A pesar de todas las maravillosas obras de arte que se conservan en el convento de Santa Clara de Salamanca, hasta ahora hemos focalizado toda nuestra atención en la decoración de la armadura de la iglesia, algo que no ha de sorprender a nadie, puesto que, ciertamente, se trata de una obra digna de admiración. Debió de ser impresionante poder ver la techumbre con el pan de oro recién puesto y plena de colores, siendo perfectamente visibles emblemas como el de la chova piquirroja, que fue precisamente el que despertó nuestro deseo de saber más sobre esta obra de arte medieval.
Detalle del primer lienzo del arrocabe izquierdo y del cuadral que nace en ese mismo lado y termina en la trasera de la iglesia.
Figura de san Pedro Mártir del siglo XVI que se conserva en el claustro del Real Convento de Santa Clara de Salamanca.
Resulta cuanto menos curioso que ambos tengan cabida en el convento, sin embargo, a partir de aquí, lo único que podemos hacer es elucubrar. Es cierto que, a pesar de que la Orden de Santa Clara es de raíz franciscana, la presencia de imágenes de Domingo de Guzmán en templos franciscanos y de Francisco de Asís en templos dominicos se convirtió en algo habitual dada la amistad que, según parece, ambos santos mantuvieron en vida y, de hecho, santo Domingo aparece representado en una de las pinturas medievales del coro bajo del convento de Santa Clara. Sin embargo, es más complejo justificar la presencia de una imagen de san Pedro Mártir, sobre todo si tenemos en cuenta que los frailes de la orden dominica promocionaron su devoción para hacer frente al gran éxito que alcanzó el culto a san Francisco de Asís [1].
Santo Tomás Cantuariense con la espada con la que se le inflingió martirio en la cabeza, representación parecida a la de san Pedro Mártir, que suele tener una hacha o un gran machete.
Todo ello ha hecho que nos planteemos una posibilidad: lo mismo que, tal como está documentado, en el siglo XVI, al acometer las reformas del convento ya nadie sabía qué o a quién representaban los emblemas de la techumbre [2], puede ser que, para ese entonces, tampoco hubieran sido capaces de identificar una imagen, tal vez en mal estado, de santo Tomás Cantuariense. El culto al santo inglés en la península Ibérica tuvo su punto álgido en la época de Leonor Plantagenet y Berenguela de Castilla y luego fue decayendo, por ello es posible que, en el siglo XVI, alguien encargara una imagen para sustituir a aquella en mal estado y que, siendo difícil de identificar la primera, pero teniendo una hendidura en la cabeza, y tal vez un objeto cortante que pudo o no conservarse, creyera, erróneamente, que se trataba del santo de Verona, cuya devoción estaba en ese momento mucho más extendida que la del santo de Canterbury.
San Pedro Mártir en Grandes Horas de Ana de Bretaña, libro iluminado por el maestro Jean Bourdichon.