domingo, 26 de marzo de 2023

Dos coronas para un único rey

La aceptación papal en 1218 del Tratado de Cabreros supuso un fuerte espaldarazo a favor de Fernando III de Castilla que, tras heredar en 1217 el trono que había pertenecido a su abuelo Alfonso VIII y luego a su tío Enrique I, aspiraba a heredar el de su padre también. Sin embargo, Alfonso IX no parecía estar muy por la labor de que León y Castilla se unieran bajo un mismo rey, así que empezó a mostrar ciertas intenciones de dejar el reino leonés en manos de las hijas de su primer matrimonio, Sancha y Dulce. Así las cosas, algunos nobles comenzaron a mostrar abiertamente su apoyo a las infantas, convirtiéndose la ciudad de Zamora en el bastión principal de los partidarios de las mismas. En todo caso, a pesar de estos apoyos, con la venia papal al Tratado de Cabreros y la legitimidad de Fernando III de Castilla como hijo del rey de León, Sancha y Dulce lo tenían todo en su contra: su padre nunca las llegó a nombrar herederas expresamente, eran consideradas hijas ilegítimas por la anulación del matrimonio de sus padres, no tenían reinos aliados como sí los tenía Castilla y, por último, eran mujeres solteras, por lo que León no hubiera tenido rey, sino reina, algo que la nobleza no iba a aceptar de buen grado. De hecho, en Castilla la reina Berenguela, que no tenía rey desde la nulidad de su matrimonio, se había visto forzada a ceder primero la regencia de su hermano y después su propia corona en 1217.

No obstante, fallecido Alfonso IX, Berenguela era perfectamente consciente de que el tema de la sucesión había que dejarlo resuelto cuanto antes. De esta forma, enterada del óbito del que fuera su esposo, salió al encuentro de su hijo Fernando, que regresaba de hacer la guerra a los musulmanes en Jaén, para que entrara en el reino de León con presteza y reclamara sus derechos frente a los partidarios de las infantas que, aunque eran pocos, pretendían coronarlas. Fernando fue reconocido como monarca en todas las poblaciones por las que pasó de camino a la ciudad de León y, una vez allí, fue coronado rey sin oposición alguna.

Con estos precedentes, pocas jugadas posibles les quedaban a sus adversarias en la partida de ajedrez por la sucesión. No obstante, aunque mínimos, se comenzaron a producir enfrentamientos y fue esto lo que propició la reunión de las madres de las dos líneas de sucesión en Valencia de Don Juan. Todo apunta a que ambas eran perfectamente conscientes de que no era el reinado de Fernando lo que estaba en juego, que eso ya era un hecho consumado, pero las dos tenían importantes cuestiones pendientes: Teresa de Portugal pretendía un retiro acomodado para sus hijas y Berenguela una sucesión sin derramamiento de sangre para que no se crearan rencores y deseos de venganza que, en un futuro, pudieran terminar socavando el reinado de su hijo. El pacto alcanzado por las dos madres se plasmará en la Concordia de Benavente que, unos días más tarde, el 11 de diciembre de 1230, suscribirá Fernando III, acordando una pensión vitalicia de 30.000 maravedís anuales a favor de sus hermanastras a cambio del compromiso de éstas de renunciar a cualquier reclamación al trono.

Pues bien, la coronación de Fernando III como rey de León es lo que se representa en los lineales de emblemas inferior y superior del tercer lienzo del lado derecho de la iglesia. 


En el lineal inferior, enmarcado, como es habitual, por dos leones, encontramos cuatro emblemas del rey de León sin alteración (brisura) alguna, lo que se conoce como “armas plenas”: en campo de plata un león púrpura. Se representaría así al recién proclamado rey de León, precisamente frente al lienzo que representa la muerte de su antecesor, su padre, Alfonso IX.


Armas plenas del rey de León, emblema que se repite cuatro veces en el lienzo que representa la proclamación de Fernando III como monarca leonés. 

El lineal superior contiene emblemas con armas plenas, pero de los reinos de Castilla y de León ya que, siendo Fernando III rey de Castilla desde 1217, con su proclamación como rey de León automáticamente se convertía en monarca de ambos reinos, surgiendo así al escudo cuartelado en cruz que vemos en este lineal superior y que fue una novedad heráldica introducida durante su reinado como emblema de uso exclusivo del rey.


Se intercalan entre estos emblemas del lienzo superior flores de lis como las que vimos en los lienzos de Berenguela la Grande, símbolo de la realeza leonesa. De hecho, la flor, de estilo mudéjar, está decorada con dos cetros cruzados, que tal vez representaran el correinado de madre e hijo o que se trataba de dos reinos o ambas cosas a la vez.

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