El resultado de la partida de ajedrez jugada en los cuadrales se conoció en julio de 1218 y se muestra en el segundo lienzo del arrocabe derecho de la techumbre. Como ya bien sabemos, uno de los temas más controvertidos en la vida de Alfonso IX fue el de sus intenciones con respecto a su sucesión ya que todo apunta a que, en no pocas ocasiones, cambió de parecer o no fue todo lo claro que se hubiera podido desear.
Con el fallecimiento del infante Fernando el Portugués y el Tratado de Cabreros (1206), que reconocía a Fernando el Castellano como heredero del trono leonés, sin haber recibido la aprobación papal ocho años después de ser suscrito, la intranquilidad en ambas líneas de sucesión, la portuguesa y la castellana, estaba servida. Este desasosiego lo debieron de sentir aun más intensamente los descendientes de Berenguela ya que, a partir de 1214, vieron con preocupación cómo la presencia en la corte leonesa de Sancha y Dulce, las hijas de Teresa de Portugal, se hizo más habitual.
Defendía Berenguela los derechos al trono leonés de su hijo Fernando, apodado “el Montesino”, ya que había nacido en un monte de encinas a la altura de Peleas de Arriba (Zamora) cuando su madre iba de camino de su señorío de Salamanca en el año 1201. Curiosamente, también era conocido como “el Leonés” en la corte castellana para distinguirlo de su tío Fernando, hermano de Berenguela, fallecido en 1211, y como “el Castellano” en el reino de León para distinguirlo de su medio hermano Fernando el Portugués.
Monumento dedicado a Fernando III en su lugar de nacimiento, donde se encontraba el antiguo monasterio de Nuestra Señora de Valparaiso, cerca de la localidad zamorana de Peleas de Arriba.
Durante la lucha por los derechos dinásticos de su hijo Fernando, Berenguela tuvo que enviar al infante a vivir con Alfonso IX a la corte leonesa para alejarlo de la guerra civil que se libraba en Castilla, lo que también sirvió para que padre e hijo llegaran a conocerse. Pasado un tiempo de la estancia del infante en León, en julio de 1218, llegó la buena nueva: el nuevo papa, Honorio III, emitió una bula por la que aprobaba lo acordado en el Tratado de Cabreros, nombrando a Fernando el Castellano heredero del trono de León. Lo hizo no en virtud del matrimonio, que había sido declarado nulo, sino en virtud de “haberlo adoptado solemnemente por hijo conforme a la costumbre del reino”. Nadie supo jamás a qué se refería el papa con eso de “la costumbre del reino”, pero, en cualquier caso, este reconocimiento es el que se recoge en los lineales de emblemas inferior y superior del segundo lienzo del arrocabe derecho de la iglesia.
El lineal inferior, siguiendo la estructura general, contiene, entre dos leones, cuatro pequeños emblemas enmarcados en unos elaborados marcos de estilo mudéjar. En este caso cada emblema contiene un galgo o lebrel en salto, de color leonado (marrón) en campo de sinople (verde). Representarían estos emblemas a los aspirantes al trono, la línea sucesoria, una línea dividida por el extremo de uno de los travesaños, que parte el lienzo en dos, algo que tampoco es casual ya que dicha división permite separar a los descendientes de cada una de las mujeres de Alfonso IX: Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla.
Si observamos de frente el lienzo, a la derecha estarían los descendientes de Teresa de Portugal que, como puede observarse, tienen un vacío deliberado en la parte superior, reservada para el heredero final. En este caso hay unos trazos geométricos en tono rojo para dejar claro que el dibujo no se ha perdido, sino que no procedía colocar emblema alguno.
A la izquierda estarían los hijos de Berenguela, los galgos que ganan la carrera, encima de los cuales se representa al heredero definitivo del trono, Fernando el Castellano, con un emblema que ya vimos en uno de los travesaños: escudo del reino de León por su padre pero con bordura de gules cargada de castillos de oro por su madre.
Se intercalan entre los emblemas unos complejos dibujos geométricos que, tal vez, pudieran formar el acrónimo AVM (Ave María) superpuesto y que serían una rogatoria de protección para el monarca. Podría ser así ya que Fernando era conocido por llevar una figura de la Virgen en el arzón de su silla de montar durante sus campañas militares, imagen que es conocida como la Virgen de las Batallas.
Virgen de las Batallas, regalada por el rey de Francia, Luis IX, a su primo, Fernando III de Castilla y de León.