineales superior e inferior del quinto lienzo a ambos lados de la iglesia: una escena funeraria representada con emblemas.


En el lineal inferior se muestran cuatro emblemas con una banda de sable (negro) en un campo de plata (blanco). Al salmantino conocedor de la Heráldica de su ciudad este emblema ha de recordarle por fuerza al escudo de los Zúñiga, pero sin la bordura de cadenas que le acompaña. Sin embargo, este linaje adoptó su blasón muchos años después de lo que parece narrar este conjunto iconográfico. Así las cosas, lo que realmente tenemos delante es la representación, por medio de un emblema, de Beatriz de Suabia fallecida y para ello se utiliza un recurso que aparece en otro importante emblema de la techumbre y que conoceremos más adelante: se toma el emblema de una persona y, para representarla como fallecida, se respetan los colores de campo y figura, pero se transforma ésta última en una banda.

El escudo personal de Beatriz tenía un águila de sable en campo de plata. De esta manera su emblema como reina fallecida es una banda negra, que sustituye al águila de su linaje, sobre campo blanco. Es curioso que los Zúñiga adoptaron este escudo en señal de duelo por la muerte de San Luis de Francia y Teobaldo II de Navarra, sin embargo, en el arrocabe de esta armadura no expresa duelo por alguien, sino, directamente, el fallecimiento del personaje representado por el emblema.



En el lineal superior observamos un recurso ya utilizado en el lienzo que representaba la muerte de Alfonso IX de León: unos palos de oro y gules a modo de tapices y que podrían representar las telas con las que se solían cubrir los sarcófagos, llamadas alcatifas o reposteros, o incluso a los plañideros que, con largas ropas rayadas, se encargaban de que no cesaran los lamentos por el difunto. Los colores rojo y oro seguramente representen los de la alcatifa con la que se cubrió el sarcófago de la reina Beatriz en Las Huelgas de Burgos. De hecho, en el interior de su segunda y definitiva tumba, que se encuentra en la catedral de Sevilla, se encontraron su camisa funeraria blanca, adornada de oro y rojo, y unos brocados rojos y telas doradas que envolvían el cuerpo.


Emblema que podría representar la alcatifa con la que se cubrió el sarcófago de la reina Beatriz de Suabia durante su funeral en Las Huelgas de Burgos. 


Sepulcro de la reina Beatriz de Suabia en la catedral de Sevilla. Alfonso X ordenó trasladar su cuerpo desde Burgos en 1279 para que sus padres reposaran juntos en la ciudad que el rey Fernando III le había arrebatado a los musulmanes en  el año 1248.

Por ello, si pensamos que en la parte superior hay plañideros y/o alcatifas y en la parte inferior una fallecida, entonces nos encontramos en este lienzo frente a una de esas escenas funerarias con las que se suelen adornar tantas y tantas sepulturas medievales.


Tablas de hacia 1295 procedentes de la ermita de San Andrés de Mahamud, en la provincia de Burgos, que corresponden al cortejo funerario del ataúd pintado del caballero Sancho Sáiz de Carrillo. Se conservan en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

En el arrocabe del lado izquierdo el lienzo que representa a Beatriz de Suabia fallecida está flanqueado por dos dibujos que parecen representar las alas de un ángel. 



No nos cabe duda de que una mujer tan virtuosa, nuera de la reina Berenguela, mereció ser representada a la hora de su muerte con una elevatio animae directa al Cielo, sin pasar por el Purgatorio, algo que vemos representado en sepulcros medievales labrados en piedra o tallados en madera y que aquí se representa de esta manera tan original. 


Elevación del alma de Urraca de Portugal, suegra de Berenguela, labrada en su sepulcro, conservado en la iglesia de Santa María Magdalena de Zamora.


Arriba a la derecha elevación del alma de Leonor Plantagenet, madre de Berenguela de León y de Castilla, tallada en su sepulcro, que se conserva en el monasterio de Las Huelgas (Burgos).  

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